Investigación La denuncia del cuñado de Aguirre contra su hermano

El marido de Esperanza Aguirre simuló una donación para defraudar impuestos y apropiarse de un Goya inédito

0

El suegro de Esperanza Aguirre, Ignacio Ramírez de Haro, conde de Bornos, grande de España, descendiente de un linaje aristocrático con seis siglos de historia, solo dejó formalmente en herencia los siguientes bienes:

"Dos vehículos automóviles en mal estado. Dos escopetas de caza. Dos rifles. Por un valor estimado en conjunto de DOS MIL EUROS".

elDiario.es ha accedido a la liquidación del impuesto de sucesiones y donaciones que presentó el albacea de la herencia del conde de Bornos. Es un documento donde solo figuran estos pocos bienes y que explica a la perfección el tipo de tretas que utilizaron Fernando Ramírez de Haro y su mujer, Esperanza Aguirre, para no pagar los impuestos correspondientes por ese cuadro de Francisco de Goya cuya compleja historia contamos a nuestros lectores ayer.

No es que el conde de Bornos, suegro de Aguirre, muriese en la indigencia, como sugiere esta documentación donde solo consta un supuesto patrimonio de dos mil euros. Es que su hijo mayor, Fernando Ramírez de Haro, ocultó al fisco de la Comunidad de Madrid una gran parte de la herencia: otros ocho millones de euros en obras de arte y antigüedades. Un presunto fraude que su hermano Íñigo Ramírez de Haro ha denunciado en los tribunales y del que también se benefició Aguirre, ya que están casados en régimen de gananciales.

Esperanza Aguirre, en ese momento, era la presidenta de la Comunidad de Madrid: la misma administración que recibe y fiscaliza este tipo de impuestos. Ni ella ni su marido han querido responder a las preguntas de elDiario.es.

Este documento donde se detalla la herencia se presentó ante la Consejería de Economía y Hacienda de Madrid el 31 de marzo de 2011. El suegro de Aguirre, Ignacio Ramírez de Haro, había fallecido unos meses antes, el 24 de octubre de 2010. Tenía 92 años. Sufría diversas dolencias y en el hospital, además, se contagió de un brote de legionella.

Años antes de morir, la familia del conde de Bornos ya había ordenado la mayor parte de la herencia, beneficiándose de las rebajas fiscales que puso en marcha una de las propias herederas, Esperanza Aguirre. El truco consistía –hoy sigue siendo el mismo– en donar los bienes antes de morir.

Casi todas las autonomías cobran más impuestos por las donaciones que por las sucesiones: suele ser más barato fiscalmente heredar. No así la Comunidad de Madrid, que es una anomalía respecto a todas las demás.

En diciembre de 2005, Esperanza Aguirre rebajó el impuesto de Sucesiones con un 95% de descuento. Pero el gran regalo a los ricos, que ha convertido Madrid en una suerte de paraíso fiscal para heredar, no está solo ahí: es la rebaja del 99% en el tributo que grava las donaciones entre familiares directos, que aprobó ese mismo año.

Este 99% de descuento en el impuesto permite a las grandes fortunas ordenar la herencia en vida y pagar cantidades ridículas por la transmisión de sus propiedades. Si los hijos las reciben como un donativo antes de la muerte, el impuesto a pagar es solo el 1% de la cuota que marca la ley estatal: alrededor de un 0,3% de su valor; es decir, tres euros por cada mil. Unas cifras irrisorias, en comparación con las del resto de las autonomías.

La herencia de la que Aguirre se benefició no fue pequeña; mucho más generosa que dos coches viejos y cuatro armas. A principios del siglo XX, el condado de Bornos rivalizaba con el ducado de Alba como el mayor latifundista de toda España. Y aunque buena parte de esas miles de hectáreas se perdieron por distintos lances, el suegro de Esperanza Aguirre seguía siendo un gran terrateniente.

