Situado en la provincia de Alicante, Altea es un municipio costero perteneciente a la comarca de la Marina Baixa que mantiene su identidad arquitectónica y urbana. Se ubica en la costa mediterránea de la bahía de Altea, al sur de Calpe y al norte de l’Alfàs del Pi. Su núcleo urbano se organiza en torno a una colina en cuya cima se alza la iglesia parroquial, y desde la cual descienden calles empedradas y viviendas tradicionales que conforman el casco histórico.
La localidad ocupa un terreno accidentado que desciende hacia una franja litoral compuesta por calas y playas de cantos rodados, con una extensión costera que supera los ocho kilómetros. En el plano administrativo, Altea forma parte de la Comunidad Valenciana y cuenta con una población aproximada de 24.000 habitantes, según datos del Instituto Nacional de Estadística.
Patrimonio urbano y origen histórico
En el punto más elevado del núcleo urbano de Altea se encuentra uno de sus elementos más emblemáticos: la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora del Consuelo. Este edificio religioso, construido entre 1900 y 1910, responde a una planta de cruz latina. Su diseño incorpora elementos neobarrocos y destaca por sus cúpulas recubiertas de tejas azules, conocidas popularmente como “la cúpula del Mediterráneo”, visibles desde varios puntos del litoral. Desde 2013, el conjunto monumental al que pertenece está incluido en el catálogo de Bienes de Interés Cultural.
La iglesia se encuentra en el centro del casco histórico, una zona conocida como El Fornet, que conserva la estructura urbana original de origen medieval. Las calles empedradas, dispuestas en trazado irregular y con pendiente hacia el litoral, están flanqueadas por viviendas de una o dos plantas, generalmente encaladas y con elementos arquitectónicos tradicionales como balcones de forja y cubiertas inclinadas.
Junto al templo parroquial se encuentra uno de los principales puntos panorámicos del municipio: el mirador de la Plaza de la Iglesia. Desde este enclave se divisan elementos destacados del paisaje costero y del entorno montañoso de la comarca. La localidad cuenta con múltiples balcones urbanos que funcionan como miradores distribuidos por el trazado del casco antiguo. Desde ellos es posible identificar formaciones como la Sierra de Aitana, la Sierra de Bèrnia y el Puigcampana, así como relieves del litoral como la Punta de l’Albir, el Morro de Toix o el Peñón de Ifach, que enmarcan visualmente la bahía de Altea.
En cuanto al origen del nombre de la localidad, existen varias teorías que sitúan su raíz en tradiciones culturales diferentes. Una de las hipótesis más conocidas vincula el topónimo con el término griego “Althaía”, que puede traducirse como “yo curo” o “la que cura”, y que podría haber sido introducido en la zona por comerciantes o navegantes helenos en época antigua, en alusión a las propiedades del entorno natural o a alguna creencia local.
Playas y reconocimientos ambientales
Altea cuenta con una costa que se extiende a lo largo de varios kilómetros, conformada por playas y calas de gran calidad ambiental y paisajística. Tres de sus principales playas han recibido el distintivo internacional de Bandera Azul, un reconocimiento otorgado por la Fundación Europea de Educación Ambiental que certifica la limpieza, seguridad y servicios disponibles en las áreas de baño.
Entre estas se encuentran la Platja de Cap Blanc, una playa de arena fina y aguas transparentes que combina zonas de baño con espacios destinados a deportes acuáticos y actividades recreativas. La Platja de la Roda destaca por su accesibilidad y servicios adaptados, así como por su entorno natural que incluye paseos peatonales próximos al litoral. Finalmente, la Platja del Bol ofrece un ambiente más tranquilo, con un perfil menos urbanizado y rodeada de formaciones rocosas que aportan diversidad al paisaje costero.
Estos reconocimientos reflejan el compromiso municipal con la conservación del medio marino y el mantenimiento de infraestructuras adecuadas para garantizar la experiencia de residentes y visitantes. Además, las playas de Altea forman parte de un sistema costero integrado en el que se preservan tanto la biodiversidad como la calidad de las aguas del Mediterráneo.