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El acoso no es una broma: El trabajo contra una forma de violencia en las aulas extremeñas

En el 20% de los casos de acoso escolar son los propios compañeros los que paran las malas actitudes. (Foto: Efe).

Jesús Conde

Caminar con el miedo metido en el cuerpo por la posibilidad de encontrarse con su agresor es un sentimiento que solo pueden entender las víctimas de violencia. Es un sentimiento que viven adolescentes víctimas de acoso escolar.

El sentimiento lo describe la tía de una jovencísima chica que optó por abandonar el instituto del pueblo y estudiar en Mérida. Donde recuperó el anonimato y los miedos que perturbaban su tranquilidad.

No es casual que la narración venga en tercera persona. Porque el chico o la chica que lo sufren eluden hablar del tema, invadidos por un sentimiento de culpabilidad. O con la esperanza de que al día siguiente --en clase o en el pasillo-- el 'calvario' habrá pasado. Que ya nadie le va a ridiculizar.

Fundación Atenea es una de las organizaciones que trabaja de cerca el acoso escolar en Extremadura, especialmente en los institutos de Mérida. Miguel Farrona, técnico de la fundación, cuenta que el acosador no tiene por qué venir de un entorno desestructurado, y tampoco tiene por qué ser el ‘malote’ del grupo.

Los estudios hablan de entornos bastante normales y el trabajo con los agresores se centra en hacerles partícipes del dolor que están causando a una persona, que analicen qué están haciendo.

Una labor básica de la fundación, en colaboración con los centros, es hablar con el grupo, porque el agresor o los agresores no actuarían sin el beneplácito del público silencioso que observa.

Un ejemplo de buenas prácticas

En el Instituto Santa Eulalia de Mérida pusieron cerco al acoso hace ya más de una década con el primer protocolo contra el bulling de Extremadura, actualizado hace poco con la llegada de las nuevas tecnologías y el ciberacoso.

El principio que les mueve es muy sencillo: “ante el acoso, o miramos para otro lado, o lo frenamos.” Lo explica Rogelio Muñoz, jefe de estudios, que entiende que es responsabilidad de toda la comunidad educativa abordarlo en su justo término. Y lo hacen llamando las cosas por su nombre, maltrato entre iguales.

Generalmente son situaciones que se dan en la adolescencia, en la primera etapa de Secundaria (entre los 12 y 13 años).

Una de las cosas que apuntan es que el acoso es algo que se da en todos los centros y contextos. Para que haya acoso, en primer lugar tiene que haber una intencionalidad por parte del agresor de hacer daño, pero también una persistencia en el tiempo física y psicológica, y no una agresión puntual.

Con su trabajo los profesionales del Santa Eulalia han logrado tener unos índices muy bajos. Se trata de un protocolo preventivo, con sesiones y charlas que desde la acción tutorial y la educación emocional implican a la comunidad educativa al completo.

Cuando se detecta un caso de violencia se ponen en marcha otros mecanismos que protegen a la victima e inciden en las familias, los agresores y el público observador. Pero la clave del éxito radica en la prevención como modo de lograr la convivencia en las aulas, explica Rogelio acompañado del resto del equipo de orientación, entre ellos Juan Carlos Carbajal, jefe de estudios; José Luis Ramos, orientador; y José Díaz, educador social.

“Las administraciones se lo tienen que tomar en serio”

El Consejo de la Juventud de Extremadura no actúa directamente, aunque sí tiene claro su posicionamiento, que pasa por que las administraciones asuman sus responsabilidades. Supone incorporar en la educación formal materias sobre valores e igualdad. Respeto y tolerancia, no a modo de materia transversal, sino como materia propia, según explica Marta Sánchez, vicepresidenta del consejo extremeño.

Advierte este organismo que la administración tiene que acercarse a la realidad de manera más eficiente, visibilizar el problema que es y abordar la educación emocional de veras, sin mirar para otro lado.

Además abogan por trabajar de forma mucho más activa con los observadores, con el público, para que abandone su actitud pasiva y pasen a ser agentes activos contra el maltrato.

En este sentido el equipo de Orientación del IES Santa Eulalia plantea la incorporación en su protocolo de alumnos y alumnas como mediadores directos del conflicto. Es decir, preparar a alumnado para que hagan de agentes sensibilizadores y estén vigilantes.

El ciberacoso

Las nuevas tecnologías y su mal uso se convierten en un arma peligrosa para las personas acosadas, porque sobrepasa la esfera privada. Al final la víctima sigue estando perseguida en su entorno más personal, su casa, donde tampoco se siente segura.

Según los datos a los que ha tenido acceso el Consejo de la Juventud, los casos de ‘ciberbullying’ son más frecuentes entre chicas que entre chicos. Suponen un grave problema porque son difícilmente detectables. La víctima suele silenciarlos.

Fundación Atenea apunta que el problema principal es que el acosador aprovecha la sensación de anonimato que aportan las redes sociales para menospreciar e insultar. Existe una amplia variedad de redes para el acoso en este caso, y mucha impunidad.

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