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humor al cubo

Cuando a Miguel Maldonado la inocencia le salió dos veces cara

Antonio Contreras

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Miguel Maldonado (Murcia, 1986) es una de las figuras emergentes de la comedia en España. Se dio a conocer junto a Facu Díaz su espacio televisivo No Te Metas En Política, que han paseado como espectáculo por toda España. Puede decirse en su caso que más que buscar encontrarse con el mundo del humor, fue el humor el que se encontró con él. Ha llegado a cómico casi por casualidad. Su colaboración con Buenafuente en #0 le ha permitido aumentar en estos últimos meses su popularidad y empezar a entrar en la lista de los humoristas más destacados del momento.

¿En qué momento de tu vida decidiste dedicarte a la comedia?

Yo era realizador de un programa que hacía Facu Díaz en el que todo era muy precario. En un momento dado a él le faltaba gente para que saliera en los sketches a darle la réplica. Como no había nadie más, pues directamente yo dejaba la cámara, salía un segundo y hacía la réplica. Eso empezó a funcionar y hasta ahora. Al final, opté por dejar de realizar, porque también era bastante malo, las cosas son como son, y entonces me dediqué a esto otro.

¿Tu aspiración original era ser realizador?

Yo estudié historia del arte en Murcia y ahí empecé a intentar dirigir. Iba a hacer un doctorado sobre historia del cine y el profesor que iba a dirigirme esa tesis también daba cursos sobre cómo hacer cortos. Entonces, empezó a interesarme más el tema. Él me animó a que me fuera a Madrid para estudiar dirección. Así que vine a Madrid a una escuela de cine a hacer un curso de un año. A raíz de eso conocí a gente que ya se movía en el circuito de hacer cortos, de hacer cine y empecé a trabajar de auxiliar de dirección y empecé a dar saltos y a dar rebotes y acabé siendo realizador.

Mucha gente te sigue ahora en el Late Motiv de Buenafuente

Hago una sección ahí con Andreu Buenafuente, que es como mi maestro sensei. Él me guía. Luego aparte hago un podcast. Hemos intentado mantener un poco el espíritu de lo que hacíamos en el periodo de confinamiento. Antes lo hacíamos todo en teatro con público, una cosa super escandalosa. Entonces, ahora hacemos un podcast como el 99% de la humanidad, porque ahora parece que si no haces un podcast pues no eres persona. Con lo cual, yo estoy totalmente en contra de los podcast, sobre todo del nuestro en concreto. Es broma, está guapo. Tenéis que seguirlo todos.

¿Cómo llevas lo de hacer comedia sin público presente?

Esto lo he hablado mucho, por ejemplo, con Andreu y Berto, que ellos también antes hacían el Nadie Sabe Nada con público. Para un cómico siempre es mejor tener a alguien enfrente para que, cuando sueltes un chiste, sepas si ha funcionado o si alguien te quiere pegar o lo que sea. Pero también es verdad que ahora estamos todos otra vez acostumbrándonos a hacerlo sin público delante. El hecho de que haya público es también algo que te genera cierta esclavitud porque estás continuamente buscando que la gente se ría. Cuando no hay gente y tú puedes ir a tu ritmo, con tu compañero, tranquilamente, hablando, probando y tal, surgen otras cosas. O sea que en realidad no es tan malo. Yo tampoco soy un experto en esto. El tema de la comedia es una cosa que me ha llegado de rebote y, mientras dure, bien y cuando no, pues volveré a trabajar en el Ikea que es lo que hacía antes.

¿Cómo funcionáis Facu Díaz y tú en el No Te Metas En Política?

Cuando actúo con Facundo, básicamente, él es como una suerte de analista político súper inteligente que le da a todo un toque de humor y cubre la parte del payaso serio. Yo soy un poco el que hace más el tonto en sentido estricto. Él igual te hace un chiste super complejo sobre por qué el gobierno social comunista no es tan así y yo voy y hago un acento portugués, por ejemplo. Entonces eso es un matrimonio que suele funcionar. No siempre, claro. Pero, generalmente, sí.

Así que ¡hacer el payaso se te da bien!

También me ha dado alguna complicación. Recuerdo, hace ya muchos años, que yo estaba en Murcia bebiendo en la calle, haciendo lo que allí se llama botelleo y eso era ilegal, evidentemente. En un momento dado, hubo una patrulla de la policía local que se personó en el sitio y nos interpeló. Nos dijo: “Chicos, esto que estáis haciendo es ilegal y conlleva sanción administrativa”. Así que procedieron a extendernos una receta a cada uno con una multa por estar bebiendo en la vía pública. Y se fueron. Algún amigo, hacía no mucho, me había contado que, si tú cometes un delito, en las siguientes 24 horas no pueden multarte por lo mismo. Con lo cual, yo consideré que al ser yo poseedor de una multa por estar bebiendo en la vía pública, tenía 24 horas por delante para hacerlo impunemente. ¡Hace falta ser subnormal!

Pues ya lo has dicho tú todo...

El caso es que yo, acto seguido, empecé a seguir bebiendo en la calle, pero además con actitud, digamos, ciertamente altiva. O sea, yo me sentía seguro. Me sentía impune. Así que empecé a beber con muchísima alegría, incluso bailando, silbando, etc. Todo esto, llamó la atención de otra patrulla diferente de la policía, que no daba crédito al ver a un chaval haciendo algo ilegal pero, además, con actitud de sobradismo. Así que se personaron otra vez en el sitio en el que estaba yo y, con mucha discreción, me dijeron: “Perdona, ¿qué haces? Porque estás bebiendo en la calle, estás chillando, estás bailando y nos estás incluso vacilando. Esto no se puede hacer”. Y le digo: “Amigo, eso es lo que tú piensas porque yo tengo esto”. Saqué la multa y se la enseñé en la cara diciendo: “¡Mira, mira! ¡Soy libre! ¡Soy impune! ¡Nada puede pararme ahora!”.

¡El policía debió quedarse impresionado!

Mirándome fijamente, me dijo: “¡Vamos a ver, vamos a ver! ¿Qué haces? ¿No te das cuenta de que eso no tiene nada que ver?”. Y le digo: “Perdona, pero a mí me han dicho que si cometes un delito en un día, en las siguientes 24 horas no pueden multarte por lo mismo”. Y me dice el tipo: “¿Tú te crees que yo soy gilipollas?”. Y yo le contesté: “Hombre, en principio, no. Si no me das más motivos, no tengo por qué pensarlo”. No le sentó bien eso, la verdad. Mis amigos sí que se rieron mucho. Entonces él se enfadó un poco conmigo y me dijo: “Ya, en serio. Vamos a ver, subnormal, -que me parece un término poco apropiado para un agente de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado- ¿Tú te crees que si entonces matas a alguien ahora y te pillan, luego ese día tú puedes matar a quién tú quieras tranquilamente?”. Lo pensé y le respondí: “Hombre, visto así, la verdad es que tiene sentido”. Huelga decir que me puso otra multa y se marchó tranquilamente, incluso sonriente, victorioso. No así yo, que me quedé con cara de tonto, la verdad. Al final, consideré más oportuno irme a mi casa con la cabeza agachada y explicarle a mis padres al día siguiente por qué no tenía una, sino dos multas por lo mismo en un lapso de tiempo de media hora.

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