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Gonsalves, honrado con el Nobel Alternativo y decepcionado con Aung San Suu Kyi

Gonsalves, honrado con el Nobel Alternativo y decepcionado con Aung San Suu Kyi

EFE

Nueva Delhi —

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El abogado y activista de los derechos humanos indio Colin Gonsalves afirmó hoy que se siente “honrado” por haber sido reconocido con el Nobel Alternativo, un premio del que hace partícipe a sus compañeros, con quienes comparte preocupación por los rohinyás y “decepción” con Aung San Suu Kyi.

“Es un honor ser galardonado no sólo para mí, sino para mis colegas de la organización Red de Leyes de Derechos Humanos”, dijo en una entrevista con Efe Gonsalves en su despacho en la sede de su organización, entre efigies de Mahatma Gandhi, fotos con personalidades como el Dalai Lama y enormes tomos de Derecho.

A sus 65 años y tras pasar la vida litigando en la India por causas como el derecho a que los niños sin recursos reciban al menos una comida al día, que fue reconocido en el país gracias a un caso promovido por su asociación, Gonsalves fue premiado ayer con el Nobel Alternativo por su trabajo al frente de la asociación Red de Leyes de Derechos Humanos (HRLN).

“Por una parte estamos felices por los logros (...) pero aunque ganemos muchos casos, los niveles de malnutrición y hambre son muy altos en este país”, dijo.

Entre los casos en los que trabaja en la actualidad está el de los refugiados rohinyás asentados en el estado indio de Jammu y Cachemira, a quienes el Gobierno indio de Narendra Modi amenaza con deportar.

“Estamos apelando para que unos 7.000 rohinyás no sean deportados. Estamos a la espera de la resolución del Supremo”, detalló.

No puede esconder su preocupación por esta minoría musulmana asentada en Birmania (Myanmar) que sufre una represión en ese país que ha llevado a casi medio millón de sus miembros a refugiarse en Bangladesh y su decepción con la premio Nobel de la Paz y líder de facto birmana, Aung San Suu Kyi.

“Estamos decepcionados con el Gobierno de Birmania, sentimos que están llevando a cabo una limpieza étnica, y particularmente decepcionados con Suu Kyi. Nunca esperamos que una Nobel fuera responsable de alguna manera echando a los rohinyás de Myanmar”, dijo Gonsalves.

Más allá de la situación de los rohinyás, el abogado cuenta que su mayor preocupación son los alarmantes niveles de malnutrición, anemia y hambre de su país y afirma que usará los 105.000 euros del premio para financiar la defensa legal de activistas pro derechos humanos indios.

“Hay quien mantiene que la India es la capital mundial del hambre”, recordó.

La organización HRLN, que lidera desde 1989, cuenta con 250 trabajadores en un país de más de 1.250 millones de personas y, pese a los 500 nuevos casos que presentan cada año en defensa de los más desfavorecidos, se muestra escéptico sobre el sistema judicial de la India.

“Si ellos no tienen ni siquiera dinero para comprar un billete de autobús y venir a la oficina de un abogado, ¿cómo van a tenerlo para acudir a los tribunales?”, se pregunta tras explicar que algunos casos se alargan hasta 15 años.

Gonsalves se refiere con ese “ellos” a sus clientes, los más débiles del país: los refugiados, los indígenas o los pobres de solemnidad que habitan en los barrios de chabolas.

“La justicia no funciona en absoluto para los pobres”, sentencia el abogado.

También este ingeniero de formación se muestra frustrado con las políticas del Gobierno de Modi, “insensible” ante la pobreza, y con la “indiferencia” frente a la miseria de la clase media india, que define como “materialista y cruel”.

“Se han vuelto indolentes cuando ven a los pobres, a los mendigos, a los habitantes de los barrios chabolistas. Piensan que son criminales, que la pobreza significa que eres un criminal y que no estás trabajando lo suficiente”, reflexiona.

Ésa, dice, es la “tragedia” de la India del siglo XXI, la de que “a nadie le importe si alguien muere o da a luz en la calle”.

Cuando alguien le dice que su caso recuerda al del abogado Atticus Finch, el mítico protagonista de la obra “Matar a un ruiseñor” de Harper Lee, Gonsalves rompe a reír.

“Estaría de acuerdo en que quizás soy un poco el Atticus Finch de la India”, reconoce con timidez.

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