En los últimos años, el conde fue donando esos terrenos y otras propiedades a sus hijos, unas explotaciones agrícolas y ganaderas que gestionaba el mayor de los seis hermanos, Fernando Ramírez de Haro, el marido de Aguirre. También el palacete en el centro de Madrid en el que reside gran parte de la familia –el conde y su mujer ocupaban la primera planta–. Y cuando el suegro de Aguirre murió, apenas faltaban por repartir las antigüedades y obras de arte que estaban en su casa. Esos “bienes muebles” de los que habla el documento y que el albacea de la herencia dice que “se han entregado en vida”.

Cuando se presentó este documento, la familia aún no conocía al detalle el enorme valor que tenían esos bienes. Hasta un año más tarde de presentar esta liquidación, los herederos del conde de Bornos no supieron que, entre esos cuadros, había un Goya inédito. Fue en marzo de 2012 cuando descubrieron que ese retrato de un antepasado familiar que estaba sobre la chimenea del salón era, en realidad, una obra maestra del genial pintor aragonés.

El conde ya estaba muerto. Así que no se podía donar, a efectos fiscales, de la forma en la que lo exige la ley de Sucesiones y Donaciones de la Comunidad de Madrid: con el donante vivo.

Lo legal habría sido declarar esos bienes dentro de la herencia y repartirlos a partes iguales entre todos los herederos. Pero si se hubiera hecho de esa forma, Fernando Ramírez de Haro y su mujer, Esperanza Aguirre, habrían tenido que compartir el dinero con el resto de la familia.

En vez de eso, ambos “urdieron un plan para apropiarse del cuadro mediante una serie consecutiva de delitos” y así sacar del Goya el máximo beneficio posible, en perjuicio de los demás herederos y también del fisco, según denuncia Íñigo Ramírez de Haro, cuñado de Aguirre, en la querella que investiga el juzgado de instrucción número 26 de Madrid.

Entre otros delitos, como estafa, apropiación indebida, blanqueo de capitales o contra el patrimonio histórico español, también les acusa de falsedad documental y fraude fiscal.

Una “donación verbal” para poder vender el Goya

El 10 de abril de 2012 el marido de Esperanza Aguirre quiso disponer del cuadro como si fuera de su propiedad. Lo hizo con una declaración ante notario bastante anómala, pues el donante llevaba muerto un año y medio. En ella aseguró que su padre le había “donado verbalmente” seis años atrás 59 cuadros, antigüedades y otras obras de arte que estaban en el palacete. Entre ellos, el retrato de don Valentín Belvís y Moncada, pintado por Francisco de Goya.

Esta declaración notarial para atribuirse la propiedad del cuadro se realizó apenas un mes después de la tasación de Sotheby’s, que valoró el cuadro en ocho millones de euros. El 9 de marzo de 2012, esta casa de subastas confirmó que se trataba de una obra maestra inédita del pintor aragonés, algo que hasta entonces la familia sospechaba pero no sabía con seguridad. “Uno de sus mejores retratos, pintado en la cima de su carrera”, como acreditaron distintos expertos.

En la documentación que hoy desvela elDiario.es, el precio de tasación del cuadro de Goya es otro: 6.725.900 euros. En la herencia también aparecen otras obras de arte y antigüedades muy valiosas, como “12 sillas Chippendale”, valoradas en 440.000 euros. O varios retratos antiguos de antepasados de la familia, que se tasan entre 8.000 y 30.000 euros cada uno.

En total, con esta “donación verbal”, este lote de 59 obras de arte se “valora a efectos fiscales” en 7.989.700 euros. Casi ocho millones. Aquí están todos los documentos (PDF).

Según la querella que ha presentado el cuñado de Aguirre Íñigo Ramírez de Haro –que ha aportado en el juzgado distintas pruebas documentales y testimoniales que así lo acreditan–, esa “donación verbal” es fraudulenta. Se fabricó para después vender como si fuera suyo el Goya, que en ese momento Sotheby's ya había tasado y que unos meses después compraría el empresario Juan Miguel Villar Mir, fundador de la constructora OHL.

