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Desnudemos la fruta y a nuestros gobernantes

Página de Facebook del movimiento #DesnudaLaFruta

Carlos Hernández

El futuro de nuestro planeta vuelve a depender del empuje, la decisión y el compromiso de las personas “corrientes”. La sociedad va, como suele ser habitual en otros asuntos, muy por delante de sus gobernantes en la lucha contra el cambio climático y la contaminación plástica que inunda nuestro planeta. Mientras Mariano Rajoy y su primo siguen negando la evidencia, mientras Trump desprecia los acuerdos de Kyoto, mientras la mayoría de las empresas siguen preocupadas exclusivamente por incrementar a cualquier precio su cuenta de resultados… Mientras todo eso ocurre en los despachos, en las calles son muchos los ciudadanos de a pie que hace ya tiempo han dado un paso adelante para intentar revertir la catástrofe medioambiental a la que nos enfrentamos.

Esta semana Greenpeace España se ha sumado a la campaña #DesnudaLaFruta que pretende concienciar sobre el verdadero proceso de plastificación que está sufriendo nuestro planeta debido al uso abusivo y casi siempre absurdo que hacemos de ese cómodo y demasiado barato material. Una iniciativa que, según difundió la propia organización ecologista, iniciaron en las redes sociales “Isa, Fer y Patri”. Poco importa conocer los nombres completos de estas personas que no actuaron por afán de protagonismo sino por un puro sentimiento de indignación ante la marea de plásticos que cubre los océanos e invade nuestros ríos y demás parajes naturales. Reciclar es imprescindible, pero no es la solución. Isa, Fer, Patri y el resto de españoles que se han conjurado para intentar sacar a nuestro planeta de la UCI, saben que la situación no empezará a revertirse hasta que reduzcamos al mínimo el descomunal volumen de residuos que generamos cada minuto.

#DesnudaLaFruta ha tomado un llamativo ejemplo, el de los envases absurdos en que se venden numerosos productos, para ponernos a todos, consumidores, fabricantes y vendedores, frente al espejo. La imagen que vemos reflejada nos muestra, muy elocuentemente, el grado de estupidez que puede llegar a alcanzar el ser humano. Nos escandalizamos al encontrarnos una antaño paradisíaca playa de arenas blancas trufada ahora de plásticos azules, rojos y verdes. Nos indignamos al contemplar en televisión algún programa, como el inquietante reportaje que este jueves presentaba Jalis de la Serna en La Sexta, que nos muestra islas de basura, fauna y flora exterminada por una capa de plástico, peces infectados con ese material que entran en nuestra cadena alimenticia… Nos escandalizamos y nos indignamos para acto seguido acudir al supermercado de nuestro barrio y comprar una cebolla suelta que se presenta sobre una bandeja blanca de poliestireno forrada por una gruesa capa de plástico. Ya que estamos y que vamos con prisas, del mismo estante cogemos dos peras servidas en el interior de otro profiláctico, un cubito de plástico con dos mandarinas peladas, cuarto de melón envuelto en medio rollo de papel de filmar y ¡por qué no! una cajita transparente que contiene el colmo de la comodidad y de la imbecilidad: un plátano pelado y cortado en trocitos para ahorrarnos… ¿10 segundos de nuestro tiempo? Si no lo han hecho todavía, hagan la prueba. Fíjense detenidamente la próxima vez que vayan al súper y verán cómo se repiten este tipo de absurdos bodegones con aroma a látex. Si aún no se han decidido a cambiar de hábitos, prueben a “desnudar” su compra al llegar a casa. Apilen todas las bandejitas, envases, bolsas y papeles plásticos que envolvían los alimentos y se llevarán una desagradable sorpresa.

Los promotores de esta campaña dejarán este fin de semana la protesta virtual en las redes sociales y bajarán a la calle para devolver parte de ese plástico inútil a algunos de los establecimientos que los generan. Estos activistas que promueven el “nudismo” frutero no son los únicos héroes anónimos. El grupo “Zero Waste” lleva años trabajando para alcanzar una todavía lejana meta: la reducción a cero de los residuos. Toni pertenece a ese movimiento y emplea buena parte de su tiempo libre en cargar su vehículo con toda la basura que encuentra en bosques, montes y playas de Cataluña. Juan Carlos va por libre y aprovecha sus conocimientos de genética para producir fibra vegetal en una plantación de la localidad pontevedresa de Caldas de Reis. Con ella, codo con codo con su compañera Itziar, fabrica esponjas, estropajos y otros objetos naturalmente biodegradables.

Todos ellos son buenos ejemplos de que la solución empieza por lo que hagamos cada uno de nosotros, aunque debemos ser realistas y asumir que no se culminará en tanto en cuanto los estados no tomen medidas radicales para frenar esta invasión. Hasta ese momento y para adelantar su llegada, todo vale para movilizar a la sociedad y que nuestros gobernantes no tenga otro remedio que empezar a mover el culo. Francia fue la primera nación en prohibir el uso de bolsas de plástico. El Reino Unido ha declarado la guerra a los microplásticos que contienen los productos cosméticos y que, debido a su ínfimo tamaño, acaban irremediablemente en los océanos. Ambas naciones junto a otros países europeos ya han puesto fecha para la erradicación de los vasos, las vajillas y las célebres pajitas de plástico. En España hay algunos planes, tímidos anuncios y una vergonzosa realidad: a día de hoy el Gobierno mantiene demorado sine die el compromiso de obligar a todos los comercios a cobrar por las bolsas de plástico, previsto inicialmente para el pasado 1 de marzo. Mientras otros prohíben, nosotros aún no nos atrevemos ni a desincentivar su consumo cobrando un par de míseros céntimos.

Este es el panorama con el que celebraremos el próximo domingo el Día de la Tierra. Nuestros gobernantes seguirán pensando en la pela y en el corto plazo, mientras miles de Tonis, Patris, Isas, Juan Carlos, Itziars y Fers continúan su lucha. ¿Nos unimos a ellos o seguimos confiando en que Rajoy deje por sí solo de hacer caso a su querido primo?

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