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Chen Chulan, memoria viva de la enseñanza del español en China

Chen Chulan, memoria viva de la enseñanza del español en China

EFE

Pekín —

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No tenían libros, ni profesores, ni medios, “no teníamos nada”, pero los primeros estudiantes de español de China lo compensaron con entusiasmo patriótico, recuerda Chen Chulan, catedrática jubilada que formaba parte del primer grupo de alumnos.

Era el verano de 1952, y la joven República Popular creada por Mao Zedong organizaba una conferencia de paz de países de la cuenca del Pacífico, pero no había traductores para los delegados latinoamericanos.

El primer ministro, Zhou Enlai, ordenó a la Escuela de Lenguas Extranjeras organizar clases. Fue una “fecha inolvidable para nosotros”, recuerda Chen, ya con 84 años, en una entrevista con Efe.

“Entonces en China nadie hablaba español”, explica Chen. La única persona que encontraron que supiera algo era Meng Fu, que había aprendido algo como diplomático en Chile.

Los primeros 15 alumnos fueron obligados, Chen entre ellos, dentro de un grupo de ocho estudiantes avanzados de francés.

No había manuales y sólo se encontró un viejo diccionario español-cantonés editado en Filipinas por misioneros españoles. Chen, cantonesa, podía entenderlo, pero no la mayoría.

Meng y Chen Yongyi, un autodidacta que luego sería intérprete de Mao, elaboraron un folleto escrito a mano con expresiones y palabras comunes: “hola”, “buenos días”, “señorita”, “comida”, “¿cómo está usted?...”

A continuación, Meng les enseñó la fonética y las reglas de acentuación en tres horas. Las clases de conversación duraron apenas dos semanas.

La conferencia tuvo lugar en otoño, con 110 delegados latinoamericanos, y aunque los traductores salieron del paso (a menudo usando francés) su español era muy básico.

Chen recuerda como el traductor del chileno Pablo Neruda le llevó al zoo de Pekín y, una vez allí, le dijo que iban a ver “un cerdo grandísimo”. “Tonto, es un elefante”, exclamó el poeta al verlo.

Tras la conferencia, el primer ministro Zhou ordenó crear programas de español en la universidad y en febrero de 1953 comenzaron las clases, con Chen Chulan a la vez como estudiante avanzada del primer grupo y ayudante de Meng.

Para entonces ya tenían dos manuales de español traídos del Ministerio de Comercio Exterior de la URSS, pero que hubo que traducir del ruso. “Teníamos un profesor, dos manuales y dos libros”, evoca.

Chen cuenta entre sonrisas que el “pobre señor Meng” dimitió tres veces, deprimido porque los alumnos planteaban dudas que no sabía resolver: las diferencias entre esto/este, ese/eso, qué lógica hay en los verbos irregulares.... pero el rector siempre le convenció de que su deber patriótico era continuar.

Además, el primer ministro “se preocupó mucho por nuestra sección”. Cuando en 1954 viajó a Ginebra para una conferencia internacional, su secretario personal llamó para preguntar si necesitaban algo. Volvió con una caja de discos de clases de español para el viejo gramófono de la escuela.

Pese a los años, Chen muestra una memoria prodigiosa. Igual recuerda frases de esos discos que las únicas dos canciones que les enseñó Meng: la mexicana “Guadalajara” y la chilena “Soy marinero”.

Destaca con fuerza cómo, pese a la falta de medios, todos trabajaban con entusiasmo y sacrificio. Estudiaban por la noche y los domingos: “El país nos necesitaba”. De allí salieron profesores, embajadores e intérpretes de los líderes chinos.

Tras graduarse en 1956 Chen siempre enseñó español y llegó a ser catedrática universitaria. “Me interesa más la metodología, la lingüística aplicada”, explica. También participó en la elaboración del primer diccionario chino-español, de 1958.

¿Lo más fácil del español? “La fonética”, también la “errrre”, que exagera con una gran sonrisa. Y lo más difícil, “entender cuando hablan entre ustedes”, rápido y con palabras más complicadas.

Chen no pudo viajar a España hasta 1982, con una beca para estudiar en la Universidad Autónoma de Madrid. Estaba “encantada”. Le impresionaron especialmente las enormes bibliotecas, públicas o privadas, como la del académico Manuel Alvar, que tenía en su casa 4.000 volúmenes únicamente sobre lingüística.

Su piso, en el distrito pequinés de Xicheng, es un pequeño museo de recuerdos, nombramientos y fotografías, con el entonces príncipe Felipe o exjefes de Gobierno o Estado de España y Latinoamérica. Posa orgullosa con la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica que recibió este año.

A pesar de su edad, Chen sigue muy activa. Escribe un blog que siguen cientos de colegas y exalumnos, acude a actividades relacionadas con el español y escribe artículos. El último, hace dos semanas en la edición española de la agencia oficial Xinhua, un perfil sobre Alvar.

Y habla orgullosa de su hijo Yanyan (Antonio), corresponsal en Madrid desde 1990 del periódico deportivo Titán y “amigo de Messi y de Cristiano Ronaldo”.

En consonancia, un escudo del Real Madrid y otro del FC Barcelona cuelgan amistosamente, uno frente a otro, en el salón.

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