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A mí no me pagan para hablar del tiempo

Imagen del vídeo de 'El País' en el que se ve cómo cuatro mossos golpean a Juan Andrés Benítez.

Lucía Lijtmaer

El ejercicio es tan sencillo que da hasta un poco de vergüenza. Y empieza así. Pongamos por caso que hoy es un día soleado de noviembre. Si yo digo que hoy hace sol donde yo estoy y que el sol luce por encima de nuestras cabezas, lo que tenemos es un hecho demostrable. Si yo digo que tengo frío en un día soleado, eso es una sensación. Podemos discutir si con un día soleado es normal que alguien tirite si va suficientemente abrigado, pero no que luzca el sol.

Lo sé. Qué obvio todo. Pero sigan conmigo, que no me pagan por hablar del tiempo.

El ejercicio de la opinión es un espacio de riesgos. Al comentarlo con otros compañeros, siempre salgo con la sensación de que sobre algunas cosas uno puede opinar con el conocimiento que otorga el ejercicio de la profesión y, sobre otras, puede hacerlo como ciudadano. Muchas veces ambas se confunden –uno no deja de ser ciudadano cuando tiene una profesión, y al revés–.

Lo peligroso comienza a ocurrir cuando se malinterpreta el derecho a emitir enunciados factuales –que han sucedido–, y se cuelan opiniones como si fueran otra cosa. Por ejemplo: si cuando yo digo que hace sol, otra persona me contesta que eso es relativo. Ahí entramos en un terreno muy difuso, lleno de nieblas.

Esta semana hemos podido comprobar cómo estas nieblas a veces inundan la opinión pública, sin muchos cuestionamientos. Incluso ante la segunda petición de presunción de inocencia por parte del jefe de los Mossos d'Esquadra, dos semanas después del fallecimiento de Juan Andrés Benítez, podíamos escuchar a tertulianos de diversos medios esgrimiendo dos ideas, que no hechos. La primera, que la violencia ejercida por las fuerzas que dependen de la Conselleria d'Interior siempre es preventiva, contra una posible violencia mayor. La segunda, la continuada pregunta, destinada a desviar la atención sobre el asunto: ¿por qué es la Guardia Civil la encargada de la investigación de la causa contra los Mossos d'Esquadra?

La presunción de inocencia es algo importante con lo que lidiar cuando uno transmite información, no siempre se respeta de manera escrupulosa. Resulta especialmente detestable cuando se usa para manipular la opinión pública. Y es delito cuando se esgrime contra el fallecido –de quien se divulgó que era seropositivo, algo que a todas luces queda fuera del ámbito del interés general–, alguien que, recordemos, fue la víctima de este caso, y no otra cosa. Que, con toda probabilidad, ocho tipos le hayan roto la cabeza a un ciudadano es un hecho. O lo hicieron o no lo hicieron. Que borren la sangre del escenario antes de que lleguen más testigos, también. ¿Son ambos hechos demostrables? Por lo que estamos viendo y, tras la admisión de los vídeos que lo atestiguan por parte de la juez, con toda probabilidad.

Las circunstancias a las que están recurriendo algunos opinadores como posibles atenuantes es lo peligroso. Porque revelan una connivencia entre violencia estatal y opinión mediática completamente transparente. Ahí está, en todo su esplendor. Refulgiendo con sus rayos dorados, acariciando nuestras mejillas, llena de ignominia.

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