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Velas, oraciones y un remanso de paz tras la tragedia de San Bernardino

Velas, oraciones y un remanso de paz tras la tragedia de San Bernardino

EFE

San Bernardino (EE.UU.) —

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Las velas y las oraciones de la vigilia por las víctimas del tiroteo de San Bernardino (California) que tuvo lugar la noche del jueves en el estadio San Manuel, adonde asistieron centenares de personas, dejaron como poso un remanso de paz tras la tragedia.

Los nombres de los fallecidos, al igual que sus edades y las ciudades donde nacieron, se entonaron con tono solemne en el recinto, que fue decorado con fotografías de las víctimas, pancartas de apoyo y numerosas coronas de flores.

La oración inaugural corrió a cargo del pastor local Joshua Beckley, seguida por el testimonio del alcalde de la ciudad, R. Carey Davis: “Esta tragedia no nos paralizará ni evitará que sigamos adelante, creciendo juntos como comunidad. Saquemos fuerza de todo esto para ayudarnos los unos a los otros”.

Hubo espacio para la música (sonaron temas como “Stand by Me” o “Wind Beneath My Wings”) y también para las lágrimas, como vaticinaba el programa de la velada.

“El dolor no se olvida”, rezaba el tríptico, “pero se supera al saber que el amor te rodea y que no estás solo. Mientras asumes esta profunda pérdida, llora sabiendo que cada lágrima es una nota de amor que se eleva a los cielos”.

Ese fue el recuerdo dedicado a las 14 víctimas: Shannon Johnson, de 45 años; Bennetta Bet-Badal, de 46; Aurora Godoy, de 26; Isaac Amanios, de 60; Larry Kaufman, de 42; Harry Bowman, de 46; Yvette Velasco, de 27; Sierra Clayborn, de 27; Robert Adams, de 40; Nicholas Thalasinos, de 52; Tin Nguyen, de 31; Juan Espinoza, de 50; Damian Meins, de 58, y Michael Wetzel, de 37.

“Aún no me parece real”, confesó a Efe Stephanie O'Quinn, una joven de 24 años vecina de Redlands, la localidad donde fueron abatidos los dos sospechosos de la matanza: Syed Farook, un hombre de 28 años de nacionalidad estadounidense, y Tashfeen Malik, de 27 años, nacida en Pakistán.

“Es difícil asimilar que haya ocurrido tan cerca. No puedo imaginar el dolor de las familias. No lo logro comprender. Lo vemos constantemente en la televisión, pero piensas que nunca te tocará a ti”, explicó O'Quinn poco antes de acceder al estadio.

“Da miedo pensar en lo que puede ocurrir en el futuro. Incluso noto el ambiente enrarecido, pero al menos hoy nos reunimos para recordar a las víctimas”, añadió.

Esa sensación de incomodidad y, hasta cierto grado, indefensión e inseguridad que expresaba la joven la corroboró Marcelo Sánchez, un hombre de 48 años que acudió a la vigilia.

“La ciudad está rota, poseída por la oscuridad”, precisó.

El acto comenzó más tarde de lo previsto (las 18:00 hora local) debido a las colas que formaron los cerca de 4.000 asistentes para acceder al recinto.

De hecho, los trabajadores del estadio -que lucía la bandera estadounidense a media asta- hacían las funciones de miembros de seguridad de forma improvisada para acoger la llegada de la multitud al hogar de los 66ers, el equipo de béisbol de la ciudad.

“Se me rompe el corazón cada vez que lo pienso”, comentó a Efe Mary Samuel, de 27 años. “No comprendo que alguien sea capaz de hacer algo así a gente inocente. Soy nacida y criada aquí. Tengo un hijo pequeño y sentí auténtico pavor al conocer la noticia. Vivo a seis minutos de donde ocurrió. Es triste y preocupante”, sostuvo.

Samuel no lo dudó un instante cuando supo de la convocatoria en el estadio.

“Es lo mínimo que podemos hacer por las víctimas. Qué menos que dedicarles unos minutos hoy”, declaró.

Para la joven era importante que la población se volcara con las familias esta noche.

“Hay que mostrarles nuestro apoyo. Muchos conocemos a alguien afectado y esto nos proporciona una sensación de cierta cura. Eso sí, no me alegro de la muerte de nadie”, manifestó, “pero me produce satisfacción que los culpables fueran neutralizados. Eso nos hace sentir algo más seguros”.

Frente al acceso principal del estadio se encontraba por casualidad un anuncio sobre una feria de armas en la marquesina de un autobús, acompañado por frases como “tenemos munición” y “compramos, vendemos, comerciamos”.

Sentada en el asiento de esa marquesina, Annie Duvall, se preguntaba: “¿Qué más puede ir mal? ¿Qué más va a ocurrir?”.

Al menos, los asistentes parecían marchar en paz a la salida del evento tras entonar el “God Bless America”.

“Quiero creer que todo esto nos hará mejores”, afirmó el anciano Ben Sweeney, portando un ramo de rosas blancas.

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