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“Laura era buena y dulce. Una pena, 23 años”
Una mujer menuda poco aficionada a las cábalas se presenta en el edificio Cersia, donde se ha centralizado la información a los familiares de las víctimas del accidente ferroviario, con un drama a voces: “Laura era buena y dulce. Una pena, 23 años”.
Prefiere no dar su nombre, pero sí proporciona el de esta joven de 23 años, novia de su hijo desde hace cuatro, originaria de Pontevedra y que viajaba en el Alvia siniestrado, de vuelta a su adorada Galicia, tras culminar en Madrid su proyecto de fin de máster.
Rota por el dolor, recuerda que su sobrino la llamó este 24 de julio y le preguntó si su hijo estaba en Santiago. Ella contestó que sí, entonces el chico prosiguió: “Pues hubo un atentado. No, un accidente de tren”. Entonces, comunicó con su hijo. Estaba bien. Pero lo que le contó a continuación hizo que saltasen todas las alarmas: en ese convoy iba Laura.
“Yo no lo sabía. Sabía que venía a finales de mes pero no cuándo. A partir de ahí ya no sé qué me dijo, yo ya no me acuerdo. Quise ir, pero mi hijo me dijo, no vengas, estos es un caos”. No habló con los padres de la muchacha. Llamó a los teléfonos habilitados para consultar. Puso las noticias. Escuchó exceso de velocidad y por su mente rondó un pensamiento. Si eso es cierto, “cuántos chavalitos, cuánta gente se quedó ahí”.
De la pareja de su hijo no alberga esperanzas de encontrarla. “Si no está entre los supervivientes, supongo que estará entre la gente fallecida, ¿no? Era muy buena, muy dulce”.