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OPINIÓN | 'Felipe VI', por Esther Palomera

Felipe VI, como el turrón

El rey Felipe VI pronuncia el tradicional mensaje de Nochebuena en el que hace balance de un año
25 de diciembre de 2025 21:14 h

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Al discurso del rey le pasa como al turrón. En Navidad, unos lo saborean y otros, no. Cuestión de gustos. O de elección. Hay quienes lo degluten por tradición y hay quienes lo evitan por impugnación. Porque no forma parte de lo que agrada a su paladar, porque es excesivamente alto en azúcares o porque no aporta más que grasas saturadas. A nadie deja indiferente. Pero, relájense, tampoco es imprescindible pasar por la bandeja que cada año se ofrece en todos los hogares como si fuera imperativo de la mesa de Nochebuena.

Con todo, lo peor no es el empacho o la digestión, sino la conversación posterior. Entre quienes se sienten obligados a agradar y deshacerse en elogios con el plato de cada año y quienes no pierden ocasión para criticar, en la inmensa mayoría de los hogares Felipe VI, como los platos de almendrados, forma parte de la decoración sin que los comensales se detengan en ella hasta que el 6 de enero es sustituida por el roscón. 

Y, entonces, uno se pregunta por qué no consultar antes de que luzca en la mesa. ¿Por qué hay que pasar por ello? ¿Turrón o mazapán? ¿Turrón o polvorón? ¿Turrón o fruta escarchada? Pues con el rey pasa lo mismo. Nadie pregunta. Once años ya de reinado, y no sabemos cuál es la opinión de los españoles sobre la institución. No hay encuestas oficiales. Solo algunos sondeos de medios privados. Unas para decir que la Monarquía goza de muy buena salud. Y otras para defender que, al menos, los españoles quieren decidir y que no hay nada malo en elegir.

Desde 2015, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), no pregunta por la Corona. En esa encuesta, cuando Felipe VI cumplía un año como jefe de Estado, la Monarquía llegó a un 4,34 de nota, algo mejor que en los años anteriores, pero sin llegar al 4,89 de 2011. Desde entonces, no se conoce no solo la nota que dan ahora los españoles al monarca, sino tampoco si querrían o no un referéndum. En noviembre de 2023, coincidiendo con la jura de la Constitución de Leonor de Borbón, una encuesta realizada por Simple Lógica para elDiario.es apuntaba que la mayoría de españoles sí quería que se produjera esa consulta. El 51% de los consultados quería que se celebrara un plebiscito sobre la monarquía frente al 43,2% que consideraba que era una cuestión que no debería someterse a votación. Además, la mayoría de encuestados (el 50,5%), decía estar “poco o nada” de acuerdo con que la figura de jefe de Estado fuera un cargo hereditario frente al 43,9% que defendía que la Corona sí se transmitiera de padres a hijos.

Y, sin embargo, año tras año tenemos que pasar por el mismo trago, el mismo ritual y la misma interpretación. Idéntico y ridículo ejercicio de los cortesanos, que hacen auténticos panegíricos sobre la intervención del rey en Nochebuena para poner en valor 1.126 palabras y colegir que el mensaje llevaba mensaje implícito para el Gobierno cuando habló de “extremismos, radicalismos y populismos” y su contribución a la crisis de credibilidad de las instituciones. Y el mismo ahínco de los descreídos para destacar que ha pasado por alto asuntos que, en realidad, son los que más preocupan a sus súbditos y que a quien se dirigía en su crítica sobre la crisis de confianza, era a la derecha montaraz.

Creer, como se ha escrito, que es una obviedad que Pedro Sánchez debe sentirse señalado por el diagnóstico “certero” de Felipe VI sabiendo que la intervención está revisada por el Gobierno es de un cortesanismo tan ridículo como miope y manipulador. Más teniendo en cuenta que se ignora una parte nuclear de un discurso que vincula a los extremismos con la desinformación. ¡Qué extravagancia tan innecesaria la de los pelotas profesionales! ¡Y qué buen momento para preguntarse si no ha llegado el tiempo ya de cambiar algunas tradiciones!

Cambiar las costumbres es un signo de flexibilidad que habla de la buena salud de un país que lo que menos necesita para avanzar es de hábitos inamovibles o de rutinas innecesarias, se escenifiquen en un despacho de La Zarzuela o en un salón del Palacio Real y con independencia de que Felipe VI aparezca en sus pantallas de pie o sentado.

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