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El triple drama de los abuelos de los “niños del califato”

EFE

París —

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Al dolor por la pérdida de sus hijos enrolados en el Estado Islámico(EI) y al rechazo social por la mancha que supone ese estigma, un grupo de abuelos franceses suma un tercer drama: la lejanía de sus nietos bloqueados en campos kurdos.

Para calmar ese dolor se han unido para reclamar que Francia repatríe a los menores, inocentes de una barbarie que vive sus últimas horas, víctimas de un mundo al que llegaron por accidente.

“El Gobierno francés no puede convertir a los niños en culpables de algo que cometieron sus padres”, dice a Efe el abogado Marc Bailly, que representa a varios de esos abuelos.

Tienen sangre francesa y, aunque algunos de sus progenitores combatieron junto al grupo yihadista, para sus abuelos o familiares merecen una segunda oportunidad.

No pierden la esperanza de recuperarlos. Francia, que en principio se había mostrado intransigente, ha virado su posición. Hace una semana repatriaron a cinco huérfanos franceses, entre ellos los nietos de Lydie Maninchedda, de 1, 3 y 5 años, fruto de la relación de su hija Julie, fallecida en Siria, con un yihadista alemán que está encarcelado.

Ese ejemplo devolvió el optimismo a otras muchas familias. El ministro francés de Exteriores, Jean-Yves Le Drian, es ahora menos reticente a facilitar su vuelta.

“Hemos repatriado a cinco huérfanos. Es posible que haya más y, si las condiciones lo permiten, los traeremos”, declaró a la cadena de televisión “BFMTV”.

El jefe de la diplomacia francesa, sin embargo, pone condiciones: que sean huérfanos, que tengan menos de cinco años y que se establezca bien su relación con Francia. Porque, asegura Le Drian, “hay que tener cuidado de no dejarse manipular”.

Se muestra escéptico sobre los menores que están en esos campos con sus madres, cuya cifra exacta se desconoce: “Ellas no fueron allí en 2015 a hacer turismo, son militantes del EI, del yihadismo (...) que fueron para combatir contra Francia”.

Para Bailly, esos son “argumentos vergonzosos” porque “suponen discriminar a unos niños con respecto a otros por la actitud de sus padres”.

“¿Por qué los huérfanos sí y los otros no?”, se pregunta el letrado: “¿Qué culpa tienen los niños? ¿Hay que abandonar a los otros con el pretexto de que sus padres han corrido otra suerte?”.

El abogado acusa al Gobierno de “no atender a sus obligaciones internacionales” y “plegarse a la opinión pública”, que considera a todo combatiente del EI y a sus hijos como “bombas con efecto retardado”.

Francia es firmante de la Convención de Nueva York sobre derechos de los niños, por lo que Bailly ha llevado hasta el Comité de la Infancia de la ONU las peticiones de los abuelos, después de que la justicia nacional rechazara sus demandas.

“No es solo una obligación humanitaria por el peligro que corren esos niños. También por motivos de seguridad, no se les puede dejar en manos de los kurdos, que están en una situación precaria, o de Irak, que tiene muchos otros problemas. Es lanzarles un problema que debe solucionar Francia”, asegura.

Considera que los menores deben ser acogidos y sus madres juzgadas en su país de origen.

Algunos abuelos, desesperados, han iniciado otras vías. Pascale, por ejemplo, se esconde tras un nombre ficticio para pedir en el diario “La Voix du Nord” que se repatríe a sus cuatro nietos, que se encuentran junto a su madre en Al Hol, en la provincia nororiental siria de Al Hasaka, donde las organizaciones humanitarias calculan que hay 40.000 personas.

“Es inhumano dejarlos allí, es maltrato pasivo”, afirma esa habitante del norte del país.

Recuerda que su hija se convirtió al islam con 17 años, pero que tras una ruptura sentimental se radicalizó, hasta el punto de acudir a combatir al lado del EI en Siria y hoy, con 30 años, acabar en un campo.

Una historia similar a la de Samira, cuyo hijo se encuentra en una prisión kurda mientras su nuera está en un campo del noreste de Siria con su nieto de un año.

Luis Miguel Pascual

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