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Entrevista

La Casa Azul: “Si hubiera tenido que participar en Eurovisión, no sé si hubiera salido vivo de ahí”

Guille Milkyway, La Casa Azul, en la redacción de elDiario.es

Elena Cabrera

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El pop electrónico español tiene en Guille Milkyway a uno de sus hijos más dotados. Una producción brillante, unas letras honestas, la posibilidad de llorar bailando bajo la bola disco de una pista iluminada con luces de neón... es el sonido feliz de La Casa Azul.

Para celebrar los 25 años desde la formación del grupo, se han previsto dos conciertos multitudinarios, el 11 de octubre 2024 en el Wizink Center de Madrid y el 9 de noviembre en el Palau Sant Jordi de Barcelona, este último con las entradas ya agotadas. Dos fiestas que serán la antesala de un nuevo disco que se espera para el primer semestre de 2025, del que ya se conocen tres canciones. Además, una nueva canción junto a Soleá Morente, Ahora o nunca, se publicará el próximo martes 24 de septiembre.

2024 es un año muy especial en el que La Casa Azul cumple 25 años.

Sí pero tampoco lo considero muy especial. Me da cierto pavor eso de celebrar, tampoco lo hago en mi vida personal. Pero está bien dedicar dos conciertos a hacer una retrospectiva y tocar canciones que no tocamos desde hace años. Soy muy de vivir el día a día, y estoy ahora muy contento con el momento actual del grupo. El año que viene sacaremos disco y haremos una gira un poco más grande.

Si tomamos como punto de partida 1999, ¿puede recordar cómo imaginaba entonces el futuro?

No, porque nunca me suelo plantear esas cosas. No pienso demasiado a largo plazo. Pero sí que desde el principio del grupo tenía la voluntad de que fuera una cosa que me acompañara de por vida. Me di cuenta de que era fantástico tener algo así a mi lado para poder hablar y expresar mis cosas, como haría con un amigo. Y ahora te diría lo mismo, que esté ahí hasta que me muera.

¿Cómo aprendió a hacer canciones?

Hacía clases de piano, no muy normativas aunque enseguida me cansé y lo dejé. Pero vi que ahí había una cosa mágica. Tuve una profesora guay que me dijo: “Aprovecha esta cosa para hacer lo tuyo”. Y enseguida vi que, con muy poco, podía empezar a tocar y componer cancioncillas, con 10 u 11 años. El piano o el teclado es un instrumento muy gratificante, enseguida te da placer, no suena desafinado nunca. No tienes que rasgar o soplar de una manera determinada o hacer algo complejo, solo poner un dedo, hacer presión y ya suena bien. Enseguida haces una cosa armónica que te permite expresarte emocionalmente.

¿Recuerda en quién se fijaba en esos primeros años?

En cosas muy variopintas. Me encantaba la Electric Light Orchestra, los Beatles, Julio Iglesias, los cantautores o los discos de Ray Conniff que era un músico de orquesta que hacía esta cosa del “sonido feliz”. Era algo que empatizaba mucho con toda esta estética que le quise dar, sobre todo en los inicios, a La Casa Azul. Crear un universo así, claramente de realidad distorsionada pero exageradamente feliz, para poder plantar ahí las desgracias de la vida o del corazón. Tuve lo que considero suerte y es que nadie me hizo de mentor. Mi acceso fue muy natural. Iba a las tiendas de discos sin ningún tipo de referencia. Un acercamiento muy puro y muy inocente. Sin prejuicios. Julio Iglesias o Mocedades me encantaban al mismo nivel que el Nevermind de Nirvana. Me di cuenta de que con La Casa Azul no tenía que justificarme ante nadie.

¿Puede ser que estos referentes que tenía, lo que escuchaba de esa manera desprejuiciada e inocente, le hicieran un poco raro o distinto de otros artistas de la época, pero a la vez hiciera conectar su pop con un pop anterior español que se había quedado suelto?

Sí, yo creo que sí. A lo mejor no era 100% consciente en el momento, pero enseguida me di cuenta, de golpe, porque es obvio, de que Augusto Algueró era brillante a la hora de hacer música, por ejemplo. Eso ha pasado mucho en España. Es otro resultado de unos tiempos muy oscuros, producto de una dictadura muy aplastante para la memoria de todo el mundo. Cualquier cosa asociada a una época, independientemente de lo que fuera, ha costado sacarla de ahí o poderla desincrustar y vivir con esa mirada libre con la que yo de pequeño escuchaba a Mocedades.

