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Cañete se niega a escuchar a la pesca artesanal y sostenible

Rueda de prensa en el Arctic Sunrise, barco de Greenpeace. / Markel Redondo / Greenpeace.

Héctor Juanatey Ferreiro

Rumania, Bulgaria, Grecia, Croacia, Eslovenia, Italia, España, Francia y Reino Unido. Estos nueve países tienen en común, además de pertenecer a la Unión Europea, haber sido los lugares escogidos por Greenpeace para realizar su campaña de apoyo a la pesca sostenible que desde el pasado mes de febrero inició a bordo de uno de sus barcos, el Arctic Sunrise, en un tour que terminará en Londres el 8 de junio.

Ocho de estos países, o sus gobiernos, para ser más exactos, comparten además el haber enviado a sus ministros de Pesca, o secretarios generales, con el fin de que se reunieran con la organización y con pescadores que practican la pesca sostenible y artesanal y de esa forma escuchar sus propuestas. Ocho. Únicamente uno de ellos rechazó, mediante el silencio, toda invitación: España. Ni el ministro de Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, ni cualquier otro responsable en la materia se acercaron a ninguno de los tres puertos en los que ha atracado el Arctic Sunrise en territorio español: Barcelona, Dénia, Bilbao.

¿Por qué este silencio, este rechazo a escuchar la posición de estos pescadores? Elvira Jiménez y Celia Ojeda, responsables de esta campaña de Greenpeace en España, están seguras de que se debe “a la vinculación”, no solo de Cañete, sino del Gobierno, con el lobby pesquero. “Desde el Gobierno siempre nos han dicho que ellos están en permanente contacto con la gran industria pesquera en España, y que esa industria abarca a todos los pescadores”, explica Jiménez, “pero con este tour hemos demostrado que no es así, que estos pescadores se quejan de que no se les escucha ni se les tiene en cuenta”.

En el lado contrario, Ojeda, también responsable de Océanos de Greenpeace, destaca el caso de Rumania. Allí, la propia ministra de Pesca se acercó a escuchar las propuestas de la organización y los problemas de los pescadores artesanales. “Nos dijo”, relata Ojeda, “que gracias a eso ya sabía de quién tenía que hablar en Bruselas y que ya sabía qué tipo de pesquería quería en su país. En España, sin embargo, no entendemos cómo tres años después [en este tiempo se ha debatido la política pesquera para los próximos diez años] el Gobierno sigue negándose a escucharlos”.

Ojeda opina que los ministros han sido mucho menos valientes que el Parlamento Europeo, que en febrero recomendó la protección de los stocks pesqueros. Esta semana, sin embargo, los ministros europeos de Pesca “aprobaron un borrador muy débil, en el que ni siquiera protegen los stocks, ya que ni siquiera fijan fechas límite para su cumplimiento, ni tampoco eliminan, por ejemplo la práctica de los descartes [tirar al mar peces recién pescados]”. En la misma línea se expresa Mario Rodríguez, director ejecutivo de Greenpeace España: “Los ministros han preferido hacer oídos sordos y mantener el statu quo”.

La campaña de Greenpeace, por tanto, no es casual; coincide en fechas con la revisión de la Política Pesquera Común (PPC) por parte de los distintos Gobiernos de la Unión Europea. La organización busca no solo apoyar la pesca sostenible, sino que los pescadores artesanales que la practican tengan voz en esta reforma. En la opinión de la organización, “el 60% de los stocks de peces están sobreexplotados y han perdido la capacidad de recuperarse” debido a que aunque la PPC nació en 1970 para asegurar una industria pesquera “rentable y sostenible”, hasta hoy únicamente “ha favorecido a los barcos de gran tamaño y a los más destructivos, que amenazan el futuro de los mares, océanos y de las comunidades que dependen de ellos”. “El resultado”, denuncia Greenpeace durante esta campaña, “ha sido la creación de una gran flota pesquera destructiva mantenida a través de billones de euros en ayudas que provienen del bolsillo de los contribuyentes”.

