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La esperanza que supone reabrir una escuela rural

Foto: Elkokedegarciotum.

Francisca Bravo Miranda

Ante la amenaza del cierre de la escuela de la pequeña localidad de Garciotum, en la provincia de Toledo cerca de Talavera, la entonces directora del colegio, Rita Almagro, tomó en septiembre del 2012 drásticas medidas para protestar en contra del cierre. La escuela del pueblo se movilizó e incluso llegó a dar clases en la puerta del colegio para mostrar el descontento de los padres, el Ayuntamiento y profesionales del colegio. Tres años después, el centro es uno de los que ha logrado reabrir, salvando el éxodo de familias que han hecho que alrededor de cincuenta de las escuelas cerradas en 2012 sigan así, al no llegar a los ratios de alumnos.

Es precisamente esta una de las principales preocupaciones del socialista Carlos David Palomares, alcalde de la pequeña localidad de poco menos de 200 habitantes. “Aquí ha habido colegio toda la vida, no se cerró ni durante la guerra” relata Palomares, que describió el cierre como una “enorme tristeza”, pero puntualizando que el pueblo no dejó de luchar hasta que la consejería de Educación comunicó la decisión definitiva. Ahora, en Garciotum sólo hay cuatro alumnos en edad escolar, después de que en 2012 hubiese más del doble, once alumnos.

Llegar a once niños en un pueblo tan pequeño no es casualidad, y responde a los esfuerzos de la localidad por atraer más familias y dinamizar la economía local. Palomares lleva nueve años de alcalde y señala que ahora que el pueblo vuelve a tener una escuela, podrán tomarse medidas como las que tomaron en 2007, cuando pidieron a la Junta de Comunidades unas casas de protección oficial que lograron hacer crecer el ratio de niños de cuatro a once en sólo cinco años. Parece poco, muy poco de hecho, pero el impacto que cinco familias tienen en una localidad como Garciotum es importante. “Los tres años con el colegio cerrado se han notado, y las familias jóvenes son vitales para nuestro pueblo, o nos quedaremos vacíos”, afirma el socialista.

La preocupación de Laura Jiménez es la misma. La joven alcaldesa de la localidad alcarreña de Alcoroches fue la primera en apuntarse a la reapertura de las escuelas rurales, después de que los niños de la localidad tuviesen que trasladarse todos a la vecina localidad de Checas para poder ir a clases. Jiménez asegura que el cierre de la escuela se comunicó no sólo ya iniciado el curso escolar, sino que con ocho niños matriculados, mientras se preveía que los mismos subirían hasta diez en el curso siguiente. Ahora, la escuela ha reabierto también con ocho alumnos y con mejor organización que en años anteriores.

“Sufrimos mucho por la despoblación”

“Cuando el cierre se hizo efectivo teníamos un miedo”, apunta Jiménez, “porque sufrimos mucho por la despoblación”, finaliza. Ocho niños pueden significar ocho familias. De hecho, la primera familia se fue del pueblo nada más cerrar el centro. “Desde siempre se ha entendido que el cierre del colegio, es el cierre del pueblo”, señala Jiménez. Ahora, con la reapertura del “cole” empiezan nuevamente los esfuerzos por reinventar el pueblo e intentar mantener la población necesaria.

Alcoroches no sólo es un pueblo pequeño, sino que además cuenta con una situación geográfica poco atractiva al estar a tanta altura y es una localidad fría. “Es uno de los retos más grandes que tenemos las corporaciones”, asegura la alcaldesa quien describe la situación como una lucha constante, pero a la que ayudará también la reapertura de la escuela. Jiménez señala también que no sólo se perdieron prestaciones educativas, sino que también en las áreas de sanidad y servicios sociales. “Los años pasados han sido muy duros para nosotros. Parecen pérdidas pequeñas, pero para un pueblo como el nuestro es muy grande”.

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