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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La década que aprobó la ley del aborto, prohibió fumar en bares y arrasó a banqueros, al rey y al Papa

Hoy no queda casi nadie de los de antes. La década que acaba se inauguró con la peor crisis económica, agrandó la desigualdad social y abrió el pastel de la corrupción, hasta entonces silente y que ni siquiera preocupaba a los ciudadanos, según el CIS. También barrió a los líderes políticos, económicos y sociales de España, incluidos los principales banqueros. Un cambio de caras que alcanzó a la máxima autoridad del Estado: el rey Juan Carlos abdicó el 18 de junio de 2014, tras la implicación de Iñaki Urdangarin en el caso Nóos y después de que los españoles supieran de su relación con Corinna, investigada ahora por la Fiscalía de Suiza, por una inoportuna rotura de cadera cuando cazaban elefantes en Botsuana. También fue la primera vez que un Borbón pidió perdón en público: “Lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir”, decía en 2012. La década que termina barrió también a otros líderes, como el Papa Benedicto XVI, que se retiró después de varias crisis y escándalos como Vatileaks y dejó paso al papa Francisco en el cónclave de 2013.

En España, tampoco ha sobrevivido a la década el líder del PP de entonces (Mariano Rajoy), ni el del PSOE (Zapatero), que ni siquiera participan ya en la vida pública. En esta década Izquierda Unida se abrazó a Unidas Podemos y el partido que parecía llamado a romper el bipartidismo, UPyD, desapareció en 2015 del Congreso dejando fuera a Rosa Díez, que había entrado como diputada por primera vez siete años antes y que hoy ha recalado en el PP. El 2015 fue también el mismo año en que aparecieron con fuerza en el Congreso Pablo Iglesias y Albert Rivera, el más joven pero que no ha logrado superar esta década tras la debacle del 10N, que acabó con “ese sueño de unos cuantos locos” según dijo en su despedida.

Tampoco los líderes sindicales fueron indemnes a los cambios. Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernándex Toxo (CCOO) fueron sustituidos en 2016 y 2017, respectivamente, tras el cuestionamiento del papel de los sindicatos en la época de mayores recortes y precarización laboral en España, un problema que no se ha recuperado: por ejemplo, los contratos de menos de siete días se han duplicado desde el inicio de la crisis en 2007.

Méndez y Toxo negociaron durante muchos años con Gerardo Díaz Ferrán, que cerrando la década anterior era líder de la patronal CEOE, el mismo año en el que había dejado tirados a 7.000 pasajeros cuando quebró Air Comet. Aún así se mantuvo en el cargo institucional hasta 2010. Solo dos años después fue detenido y acabó encarcelado por la quiebra y vaciamiento patrimonial de Viajes Marsans. Antes había dejado alguna receta para la crisis, como líder los empresarios españoles: “¿Que cómo se sale de la crisis? Trabajando más y ganando menos”. 

La misma puerta de salida tomó Rodrigo Rato, el “artífice' del milagro español”, poco antes de la nacionalización de Bankia por los desmanes y desfases patrimoniales del banco. O Francisco González en el BBVA, que se apartó en 2018 y que ahora está siendo investigado por presuntos encargos al comisario Villarejo. Los cambios de aires en todas las instituciones se hicieron con perfiles más jóvenes, pero solo en un caso se puso al frente una mujer: Ana Patricia Botín, que sustituyó a su padre al frente del Banco Santander cuando éste falleció en 2014 de un infarto.

El resto de las renovaciones no han supuesto el liderazgo de mujeres, pese a ser también la década en la que ha revivido el feminismo (la propia Botín se declara feminista) y se ha puesto en el debate central los abusos sexuales, con su vertiente más popular del Mee Too. Ha sido también el tiempo en el que el feminismo desbordó las calles españolas en las manifestaciones del 8M y se exigió que solo sí fuera sí, después del caso de la Manada de Pamplona y que la primera condena fuera por abuso sexual y no por agresión sexual.

Sin embargo, los cambios de liderazgo no han mejorado la percepción de los ciudadanos sobre la clase política y sus dirigentes. Según el CIS de enero de 2009, el 8,9% consideraba a los políticos uno de los tres principales problemas del país. En 2019 lo consideran así el 31% de los encuestados. Con la comparativa de estos dos barómetros también se ve el cambio social en cuestión de transparencia y las expectativas de honradez y buen gobierno de los ciudadanos. En enero de 2009, “la corrupción y el fraude” era uno de los principales problemas solo para el 0,4% de los encuestados. Hoy lo es para el 24,7%.

