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“Los poderes financieros tienen a los partidos tradicionales agarrados por las deudas”

Xosé Manuel Beiras, el líder de Alternativa Galega de Esquerda. / Efe

David Lombao

Xosé Manuel Beiras (Santiago, 1936) aprovecha los escasos huecos libres de su intensa agenda de campaña para descansar y “recargar la batería”. Al inicio de su enésima carrera electoral “no contaba con poder aguantar este ritmo” y les advirtió a sus compañeros y compañeras de coalición de que “tenía que administrar mucho las energías”. Pero finalmente está “haciendo una campaña al uso, como hace años” y recorriendo Galicia a la búsqueda de apoyos para Alternativa Galega de Esquerda. Asegura que percibe la misma “efervescencia” que la finales de los años setenta. “Y nosotros estamos sintonizando con eso”, afirma.

¿Cómo lleva la campaña? Está teniendo una agenda intensa...

Esta campaña me recuerda mucho la etapa del tardofranquismo y de las primeras elecciones de 1977, porque estoy percibiendo una dinámica análoga en la ciudadanía y por hacer una campaña sin medios materiales, sin dinero. También me recuerda a las campañas de los años 80, donde también se actuaba con pocos medios y la base del trabajo de la gente. Ahora la analogía viene porque AGE está haciendo una campaña nada convencional, porque no disponemos de la financiación de la que disponen las grandes fuerzas, tampoco disponemos de espacios en los medios públicos de comunicación y, por lo tanto, se está haciendo a base de trabajo de la gente. Se está logrando una campaña muy ágil y penetrante nos medios alternativos, en las redes sociales, aunque hay que ser consciente de que hay espacios de la ciudadanía que no acceden a esos medios.

Ya explicó que no participarán en uno reparto de consellerías pero, ¿con qué condiciones de partida afrontarían una hipotética negociación si el PP pierde la mayoría?

Hay que recuperar el rol singular de las cámaras de representantes. Por primera vez hay un gobierno en Galicia que está destruyendo la autonomía. En el vaciado de contenido de la arquitectura constitucional del 1978, de un Estado democrático y del régimen parlamentarista, los parlamentos se convierten se convierten en anclas del poder Ejecutivo, máxime con mayorías absolutas. Si queremos que se gobierne a favor del pueblo hace falta la irrupción de representantes comprometidos con la ciudadanía de lo corriente. Y por eso tenemos un código ético donde está establecido que los cargos electos deben ser revocables en caso de que no cumplan. Como se hace eso? A través de la reactivación de las cámaras de representantes, en vez de estar a expensas de lo que hagan los gobiernos.

¿Se trata de que se vuelva a hacer política en el Parlamento?

Claro. No hay que ir al Parlamento con una estrategia a la defensiva, hay que ir con una estrategia ofensiva frente a la derecha, y con una estrategia de recuperación de protagonismo del Parlamento.

Por lo tanto, si se produce el cambio, ¿habría que dejar de apelar al consenso como valor absoluto a la hora de, por ejemplo, derogar el decreto que regula las lenguas en la enseñanza?

El consenso, en la interpretación deturpada de que ha sido objeto, es uno de las enfermedades que tiene la política parlamentaria. En un estado de normalidad, en el que la política es realmente democrática, con distintas lecturas del bien común, tiene sentido. Pero en una situación como esta, no. En vez de consenso tiene que haber combate. Porque si no el consenso se convierte en algo distinto, en lo que Oskar Lafontaine, de Die Linke, llama “compromisos podridos”. Nosotros tenemos una premisa mayor fundamental: nosotros en el Parlamento no podemos propiciar ni por asomo que gobierne el PP. Pero a partir de ahí, lo fundamental es ser la punta de lanza de una ofensiva, de darle un giro de 180 grados a la acción del Gobierno, eso es lo primordial.

¿Qué le pasaría al país si Feijóo gobierna cuatro años más?

Cuando dice “yo o el caos”, lo que se cumpliría es la realidad, “yo soy el caos”. Esto es lo mismo que decía el PP en Grecia, son como loritos que repiten las cosas. En la hipótesis de que continúe, pasará lo que está sucediendo en Grecia: que a los niños no se les da de comer en el colegio y pasan hambre, que la sanidad está cada vez más degradada y hay que pagar por la asistencia... y así sucesivamente. Pero esto no hay quien lo pare. Si Feijóo llegara a seguir gobernando y nosotros estamos en el Parlamento, haremos todo lo posible para dificultarle al máximo que siga gobernando contra los ciudadanos y retroalimentaremos los movimientos sociales, estaremos en el Parlamento y en las calles. Nosotros estamos vehiculizando las alternativas que ya existen, de los que se organizan en plataformas para defenderse de las agresiones: por las hipotecas, por las preferentes, contra el deterioro de la sanidad... Este señor que no cuente con que si consigue mantenerse en la Xunta, “aquí paz y después gloria”. Está derrotado políticamente y sólo falta derrotarlo electoralmente.

