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España racista

Manifestación en Madrid por una sociedad sin racismo.

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Los cánticos e insultos racistas en los estadios de fútbol suscitan de vez en cuando el debate: ¿es España un país racista? Siendo el consenso publicado que España no es un país racista, pero sí hay racistas; incluso puede que más de los que pensamos y nos gustaría. La historia además, dicen, proporciona abundantes evidencias para sustentar esa tesis de la España no racista… Bueno; salvo que seas judío, o indígena americano, o moro, o sudaca, o negro, o -especialmente- gitano; pero eso es porque no son españoles y además nunca han querido integrarse. 

Lo explica con enorme sencillez el lateral de la selección y del Real Madrid Dani Carvajal, que es de barrio humilde y se crio sin problemas. Porque en los países no racistas como España esas cosas únicamente suceden en los barrios humildes. Como buen país no racista, en España, el factor clase siempre prevalece sobre el factor raza. Conforme se avanza en la escala social y en el nivel de renta, la integración se convierte en una realidad cotidiana porque, como no somos racistas, a nosotros, lo que realmente nos produce rechazo es la pobreza; no la raza. 

Por eso no se encuentran más personas de otras etnias, religiones o géneros en los niveles más altos de nuestra administración pública, las finanzas, la política, la universidad o el periodismo; porque la mayoría en esos grupos son pobres. Destacan en aquello que suelen sobresalir los pobres movidos por la necesidad: la cosa física y lo de correr. Es selección natural, no racismo.

En esas tranquilizadoras conclusiones andábamos tras el partido contra el racismo entre Brasil y España disputado en el Santiago Bernabéu -ese templo de la integración y la tolerancia donde antes se cantaba “Ku Klux Klan” y ahora se entona “We are the world”-, cuando en el estadio de Las Llanas, un partido de Primera Federación entra el Sestao River y el Rayo Majadahonda debe ser suspendido por incidentes racistas y una delirante actuación arbitral dedicada a castigar a la víctima para proteger el espectáculo, que es lo realmente importante en un país no racista como es España. En este caso, además, concurre el agravante de que no anda involucrado Vinicius y no podemos despacharnos a gusto con su carácter y sus formas como ejemplo de alguien que no sabe comportarse o integrarse.

Por si esto fuera poco, ese mismo día, trascendían unas imágenes de dos policías nacionales en Lavapiés tratando de emular las imágenes de racismo policial que llegan desde USA y que tanto nos impactan aquí, en España, que no es un país racista. Aquí, la policía no hace profiling racial en sus detenciones y jamás permite que la raza, la religión, la nacionalidad o el género influyan en sus decisiones; como todo el mundo sabe y el ministro Grande-Marlaska confirma porque lo tiene muy investigado, igual que todos sus antecesores en Interior.

Podemos repetir que España no es un país racista las veces que queramos para tratar de convencernos, seguirá sin ser verdad y continuará siendo un país con el racismo sólidamente institucionalizado. Igual que el hecho de que apenas lo estudiemos en nuestras escuelas no borra de la historia el hecho de que España abolió la esclavitud en la península en 1817, aunque se mantuvo bajo otras denominaciones en ultramar, y grandes fortunas de este país se hicieron sobre la trata de seres humanos. No hablar de ello y negarlo constituye la primera forma de racismo.

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