El motivo de ese espectacular crecimiento hay que buscarlo, entre otras causas, en los escándalos que se han ido conociendo: en 2009 la Fiscalía denunció a la Audiencia Nacional el caso Gürtel, que salpicó al PP nacional, de Madrid y de Valencia, principalmente. Durante los años de instrucción, que inició Baltasar Garzón cuando aún no había sido expulsado de la carrera judicial, se desgranaron corruptelas por las que el dinero público acabó en mordidas, sobrecostes y amaños de contratos. También en esos años se conoció el caso del espionaje en el PP de Madrid liderado entonces por Aguirre contra miembros del propio partido y se inició la instrucción del caso de los ERE que afectaba al PSOE de Andalucía y cuya sentencia acaba de condenar a los expresidentes socialistas Chaves y Griñán.

Desde 2009 ha habido, además de cambios políticos, importantes cambios sociales. Por ejemplo, en aquel año aún se podía fumar en bares o discotecas: dos años más tarde se aprobó la ley antitabaco de Zapatero, una iniciativa compartida con ERC e IU y que tuvo el apoyo del Partido Popular, cuyos efectos se han desgastado a tenor de las cifras: ha habido un repunte de fumadores en los últimos años tras bajadas constantes. Por primera vez quedaba fuera el humo del tabaco de todos los espacios públicos y se prohibía también la publicidad. La ministra que la impusó fue Leire Pajín.

Las mujeres españolas en 2009 todavía podían fumar en bares pero no podían abortar sin aportar una justificación. Estaba en vigor todavía la ley del aborto de supuestos de 1985, es decir, que para abortar había que alegar violación, malformación del feto o riesgo para la madre. Un año más tarde, el 5 de julio de 2010, entró en vigor la reforma socialista –votó en contra el PP y la llevó al Constitucional–que establecía la posibilidad de abortar libremente hasta las 14 semanas, sin necesidad de aportar motivación. Hoy, el partido Vox, que entró en 2018 en el parlamento andaluz y el 28 de abril de este año en el Congreso de los Diputados, hace propuestas para limitar el aborto o que no estén financiados por el sistema público. Pese a las teorías de que la ley impulsada por Bibiana Aído iba a provocar un repunte de interrupciones del embarazo sobre todo entre las jóvenes, los últimos datos confirman que el número de abortos de mujeres de entre 15 y 19 años ha descendido un 31,2%.

La natalidad en España también ha cambiado. Y para los temerosos del “invierno demográfico”, a peor. En diez años, la edad media para tener el primer hijo ha pasado de 29,6 a 32,2 años y el número de hijos ha caído de 1,38 a 1,26 (en 2018, últimos datos disponibles). El desplome de la natalidad, que ha batido récord desde 1941, no tiene mucha más solución que la inmigración, según muchos expertos, ya que de generaciones cortas, los padres del futuro, no se puede llegar a un boom demográfico que compensara el envejecimiento poblacional.

Sin embargo, hemos avanzado por el camino contrario, ya que la población extranjera ha caído en casi un millón desde 2009, hasta 4.848.516 personas de un total de las 46.934.632 que habitan España. Pese a ello, desde 2018 la inmigración ha entrado en campaña por las propuestas de Vox, que contagiaron al PP de Casado que por primera vez en la historia de la democracia puso este debate sobre la mesa en periodo electoral. La teoría política de la inmigración como problema no parece ser algo que haya calado demasiado en la sociedad a tenor de los datos del CIS, aunque sí ha sido un caladero de votos para Vox. Si en enero 2009 casi el 20% de los encuestados por el Centro de Investigaciones Sociológicas manifestaban que era una de sus preocupaciones, en noviembre de este año, y pese a la campaña electoral que hicieron ambos partidos, ha caído en el ranking y lo es para el 11%.

La precariedad y la crisis que ha cabalgado este tiempo no ayuda ni a atraer inmigración ni a aumentar la natalidad. De hecho, el INE reflejó que el 50% de las mujeres mayores de 35 años tienen menos hijos de los que querrían por motivos económicos o laborales, pese a que el salario medio ha pasado de 22.511 euros (2009) a 23.646 este año.

Los datos económicos se han recuperado, pero no del todo. En el cambio de década, cuando se desarrolló el fracasado Plan E de Zapatero y la ministra Salgado aún pedía a los bancos que financiaran a pymes y familias, el paro estaba en 18,9%, pero entre los menores de 25 años alcanzaba cifras que frustraron a una completa generación: casi 4 de cada 10 jóvenes que querían trabajar no podían. La situación ha mejorado hoy (14,2% de desempleo con todavía un 32% de paro juvenil), pero sigue sin remontar el problema pese a la recuperación económica en la parte final de la década.