Luis Belaustegi fue pescador artesanal en el golfo de Bizkaia la mayor parte de su vida. Se ha acercado al Arctic Sunrise, en Bilbao, con el fin de detallar la situación que vive este tipo de pesca. Vicepresidente de Ondarroa 12 Mil, Belaustegi reclama, a través de esta asociación, el uso exclusivo de las primeras doce millas, que es la plataforma continental, para la pesca artesanal. “Queremos que esas doce millas sean declaradas agua marinada protegida. Los barcos de arrastre saldrían de ahí. Además, pedimos también que se regule la pesca del cerco, de forma que dentro de las seis primeras millas no entrarían barcos de cerco, y de la sexta a la duodécima milla podrían hacerlo pero tendrían que pescar sin luz”.

Belaustegi cuenta en primera persona la desaparición de especies marinas, como por ejemplo el besugo. En la zona del golfo de Vizcaya, explica, hay 26 caladeros en los que cientos de pescadores artesanales pescaban el besugo. “Ahora, ya no hay besugo, ha desaparecido. Al año, en todo el Cantábrico, con suerte se pescan 100”. Por ese motivo tratan de salvaguardar esos caladeros, situados en las primeras doce millas, de forma que especies como el besugo puedan volver a procrear. “En nuestra asociación hay biólogos que están convencidos de que estas especies desaparecen porque no se las deja reproducir”, señala para comentar que los grandes barcos pesqueros no dudan en trabajar en las zonas en las que muchas poblaciones de peces se acercan a desovar.

La administración, mientras tanto, asegura este pescador, no hace nada. “Ponen siempre la excusa de la mala situación económica”. Y explica: “Lo que ocurre es que la culpa de que suceda todo esto es también del propio sector pesquero. Son ellos los que se enfrentan directamente a nosotros, porque muchos solo piensan en una pesquería a corto plazo, mientras que nosotros lo hacemos a largo plazo, para que se pueda seguir pescando en un futuro. Es una actividad que no solo genera empleo, sino que permite que podamos seguir comiendo pescado local, y no tener que importarlo desde países de fuera como India, Noruega, etc”.

En un barco de doce metros, Javier Sarobe, con otro compañero, practica la pesca artesanal de merluza, bonito, lubina y verdel. Desde el Arctic Sunrise apunta también a la mala situación a la que están abocando las políticas a este tipo de pesca. Habla, por ejemplo, del caso del verdel: “Europa estableció una cuota para la pesca de verdel. El problema fue que éramos 600 barcos para pescarlo y muchos de ellos practicaron sobrepesca. Ahora, como sanción, la cuota se ha reducido a la mitad. ¿Cuál es el problema? Que esa sobrepesca la hacían los barcos grandes, industriales, pero todos tenemos que pagar por ello. La pesca de verdel, en este momento, es insostenible. Lo que tendríamos que pescar en tres meses se agota en diez días”.

Sarobe señala otro problema, y es el hecho de que muchos de los que no practican la pesca sostenible quieren situarse bajo esa nomenclatura: “Si no se controla, acabaremos con el último pez y tendremos que mandar los barcos al desguace”.

El debate está claro. Se trata, según Mario Rodríguez, director ejecutivo de Greenpeace España, de “uno entre dos modelos de pesca: el que garantiza el futuro y el que esquilma los caladores y aboca al paro a mucha gente”. Y el problema “es sencillo”, prosigue, “hay demasiados barcos para pocos peces”. Por ello, cree que es una discusión “importante porque se trata de ver qué tipo de pesca garantiza el futuro” y los distintos Gobiernos “siguen oyendo únicamente al lobby pesquero”, pese a que “la pesca artesanal es mayoría y genera más empleo”.

Por culpa de las prácticas de la gran industria pesquera, en los últimos años han ido al paro ya 50.000 personas, afirma Rodríguez, y de seguir así próximamente se perderán otros 23.000 empleos.

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