Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El PSOE convierte su Comité Federal en un acto de aclamación a Pedro Sánchez
Las generaciones sin 'colchón' inmobiliario ni ahorros
Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol

El juego del Brexit

La primera ministra británica, Theresa May

Economistas Sin Fronteras

Alejandro Vázquez —

Las negociaciones del Brexit han llegado a un punto muerto. La frontera del Reino Unido en Irlanda sigue siendo un escollo insalvable, y hay profundas divisiones en la Cámara de los Comunes de GB. ¿Es posible un acuerdo para la salida de GB de la UE?  En este contexto de extrema incertidumbre, la teoría de juegos puede ayudarnos a comprender las acciones de los actores en función de sus intenciones y las consecuencias del juego que están jugando. 

Consideremos el Brexit como un juego de dos jugadores: GB y UE. Para simplificar, diremos que la UE tiene dos posibles estrategias que puede seguir: por un lado podría ofrecer un buen acuerdo a GB, lo que se conoce como Brexit suave, o bien, podría ofrecer un mal acuerdo a GB, también conocido como Brexit duro. Por otro lado, consideraremos también de manera muy simplificada que GB tiene dos estrategias: tendría la posibilidad de aceptar el acuerdo propuesto, o podría rechazarlo y salir de la UE sin acuerdo: Brexit a las bravas. 

La realidad es obviamente mucho más compleja que este simple marco: la UE puede ofrecer un ámplio abanico de opciones entre buenas y malas, y GB participa en las negociaciones, por lo que tiene una clara influencia en lo que se le ofrece. Pero este simple marco puede sin embargo revelar algunas ideas sumamente esclarecedoras para entender las negociaciones y el resultado final del Brexit. 

Ahora vamos a crear una matriz donde representemos los resultados obtenidos por los participantes en función de las estrategias aplicadas;  la cual podría ser algo más o menos como sigue:

Los números entre paréntesis de cada celda indican el beneficio para cada jugador dadas las estrategias adoptadas. El primer número en cada celda es el resultado para GB y el segundo es el resultado para la UE. Los números elegidos son puramente ilustrativos y no se corresponden con ninguna estimación real de pérdidas o ganancias. Lo que realmente nos importa es su proporción relativa. 

Si analizamos el juego de la perspectiva de la UE, en ésta entran en conflicto dos poderosas fuerzas. En primer lugar, desde una perspectiva económica, estaría interesada en ofrecer a GB el mejor acuerdo posible, beneficiándose así ambos jugadores. Sin embargo, y desde una perspectiva política, está incentivada en castigar a GB a fin de disuadir a otros posibles miembros de seguir la misma suerte que GB. Si consideramos que estos dos efectos son exactamente iguales y opuestos entre sí, esto querría decir que la UE sería indiferente ante la posibilidad de ofrecer un buen o mal acuerdo a GB.  Sin embargo, si el coste económico superase al coste político, entonces la UE se vería obligada a ofrecer un buen acuerdo a GB. Por el contrario, si el coste político superase al coste económico, entonces la UE ofrecería un mal acuerdo. 

Dicho lo anterior, y si nos centramos ahora en analizar las opciones de GB, parece obvio que el peor escenario sería una salida sin acuerdo. Sin embargo, si recibiera una mala propuesta por parte de la UE, podría mostrar preferencia a rechazar el acuerdo, ya que si bien en términos absolutos rechazar es peor que pactar, aunque sea un mal acuerdo, en términos relativos para GB aceptar un mal acuerdo podría ser aun peor que rechazarlo ya que perdería más proporcionalmente que la UE. 

Una posible solución podría venir de la mano del deseo de evitar el juego de culpa y por tanto de responsabilizarse de lo que podría ser una retroceso económico incalculable. Tal y como están las cosas, la historia probablemente registrará el Brexit como un divorcio mutuamente perjudicial entre GB y la UE. Lo que no sabemos es quién asumirá la mayor parte la culpa más allá del propio pueblo británico que libre y voluntariamente votó a favor de abandonar la Unión Europea. 

En términos teóricos del juego, los dos jugadores están sumergidos en una guerra de desgaste donde ambos están intentando presionar y convencer a su oponente para que ceda primero. Hay mucho en juego ya que el lado derrotado verá su credibilidad y su poder de negociación perjudicados a largo plazo. 

Era muy evidente que el gobierno británico solicitaría retrasar la fecha de salida de GB más allá del 29 de marzo, y los gobiernos de la UE se verían obligados implícitamente a otorgar la prórroga o, de lo contrario, se arriesgarán a asumir la culpa del acuerdo fallido. La duración real de cualquier demora de la fecha de salida será una pregunta muy debatida. Es posible que GB gane posiciones de manera significativa si aún se encuentra en la UE cuando se celebren las elecciones al Parlamento Europeo entre el 23 y el 26 de mayo, ya que en teoría, eso le daría la opción de decidir en los próximos presupuestos de la UE, lo que podría servirles para maniobrar dentro de las negociaciones de salida. 

Pero dada la incompatibilidad de los objetivos de los jugadores, es poco probable que las negociaciones posteriores aseguren un acuerdo. A los expertos legales probablemente se les pedirá que encuentren otra forma de extender las negociaciones, de justificar la no irrevocabilidad del artículo 50. Cualquier acuerdo que se debata, será siempre peor que la situación actual. Por otro lado, y respecto a la cuestión irlandesa, no existe acuerdo posible. Mantener al Ulster dentro de la unión aduanera podría significar la pérdida de su soberanía por parte de GB más pronto que tarde. Por ello el juego continuará hasta que el lado más débil ponga fin a las negociaciones porque no pueda seguir asumiendo el coste político de ésta, y al hacerlo, ese lado será el culpable de que todo el proceso haya salido mal. 

Como conclusión, y si tuviera que apostar por el resultado del Brexit basado únicamente en las consideraciones de la teoría de juegos, y no en la compleja red de preferencias y ambiciones personales que se desprenden de la extensa cobertura mediática del mismo, pondría todo mi dinero a que ninguna solución pactada del conflicto es posible. Las apuestas no podrían estar más altas. 

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión del autor y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.

Etiquetas
stats