Para darle más veracidad a la historia, según denuncia el cuñado de Aguirre, su hermano eligió el día de San Fernando, el 30 de mayo de 2006, como si la falsa donación a Fernando Ramírez de Haro fuera un regalo por su santo.

El año elegido, 2006, tampoco es casual. La escritura notarial es de 2012, así que el supuesto donativo se habría producido seis años antes. El fraude fiscal caduca a los cinco años, de manera que cualquier hipotética investigación que se abriese sobre esa operación daría como resultado que estaría prescrito.

Este aspecto es muy relevante, porque si realmente la donación se hubiera producido en 2006, igualmente se trataría de un presunto fraude ante Hacienda. La obligación legal del marido de Aguirre habría sido pagar los impuestos por ese donativo en ese año. No más de un lustro después. Además, el supuesto donante –su padre, el conde de Bornos– debería haber pagado en su declaración de la renta de 2006 por el incremento patrimonial: la diferencia entre el valor de los bienes desde que los adquirió hasta esa presunta donación.

Es cierto que, en aquel momento, el valor del Goya no se conocía. Pero solo con el resto de los cuadros y antigüedades que se detallan en esta escritura, suman más de 1,2 millones de euros sin declarar en 2006: el año en que, en teoría, se produjo la “donación verbal”.

En esa escritura notarial, el marido de Aguirre recalca que “no se acoge a la exención del pago del tributo” aunque estuviera prescrita la obligación de pagar, y que “practicará la autoliquidación”. Pero Fernando Ramírez de Haro no renuncia a la rebaja del 99% en esa donación. Una decisión completamente irregular, según asegura un abogado especializado en derecho tributario que ha consultado elDiario.es.

El requisito de que este tipo de donaciones se declaren en una escritura pública es muy importante, explica este experto en derecho fiscal. Sirve para tener controladas este tipo de transacciones y saber en qué momento se hacen, en qué consisten y si se cumplen todos los requisitos. No es una formalidad menor: ayuda a evitar fraudes en las herencias y ante el fisco. Y para que una donación de este tipo sea válida a efectos fiscales, tiene que tratarse de una escritura pública que firmen tanto el que dona el bien como quien lo recibe. En vida, no a posteriori.

Asumir que un donativo verbal escriturado años después pueda acogerse a una bonificación fiscal abriría la puerta a todo tipo de fraudes. Cualquier herencia iría siempre bonificada al 99%, porque bastaría con alegar ante notario que el fallecido lo donó verbalmente unos años antes de morir. Dar por buena una treta así, explica este abogado, serviría incluso para blanquear dinero negro u otras propiedades. “Si esto valiera, yo podría sacar ahora cualquier bien y decir que mi padre me lo donó en 2006 y que está bonificado al 99%”, asegura. “Este documento es burdo y no sirve para cumplir dicho requisito”.

Con esta escritura notarial, el marido de Aguirre presentó la autoliquidación de impuestos. Es este otro documento:

Allí declara una donación de 7.987.700 euros de su padre, fallecido hace año y medio. De no ser por la rebaja fiscal aprobada por su mujer, y que su marido se aplica de forma muy cuestionable, habría tenido que pagar 2,6 millones de euros en impuestos. Es lo que pagan las donaciones en otras comunidades donde estos impuestos no han sido abolidos de facto. O cuando no se dan los requisitos para acogerte a esta bonificación.

Pero gracias a esta reducción del 99% en el impuesto, cuyos requisitos es muy dudoso que cumpliera, el marido de Aguirre solo pagó 26.445 euros por un donativo valorado en casi ocho millones de euros: el 0,3%.

Tercera parte: Esperanza Aguirre utilizó su cargo como presidenta de Madrid para ocultar el Goya inédito