CRÓNICA

La pandillera Díaz Ayuso se hace con el control del clan madrileño del PP

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Qué ganas tenía Isabel Díaz Ayuso de presidir el PP de Madrid. Pasó el primer examen con su victoria en las elecciones autonómicas de hace un año. Se encontró con la oposición total de Génova cuando el doctor Frederick Frankenstein, también conocido como Pablo Casado, quiso eliminar a la criatura que había creado, asustado por las dimensiones que había adquirido. Un error trágico al que Díaz Ayuso respondió con una furia descontrolada que exigía la decapitación de los responsables de tamaña ofensa. Y eso es lo que ocurrió hasta terminar propiciando la despedida más patética que ha tenido en mucho tiempo el líder de un partido español.

Tantas ganas tenía Ayuso que así se ha llamado al congreso regional del partido con el eslogan “Ganas”. Ese lema estaba inscrito en el inmenso mural de ocho metros de largo junto al que se fotografiaron antes de comer la presidenta de Madrid con todos los muy sonrientes miembros de su grupo parlamentario en la Asamblea. Alguien tocó algo –viento, no había mucho– y el cartelón cayó sobre las filas de atrás. No hubo que lamentar desgracias personales.

Quizá fue el comunismo el que intentó cometer un magnicidio, pero Ayuso no se vio afectada ni perdió la sonrisa. Todo está diseñado en este congreso a mayor gloria de su ascenso definitivo, que en realidad ya estaba bastante claro cuando pusieron la mortaja a Casado, Núñez Feijóo fue elegido y ella se convirtió en la número dos del partido en la práctica y alternativa a un posible fracaso del gallego en las urnas.

La pandillera se ha hecho con el control absoluto del clan madrileño del PP. Ahora todos bailarán y saldrán a las calles con su cara tatuada en el pecho a la caza de comunistas emboscados. Ella misma se autocalificó de “callejera, tabernaria y pandillera” en El Hormiguero. Y eso es lo que tendrán sus dirigentes. Mucha calle, muchas cañas y mucha actividad de pandilla. ¿A ti qué te pasa? ¿Me estás mirando mal? ¿No serás comunista? “Un ejército de 85.000 personas”, en definición del alcalde de Madrid sobre el presunto número de militantes, tiene una nueva misión.

Dientes, dientes, decía Isabel Pantoja para los momentos de tribulación. Quien estaba obligado a tenerlo más claro era José Luis Martínez-Almeida al que Casado y García Egea habían reclutado, quizá contra su voluntad, para minar a Ayuso. Menudo castañazo se dio, que aumentó después cuando se supo que un par de tipos se hicieron millonarios gracias a lo fácil que es engañar al Ayuntamiento de Madrid si conoces al primo del alcalde.

Almeida enseñó tanto los dientes el viernes con la intención de mostrar lo encantado que está con la ascensión de Ayuso que parecía el hombre anuncio de una compañía de dentífricos. Sonrisas, besos a Ayuso, abrazos, más sonrisas, qué contento estaba el pequeño alcalde cuando se acercaba a la que ya es su hermana mayor. Esta no le guarda rencor (en público): “Somos un equipo”. Un equipo de uno y medio, porque ambos no están a la misma altura.

Como cuando dijo aquello de “seremos fascistas, pero sabemos gobernar” –a menos que haya que comprar mascarillas–, Almeida volvió a ofrecer una frase con intención irónica que en realidad es un regalo para los rivales políticos del PP. “Nos dicen que somos el laboratorio de ideas neoliberales. Y a mucha honra”.

Qué poco se entera Almeida de cómo funciona la política. No parece que el PP gane mucho si acepta orgulloso la etiqueta 'neoliberal'. Lo mismo Miguel Ángel Rodríguez, jefe de gabinete de Ayuso, le tiene que dar una teórica para ponerle al día.

El tremendismo le viene mucho mejor a Ayuso. Sobre eso, ha construido su fama en la base social del PP, no sólo en Madrid. No lo va a abandonar, ya que es el rasgo esencial de su marca. Antes del comienzo del congreso, en una rueda de prensa inesperada para ocupar también los titulares de la mañana –Rodríguez no desperdicia ninguna franja horaria–, la presidenta hizo lo que más le gusta: dar caña al Gobierno de Pedro Sánchez.

Desde 2020, no se presenta como una presidenta autonómica, sino como el principal muro de contención contra el sanchismo. Habrá otros en el PP que disparen de forma selectiva y apuntando con calma. Ella es más de las armas de destrucción masiva.

Donde la realidad no es tan redonda como para brindarle una oportunidad de crítica clara, Ayuso se ocupa de aumentarla, a veces hasta de deformarla. A partir de cierto tamaño, es más fácil acertar. Acusó al Gobierno central de poner en tela de juicio al Banco de España en relación a las previsiones macroeconómicas. Y luego Ayuso puso la coda: “Ya veremos qué pasa con esta institución”. Como si fueran a ilegalizarla o algo así.

Sobre la izquierda, dijo que “fomentan entre los jóvenes la lacra de las drogas”. Más Madrid ha pedido la regulación del consumo de cannabis porque “protege mejor la salud y la seguridad de los usuarios adultos, aleja el cannabis de los menores y mantiene los beneficios fuera del mercado negro”.

Ayuso cargó contra el feminismo, una idea que provoca alborozo entre los militantes del PP en la Comunidad. Acusó al Gobierno de “estigmatizar” a las mujeres con debates “innecesarios”, en alusión a las bajas médicas para las mujeres con reglas dolorosas. Por la tarde, amplió la apuesta. “Bajo pena de tarjeta roja y penalti, prohibido hablar con perspectiva de género. Eso significaría que no se ha enterado de nada de lo que está pasando”. Gran ovación en el plenario, encantado de escuchar burlas al feminismo.

Curiosamente, esta vez Díaz Ayuso no quiso lanzar un alegato en favor de Juan Carlos de Borbón, como ha hecho en otras ocasiones. Le preguntaron en la rueda de prensa por su regreso a España. Utilizó la respuesta para elogiar a Felipe VI y sólo reservó una frase escueta a su padre: “Al rey emérito, al rey don Juan Carlos, le deseo lo mejor”.

En cualquier caso, fue una versión relajada de Díaz Ayuso la de la primera jornada del congreso. Ha tenido tardes más gloriosas. Ya elegida como presidenta, contará este sábado con la oportunidad de ofrecer un discurso repleto de ideología XXL. Alberto Núñez Feijóo también tendrá el suyo, con el que se clausurará el acto. Ahí se verá hasta qué punto ambos quieren profundizar o rebajar sus diferencias de estilo y de fondo. El nuevo Partido Popular deberá aceptar que no son idénticos, porque no se puede permitir otro cisma como el sufrido. Otra cosa es que en el “laboratorio de ideas neoliberales” sea Ayuso quien se ocupe de hacer los experimentos más audaces o locos.