Además de presentarse como garantía de estabilidad frente a ese supuesto “caos”, Feijóo se presenta también como garantía de inversiones para el país, como los de Pemex...

Es un farsante. Es mentira. ¿Por qué no lo hizo durante los cuatro años? ¿Quién gobernó aquí? Durante 25 años, ellos. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Quién puede creer en lo que no hicieron en ese tiempo, o el propio Feijóo durante cuatro años, ¿con qué credibilidad? ¿Qué estabilidad, si lo está destruyendo todo?

Atendiendo a las encuestas pero también a su percepción, ¿qué cree que pasará el 21-O? ¿Perderá el PP el Gobierno?

Es muy probable. Cada día que pasa es más probable. Si estas elecciones fueran convocadas con un período previo de precampaña y no por la espalda y con un tiro en la nuca, como hicieron, perdían la mayoría segurísimo. O si fueran convocadas anticipadamente pero después de las vascas. Por eso convocaron a traición; la opción que tenían era no convocarlas para reformar la ley, reducir los escaños y tener más ventajas. Yo nunca me fié de las encuestas, que si están hechas correctamente y trasladadas de manera honesta lo más que indican son tendencias, pero que desde el inicio nos diesen la entrada en el parlamento y que vayamos cada vez a más es un indicio de que hay un potencial de rebeldía muy importante y que se puede traducir en votos contra el PP. Nuestro objetivo no es repartirnos votos de los otros, sino activar electorado desencantado y abstencionista. En la medida en que lo logremos sumaremos los contingentes de votos que deciden que el PP pierda la mayoría. Eso está ocurriendo, cada día que pasa, más. Si esto continúa hasta las elecciones, es muy probable que el PP pierda la mayoría, ellos lo saben.

¿Cree que AGE puede ser una vía para canalizar electoralmente no sólo ese voto “desencantado”, sino la gente implicada en torno al 15M?

Sí, ya está ocurriendo así. Nosotros llevamos a la práctica lo que aprendimos de los procesos a nivel mundial de las redes de movimientos sociales altermundistas y antisistémicos, lo que se fue forjando en los espacios de encuentro que fueron los foros sociales, y estamos comprobándolo, por ejemplo, en la composición de la gente que acude a nuestros actos y en su actitud. Hay una enorme presencia activa de gente joven y de gente veterana. Gente joven, que pasó de la política entendida así, y de gente veterana que la había dejado. Y mucha de esa gente joven no sólo da el paso de venir a los actos, sino que también se ofrece a trabajar en la campaña. Estamos activando eso porque sintonizamos con el 15M y con todos los focos de movimientos activos que se están dando.

¿Cuánta de esa gente va a estos actos y participa porque “vuelve Beiras”?

No lo sé, no lo puedo calibrar. Creo que hay una aportación mía en el plano de la credibilidad. Y de hecho, cuando salieron las primeras encuestas, acabadas de convocar las elecciones, sobre nivel de conocimiento y calificación, era sorprendente lo que pasaba conmigo, que llevo un decenio fuera de la política institucional. Incluso hay gente que aún hoy piensa que sigo en el Bloque. Eso es una aportación, sí, pero la más importante es que yo transmito algo que la gente percibe sobre Alternativa: credibilidad, fiabilidad, otra vez frescura en la política, otra vez confianza, dignidad. Y sobre todo no estar sometido por ningún lado a los poderes financieros, que tienen muy amarrados a los partidos convencionales, porque los tienen cogidos por las deudas que tienen con ellos, cosa que con nosotros no pasa.

Desde sectores del nacionalismo se critica que Anova se alíe con una fuerza de “obediencia estatal”... ¿cómo responde a esto?