El problema de los despidos y el desempleo alcanzó cotas inimaginables, y tuvo un efecto devastador entre los hipotecados, poniendo los desahucios como asunto urgente que dejaba sin casa a miles de personas y familias. “El desempleo hiere la dignidad del hombre”, dijo el entonces príncipe Felipe en los premios de Asturias que llevaban su nombre. Aquel año, en abril de 2009, en un millón de hogares todos sus miembros estaban en paro. Esto tuvo un reflejo en el éxodo por motivos económicos, principalmente de jóvenes, y el padrón del INE refleja que no ha parado de crecer: hoy hay 2.545.729 españoles viviendo fuera, un millón de emigrados más que en 2009.

El salario mínimo estaba entonces en 624 euros. Hoy es de 900, tras el pacto de PSOE y Unidas Podemos en 2018. Sin embargo, el problema de la vivienda no se ha resuelto y se sigue comiendo parte de los recursos de los trabajadores, aunque ahora los desahucios son más por alquiler que por endeudamiento con la hipoteca. Si un piso de 100 metros en España costaba en 2009 de media 770 euros de alquiler, hoy es 1.080, según datos de Idealista. En algunas ciudades como Madrid o Barcelona la subida ha sido mucho mayor. El precio de la vivienda comprada cayó tras el boom, pero también ha repuntado desde 2013.

El sector de la banca fue uno de los más cuestionados durante los años de plomo de la crisis, hasta que firmó un código de buenas prácticas que obligaba a buscar soluciones y se pararon los desahucios automáticos, algunos fruto de cláusulas abusivas firmadas durante el boom inmobiliario. En 2012 se desahuciaban más de 500 inmuebles al día. A su vez, el 9 de junio de ese año, España daba a entidades en apuros 42.561 millones de rescate para evitar el colapso financiero: lo que Luis De Guindos llamó “préstamo en condiciones muy favorables” para el que Europa sin embargo pidió recortes y ajustes como contraprestación. El Banco de España acaba de anunciar que se recuperarán, en el mejor de los casos, 14.785 millones. El periodo acabó con Bankia nacionalizada (todavía lo está), fusiones, compras y la desaparición de las cajas de ahorro, las que más sufrieron la crisis, en parte por el modelo de sus consejos de administración, donde en lugar de técnicos había representantes políticos.

Lo que ya no preocupa a los españoles, según el CIS, es ETA, porque la banda anunció el “cese definitivo de la violencia” en 2011. El terrorismo ha pasado de ser el tercer problema para los españoles (22%) a desaparecer. El fin de la banda lo anunciaron en un vídeo tres encapuchados en el que pedían al Gobierno (entonces el líder era Zapatero y candidato a presidente Alfredo Pérez Rubalcaba) un “diálogo directo”.

Sí es una preocupación mayor hoy la violencia de género (su peso como problema ha pasado del 1,8% al 7%), que en esta década ha superado la cifra de mil mujeres asesinadas, un contador que no incluye cuando los hombres matan a sus hijos (el caso de Itziar en Castellón), a familiares (el hombre que asesinó en Galicia a su ex, su suegra y cuñada), o amigos (caso de Sergio Morate, que mató a su exnovia y a la amiga de ésta en Cuenca). La ley de violencia contra la mujer, un hito de 2004 y que está siendo cuestionado desde la entrada de Vox en las instituciones, que prefiere el concepto de violencia doméstica o intrafamiliar, ha puesto recursos pero no los suficientes para acabar con estos asesinatos, a tenor de los datos:

También según las cifras, el tema de Cataluña no era una preocupación tan grande como ahora. Su anhelo de independencia se convierte en un problema principal para el 6,8% de los españoles a enero de 2019. Diez años antes, preguntados por el Estatuto de autonomía (que el Constitucional recortó) era un problema para el 0,2%. En el CIS catalán (el CEO) también se observa un cambio sustancial: en 2009 el 44% se sentía tan español como catalán. Hoy ese porcentaje ha bajado casi 10 puntos.

Una de las pocas cosas que no ha cambiado es el precio medio del pan, que se mantiene en 0,60 euros la barra, salvo en la florecientes boutiques, donde puede llegar a siete euros el kilo según la variedad. También se ha mantenido el fútbol como evento televisado más visto en la televisión convencional (Netflix llegó el 20 de octubre de 2015). Aunque si en 2009 entre lo más visto había series como Aída, Águila Roja o Cuéntame (con cuatro millones de espectadores), en 2019 han sido desbancadas las series por Supervivientes, Boom o Gran Hermano Vip, con otros cuatro millones de espectadores.

El medioambiente ha irrumpido como preocupación en la parte muy final de la década, como se demostró en la gran manifestación en Madrid con motivo de la Cumbre del Clima. El CIS de enero de 2009 y de 2019 mostraban que era una de las preocupaciones principales para el 0,6% de los encuestados, no había cambios. Sin embargo, en el último barómetro, de noviembre, esa preocupación por los problemas ambientales se ha duplicado, hasta un 1,3%.