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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Lo bueno de tener un sueño

Cártel de la película Selma.

Gara Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

David Oyelowo interpreta al líder Martin Luther King en un film que se queda a las puertas de los Oscars.

Este marzo se cumplen 50 años de la histórica marcha desde la localidad de Selma hasta la de Montgomery (Alabama) para luchar a favor de los Derechos Civiles de los ciudadanos negros de EE.UU. Una marcha encabezada por el histórico líder Martin Luther King, icono del siglo XX y Premio Nobel de la Paz que demostró que un sueño individual bien compartido, puede ser el triunfo de una causa colectiva.

La marcha por el voto

Desde la localidad de Selma hasta Montgomery solo hay 90 kilómetros, pero cuando Martin Luther King encabezó la marcha por los Derechos Civiles de una ciudad a otra, en realidad estaba pasando por encima de siglos de esclavitud y abusos de los blancos sobre los negros. A pesar de ser una marcha pacífica, no está exenta de violencia. Violento es el simple hecho de tener que pedir el voto por tener un color de piel diferente, pero solo ha pasado medio siglo desde que esta obviedad no estaba tan clara.

Fue violento ver, gracias al testimonio y las cámaras de los periodistas, como las policías de algunos estados del sur de EE.UU reprimían esta marcha en lo que ha pasado a la historia como el Domingo Sangriento. Por este contexto tan convulso el film acierta a mostrarnos a un Luther King (David Oyelowo) con su lado más divino: el ser humano débil que hay tras el mito.

Un hombre con dudas, con miedos, con horas bajas, un hombre que teme por sus seguidores, por sus hijos y por su esposa Coretta… Pero sobre todo, un hombre que tuvo un sueño.

¿Para qué sirve un periodista?

Pocas cosas se le escaparon a las diferentes administraciones norteamericanas en el ejercicio del poder durante el siglo XX, pero el error más garrafal fue subestimar el valor de la prensa: ese poder emergente que aceleró la globalización de la información. Error que pagaría caro con la guerra de Vietnam, cuando a Norteamérica llegaron a los televisores de los estadounidenses las atrocidades que los “heroicos” soldados hacían en Oriente en nombre de la libertad y lo volverían a pagar cuando las duras represiones contra la población negra que ejercía pacíficamente su manifestación de querer votar, dieron la vuelta al mundo. Tal vez fue este el principal motivo que propició la coyuntura de cambio, con la siguiente receta: un líder fuerte (Martin Luther King) un presidente asustado (Johnson) y una concienciación multicultural prodemocrática a favor de la igualdad. El resultado es una conquista manchada de sangre, pero que marca un poderoso punto de inflexión.

Un reparto de Óscar pero sin Óscar

Han llovido las críticas a la academia de Hollywood por las escasas nominaciones que ha recibido la cinta de la directora Ava DuVernay, anotando sólo dos nominaciones de las cuáles una sola se tornó en Óscar (a la Mejor Canción por Glory, de John Legend y Common) y no es de extrañar porque es cierto que se trata de un film de mucha calidad, de una dirección excelente y una interpretación protagonista fuera de lo común. Ahora bien, atribuir esta falta de consideración de Hollywood a un racismo intrínseco dentro de la Academia como acusaba el hastag #Oscar-soWhite, es desacertado teniendo en cuenta que en la gala del año pasado una actriz negra (Lupita Niong’o) ganó el óscar a la mejor actriz y que la cinta ganadora de la temporada fue 12 años de esclavitud.

50 años después

El pasado 7 de marzo, el presidente Barack Obama acudía a cruzar el puente Edmund Pettus de Alabama que fue escenario del Domingo Sangriento. Lo hizo acompañado de su familia y del elenco del film Selma y nos dejaba un tweet para la historia desde su cuenta oficial: “Si Selma nos enseña algo es que nuestro trabajo nunca está hecho”. Y, lamentablemente, siempre hay trabajo por hacer en políticas contra la discriminación. Esto es lo más violento de admitir. Tener que decir que en 2015 después de tantos Domingos Sangrientos anónimos, aún se le escapen a la prensa unos cuantos más. Es violento que el racismo siga siendo titular. Pero soñemos un poco y a ver si en 50 años cruzamos el puente sin dejar a nadie atrás.

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