No nos preocupamos de transmitir ninguna réplica. Nosotros no nos confundimos de enemigo, si otros se confunden el problema es de ellos. La réplica la están dando los ciudadanos, que están entendiendo este movimiento cada vez más masivo y las razones de ser de este acuerdo, que plasma el mensaje que yo mismo había lanzado el 25 de julio, de la necesidad de un frente amplio para derrotar al PP y salvar el escollo que significa la Ley D'Hondt. Estamos haciendo una campaña muy didáctica, explicamos las razones de ser de esta alianza electoral y la respuesta es clara. Estamos ante una situación de emergencia y hay que enfocar estas elecciones con visión de Estado, no de Estado español, sino de Estado en la política gallega, y no con visión partidista. Hay un enemigo muy fuerte, lo que está en juego es desalojar el PP y a Feijóo de la mayoría en el Parlamento y de la Xunta para que dejen de destruir el país y dar un giro de 180 grados, de un gobierno que está contra los ciudadanos a un gobierno que se centre en la defensa de la ciudadanía. Ese programa común debería haber valido para los que ahora nos critican si hubieran puesto la lucha contra el PP por encima de las diferencias de cada uno o por encima del mantenimiento de las fronteras. Aparte de decidirse si logramos echar al PP también se decide si las elecciones van a ser un varapalo para la hegemonía institucional del PP. Tenemos que contribuir a acelerar el proceso de quiebra con la restauración borbónica.

Es una guerra que se libra en el ámbito del Estado y es el momento en el que el nacionalismo, en el corto plazo y la competición en el espacio político gallego, tiene que ser un nacionalismo que practique el internacionalismo. De ahí el sentido que tiene saltar la frontera entre nacionalismo y, entre comillas, el españolismo, y a partir de la defensa rotunda de nuestro derecho político como pueblo a la soberanía y a la libre decisión, establecer conexiones que permitan enlazar la dinámica de Galicia con la quiebra con este régimen político. A finales de 1935, el Partido Galeguista, ante la situación que tenía el proyecto de Estatuto aprobado en 1932 y que estaba metido en un cajón por el Gobierno reaccionario del bienio negro, apostó por ir a las elecciones con el Frente Popular. El PG no era de izquierdas, pero basándose en el compromiso de que defenderían el Estatuto, fueron en el Frente Popular, ¿acaso la Izquierda Republicana o el PSOE no eran españolistas? Gracias a esto se plebiscitó el Estatuto que permitió que en la Transición Galicia entrase por la puerta principal, con Euskadi y Catalunya, en el diseño de las autonomías. Hoy por hoy, la alianza es para echar el PP y para una quiebra democrática. Además, supongo que se enterarán de que si lo que interesa es desalojar al PP del Parlamento, la alternativa pasa por acuerdos. Entonces, ¿la manera de crear un clima propicio para esos acuerdos, un estado de opinión de la gente que dé credibilidad a que nos vamos a entender, es atacar a quien no son enemigos?

¿Cuál será el recorrido de AGE después del 21-O?

Izquierda Unida y Anova somos culturas políticas diferentes con planteamientos sobre la izquierda diferentes; IU tiene una tradición más clasista, más obrerista y nosotros mucho más lo que es la nueva izquierda social entendida en su diversidad, nosotros somos nacionalistas rotundos y con contingentes independentistas mientras que IU tiene una visión federalista aunque asume el derecho de autodeterminación y eso es fundamental... Los proyectos estratégicos no son iguales y esta alianza para estas elecciones no interfiere en los proyectos estratégicos. Pero dado el escenario en el que estamos, hacia la quiebra democrática, si esa dinámica va en una dirección determinada, es evidente que lo que representa nuestro acuerdo puede proyectarse en determinadas líneas de acción en el escenario del Estado o incluso en el europeo.

Sobre ese fin de régimen, ¿qué cree que falta para que llegue ese crack final?

Conseguir la masa crítica a través de la rebelión cívica. Eso es lo que falta. Y que no sea otra vez sofocada por espurios acuerdos de poder muy por arriba como ocurrió en la suplantación de la quiebra democrática por la reforma política. Tenemos que aprender de aquello para que no vuelva a acontecer ahora. Y algo muy importante: lograr la eclosión de un pensamiento alternativo de izquierda que desplace de la hegemonía al pensamiento de la derecha que tiene contaminada a la gente. Cuando ellos dicen que los políticos no debían cobrar, que son todos iguales... todo eso. Eso impregna a la gente por la potencia de su aparato de propaganda, pero también por las técnicas goebbelianas, las de los fascismos y de los nazis, para arrastrar a las clases subalternas del lado de la gran derecha reaccionaria, cuando son aliados potenciales y lógicos de la izquierda. Por lo tanto, lo que falta es pensar en tener de mayoría social y de izquierda social y no de izquierda convencional histórica.

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