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Grossman dice que escribir es un modo de actuar contra el peso del dolor

Grossman dice que escribir es un modo de actuar contra el peso del dolor

EFE

Jerusalén —

El autor israelí David Grossman difícilmente puede concebir su vida sin escribir y considera que el ejercicio de la literatura es una manera de actuar contra el peso del sufrimiento y de optar por la vida en el sentido más profundo.

En una entrevista en Jerusalén con motivo de la publicación de su último libro en castellano “El abrazo” (Sexto Piso, Madrid 2013), Grossman, de 59 años, reconoció el “poder inmenso de atracción, como el de un gran imán” que ejercen sobre él los mundos que inventa y que le llevan a un lugar del que a menudo le cuesta trabajo salir.

“Es difícil para mí pensar en mi vida sin escribir, lo hago todo el día, a todas horas y cuando salgo se me hace difícil acostumbrarme a lo que significa estar fuera de la realidad de la historia, donde está todo tan cargado”, confesó el escritor durante una larga charla con Efe en un café ante las murallas de la ciudad vieja.

Grossman vive en un estado de alerta permanente a la caza de la próxima historia y duerme con varios bolígrafos sobre la mesilla para poder anotar de madrugada en la piel de su mano las ideas que consigue atisbar entre sueños.

En su anterior libro publicado en español, “Más allá del tiempo”, el escritor se enfrentó al dolor causado por la muerte de su hijo Uri cuando servía en el Ejército israelí durante la guerra del Líbano de 2006.

Entonces, y tras recibir cartas de condolencia de otros grandes escritores, se dio cuenta de cómo el dolor “nos deja mudos justo en el instante en que estamos desesperados por tener palabras”.

“Después del primer periodo en que no podía hablar, sentí que no hablar sobre ello era eludir de alguna manera lo que había pasado, porque al final las palabras son una forma de tocar la realidad”, explica.

También recuerda como le dijo entonces a su mujer que si estaba condenado a viajar a “la tierra helada del castigo” quería hacer su “cartografía”, lo que para él significaba ponerle palabras, que en ese libro le salieron sobretodo poéticas, quizás porque la poesía es “lo más cercano al silencio”.

La muerte de su hijo no cambió su forma de escribir, pero acentuó aún más si cabe la importancia del lugar de la escritura en su vida, de la necesidad de crear personajes y mundos, como “una forma de actuar contra el peso del dolor, que es inevitable”.

En su nuevo libro -un delicioso cuento maravillosamente ilustrado a lápiz por la artista israelí Michal Rovner- el escritor nos ofrece un abrazo frente a la soledad a través de un sencillo pero conmovedor diálogo entre una madre y su hijo de apenas unos años durante un paseo por el campo con su perro.

La madre le dice al niño que es tan encantador que no hay otro como él en el mundo entero, lo que lleva al pequeño a preguntarse si no se sentirá solo en el universo al no haber otra persona igual que él.

“Todos sabemos que estamos solos y no podemos beneficiarnos a nuestra edad de la ilusión de no estar solos. Pero hay esos momentos del abrazo, de intimidad, de amistad y amor, en los que, si tenemos suerte y tenemos un buen compañero, no estamos solos”, destaca.

A su juicio, el “corazón de la literatura” es precisamente ese abrazo que proporciona, cuando leemos a alguien que vivió hace 200 años o se encuentra a cinco mil kilómetros de distancia y “de repente no estamos solos porque esa persona evoca en nosotros cosas que sentimos dentro”.

Grossman, una de las voces más prestigiosas de la literatura israelí, es también una de las más críticas con la situación actual de su país y su evolución en los últimos años.

“Siento que vivimos en paralelo a la vida que debíamos haber tenido. No tenemos una vida realmente soportable si todo el tiempo está paralizada por el temor y la desesperanza”, asegura.

En este sentido, lamenta que un país “lleno de potenciales, energía, talento y vitalidad” padezca esa “fuerte corriente subterránea de ansiedad y desesperanza” que lo desenfoca, alimentada por unos dirigentes que “utilizan el discurso del miedo para manipular” a una sociedad traumatizada por su pasado.

“Si eres la mayor potencia de la región no puedes aspirar solamente a sobrevivir de una catástrofe en otra”, subraya, al tiempo que advierte del riesgo de crecimiento del militarismo, el nacionalismo o el fundamentalismo religioso.

El escritor defiende que la única vía para empezar a recuperar las plenas potencialidades de Israel como país pasa por alcanzar la paz con los palestinos.

“La paz solucionará muchas cosas -resalta- pero, sobretodo, a nosotros nos permitirá comenzar a vivir la vida que merecemos, de la que estamos privados. Solo la paz nos puede garantizar tener el sentimiento de futuro, de una casa, de que este es nuestro lugar”.

Por Javier García

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