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Testigos revelan datos del último ajusticiamiento franquista, 40 años después

Testigos revelan datos del último ajusticiamiento franquista, 40 años después

EFE

Barcelona —

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A doscientos metros de la sala donde fue ajusticiado a garrote vil Salvador Puig Antich en 1974, el periodista Jordi Panyella ha presentado hoy su libro, fruto de una larga investigación, que recoge cuarenta años después nuevos testimonios de aquella ejecución franquista.

Uno de estos testigos es el compañero de militancia de Salvador Puig Antich, Xavier Garriga i Paituví, quien ha rememorado para Panyella como le torturaron para obligarle a declarar: “La verdad es esta; la policía solo tenía un objetivo: esconder las balas que los mismos agentes dispararon (...) ¡quisieron esconder al verdadero responsable de la muerte de Francisco Anguas!”.

“Salvador Puig Antich..., cas obert” (Salvador Puig Antich, caso abierto), de Angle Editorial, recoge, entre otros, los recuerdos de un testigo presencial de la autopsia del policía Francisco Anguas, por cuyo asesinato fue condenado Puig Antich, o del responsable de urgencias del Hospital Clínico el día que llevaron el cadáver del agente.

En la obra presentada hoy, el alférez Enric Palau relata que agentes de policía le ordenaron sacar la documentación del caso y montar un sumario a medida, con el beneplácito de la Justicia Militar de entonces, que finalmente se entregó al consejo de guerra y que, según ha sabido Panyella, está guardado en una caja fuerte del Gobierno Militar.

“Los de la policía tampoco querían que la autopsia formara parte del sumario, aunque al final la incorporaron (...) había un armario donde se acumulaban los documentos que no se incluyeron en el sumario, y una vez que se celebró el juicio los sacaron de allí (...) seguro que los hicieron destruir”, según ha explicado Palau al periodista.

Otra de las pruebas que trata de desmontar la investigación de Panyella es la declaración “de casi ocho folios” que supuestamente realizó Puig Antich desde el hospital y que, según se desprende de los testimonios, tuvo que estar “inducida por la policía”.

Las enfermeras que cuidaron de Puig Antich durante el tiempo que estuvo ingresado en el hospital recuerdan en esta obra que “difícilmente habría podido hacer frente a un interrogatorio” porque, debido a un disparo recibido en la cara, “tenía la boca cosida” y apenas podía hablar.

En cuanto al cadáver de Anguas, tanto el entonces responsable médico de urgencias del Hospital Clínic, Pere Munné, como un testigo presencial de la autopsia del policía indican que el cadáver “tenía cuatro o cinco disparos”, a pesar de que el informe sólo recoge tres.

El testigo presencial, que prefiere mantenerse en el anonimato, ha subrayado a Panyella que de los dos médicos que firmaron la autopsia, sólo uno estuvo realmente presente, y que se realizó “con el cadáver dentro de un ataúd que pusimos encima de una mesa de la comisaría”.

Tras diversos recursos desestimados en España por los Tribunales Supremo y Constitucional, la justicia argentina ha reabierto recientemente este caso por delitos contra la humanidad, pero “el Gobierno español está poniendo todas las trabas del mundo”, ha destacado Panyella.

En España, “judicialmente el caso no se reabre porque a los magistrados del Tribunal Supremo el pasado franquista les es demasiado cercano”, ha agregado el autor.

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