El origen del 'primer vampiro' documentado está en una aldea olvidada de Serbia

Las creencias sobre el vampiro surgieron en Europa oriental, vinculadas a episodios reales de epidemias, superstición popular y enterramientos prematuros. En varios puntos de los Balcanes y el este de Austria, la muerte súbita, sin explicación médica clara, solía atribuirse a fuerzas oscuras relacionadas con el más allá.

Este tipo de figura adquirió rasgos propios a partir de testimonios que hablaban de cadáveres bien conservados, ataques nocturnos y síntomas como pérdida de sangre o dificultad para respirar. A lo largo del siglo XVIII, estas narraciones comenzaron a estructurarse con patrones similares, alimentadas por miedos y relatos orales que pasaban de generación en generación.

En algunas zonas rurales, el vampiro se describía como un difunto que abandonaba su tumba al anochecer para causar el fallecimiento de sus antiguos vecinos. El caso que consolidó este imaginario colectivo ocurrió en 1725, en un pequeño pueblo del actual norte de Serbia.

Un documento administrativo terminó dando forma a una figura del folclore europeo

En la aldea de Kisiljevo, un informe oficial enviado por el Imperio Habsburgo recogió por escrito una situación que los habitantes describieron como una amenaza real. Petar Blagojević, un campesino fallecido poco antes, fue señalado como causante de al menos nueve muertes en apenas una semana.

Las víctimas aseguraron en su lecho de muerte que él las había visitado mientras dormían y las había estrangulado. Los vecinos decidieron actuar por su cuenta, abrieron la tumba del difunto y comprobaron que su cuerpo no presentaba signos de descomposición.

El documento original, publicado en el Wienerisches Diarium, detallaba el estado en el que se encontró el cadáver y las medidas que adoptaron los aldeanos para detener los supuestos ataques. Según ese escrito, Blagojević tenía la piel intacta, el pelo y las uñas más largos que al momento de su entierro y restos de sangre fresca en la boca.

Tras la exhumación, se clavó una estaca en su pecho y se incineró el cuerpo frente a varios testigos del lugar. La desaparición de nuevas muertes fue interpretada como una prueba de que la amenaza había cesado.

La atención que recibió el caso, tanto dentro como fuera del imperio, sirvió de base para que los relatos de vampiros dejaran de ser simples rumores locales y pasaran a considerarse fenómenos a tener en cuenta por parte de las autoridades en aquella época.

Historiadores como Clemens Ruthner, citado por la Universidad de Trinity College de Dublín, plantearon que todo pudo deberse a un malentendido lingüístico. En sus palabras, “en búlgaro, la palabra upior significa persona malvada”. Ese tipo de confusión, unido al clima extremo de aquel verano y a la propagación de enfermedades infecciosas, podría haber provocado una serie de fallecimientos consecutivos en poco tiempo.

Sin embargo, no todos comparten esta lectura racional. El profesor Nenad Mihajlović, estudioso de las tradiciones de la zona, insiste en la validez de los testimonios recogidos en los archivos oficiales. Según señaló en declaraciones recogidas por el medio serbio Novosti, “tenemos documentación completa de un acontecimiento muy especial”.

Aunque la historia de Blagojević no alcanzó en su momento una repercusión internacional inmediata, fue el primer caso registrado oficialmente que utilizó el término vampiro en un contexto administrativo. Esa aparición marcó un precedente en Europa, ya que los siguientes episodios similares, ocurridos en Moravia y otros puntos del continente, también fueron interpretados desde la óptica del vampirismo. A partir de ahí, el personaje pasó a consolidarse en los relatos populares y más adelante en la literatura.

Un saber ancestral persiste en zonas rurales donde la tradición se niega a desaparecer

En algunas casas del este de Serbia todavía se conserva el hábito de colocar botellas de rakija con ajo cerca de la entrada, como fórmula de protección heredada de creencias antiguas. Otros elementos, como el hilo rojo en las ventanas o el uso de sal en los umbrales, también responden a prácticas tradicionales que buscan proteger a los vivos de energías malignas. Este tipo de costumbres conviven con la conocida magia vlach, aún practicada en zonas rurales de los Balcanes.

En esas comunidades, ciertas mujeres mayores son consideradas guardianas de un saber transmitido oralmente, con fórmulas vinculadas a la naturaleza, las fases lunares y la memoria de los muertos. A pesar del paso del tiempo, este tipo de prácticas continúan vigentes en algunos pueblos apartados donde las creencias ancestrales mantienen su espacio dentro del día a día.

Casi tres siglos después, aquel informe oficial escrito a mano sigue generando debate. Más allá de interpretaciones médicas o lingüísticas, el documento existe, se conserva y fue impreso en un periódico oficial.

Aunque los hechos no puedan reconstruirse con métodos actuales, el registro se conserva y refleja cómo una serie de creencias, miedos y coincidencias dieron lugar a una figura que no tuvo base real. Aun así, Petar Blagojević quedó registrado como el primer vampiro reconocido oficialmente por una administración estatal.