Es natural que eso haya pasado, pero a la vez es injusto para la música. Creo que ya no estamos en ese lugar y ahora cualquier persona puede decir con orgullo que Juan Carlos Calderón es una figura muy importante para la música de este país sin ningún tipo guilty pleasure. A mí nunca me ha pasado, pero yo notaba que eso sí sucedía a mi alrededor y se mezclaba con otras ideas como que la música más dura es mejor que la más suave. Pero eso de sentirse una figura un poco outsider a la vez era gratificante, porque conectas con mucha gente outsider que vibra como tú. Y con gente tan importante como Juan de Pablos, por ejemplo, ¿no? Te das cuenta de que hay mucha gente que piensa, que vive y que siente como tú la música.

Echamos de menos a Juan de Pablos y su programa [en Radio 3] Flor de Pasión, ¿verdad?

Fue una figura clave para mí y para La Casa Azul porque fue el primero que lo puso en la radio. Fue la persona que durante muchos años me hizo sentir que yo podía ir con la cabeza bien alta, haciendo lo que hacía y me hizo ganar mucha seguridad con todo. Y la verdad es que sí, le echo mucho de menos, mucho, porque durante muchos años, desde niño, para mí fue un refugio. Y los refugios es lo que tienen, que de golpe un incendio llega y se los lleva y te quedas huérfano un poco. 

Juan de Pablos puso su primera maqueta y ahí la escucharon Luis Calvo y Montse Santalla del sello Elefant Records. Ahí empezó todo, y hasta ahora.

Sí. Recuerdo la primera llamada de Luis Calvo. Y esto explica también un poco cómo somos, cómo hemos sido y cómo seguimos siendo, en realidad. Que conecta mucho con ese niño que entraba en la tienda de discos y escuchaba esto o lo otro. En la primera conversación con Luis, aunque yo ya había ido a muchas fiestas y compraba sus discos, hablamos solo de música durante más de dos horas por teléfono. No hablamos de otra cosa. Yo admiraba Elefant Records y de golpe tenía una conversación con mi alma gemela. En aquel momento, tuve una cierta sensación de que aquello iba a ser para siempre.

Cuando formó La Casa Azul, quería explorar esa idea de The Archies y los grupos falsos. Hicieron un casting para encontrar a los chicos que representarían a La Casa Azul y que se parecían a los de los dibujos. ¿Sabe algo de ellos?

Sí, con algunos hemos mantenido relaciones de amigos. Álvaro, por ejemplo, es muy amigo nuestro, pero sobre todo de Lluís y Jordi, que son dos personas que tocan conmigo en La Casa Azul desde hace muchos años. Jonás, el que hacía de batería y se llamaba Sergio en el grupo, a día de hoy trabaja en Elefant Records llevando el tema de plataformas digitales. Fue una cosa muy espontánea, muy poco pensada, muy amateur y muy guay.

¿Los podría volver a juntar?

No, yo no soy muy partidario de eso. La vida fluye y cada cosa sucede cuando tiene que suceder. Ya está. Ya ha pasado. Era una fantasía y ya está. Las fantasías se mantienen como fantasías.

Ha hecho muchas cosas divertidas, gamberras incluso, como Los Hapiness, el grupo que creó para una campaña de publicidad de MTV España, que hacía la canción Amo a Laura, ¿cómo recuerda todo aquello?

En aquel momento había dejado mi trabajo y era la primera vez que me dedicaba solo a esto. De golpe sentí vértigo por cómo obtener el sustento y empecé a hacer música. Nos lo tomamos como una cosa divertida porque participó Domingo González, que era la persona que también había buscado a los niños de La Casa Azul y que estaba haciendo los videos del grupo. Era atrayente el hecho de crear un grupo integrista religioso ultra y hacerle cantar. Yo quise hacer una canción muy bonita que hablara de la castidad. Recuerdo que nos divertimos y que ese verano el tono politono de esa canción fue el más vendido en España. Entonces dije pues a lo mejor puedo hacer algunos encargos así. Y así se me fue el agobio.

Su relación con la televisión es esporádica pero intensa, porque todo lo que ha hecho ha quedado muy marcado en el imaginario y mucha gente le recordará por Eurovisión o por haber sido profesor en Operación Triunfo.

Nadie se acuerda pero estoy superorgulloso de una sección que hice durante un año en un programa de La 2 que se llamaba Tips, todo el programa era una maravilla, de contenido divulgativo, matemáticas, cocina, bricolaje o música. Yo hacía una sección en la que hablaba del vocoder, de las cosas que hablan sin ser humanas, de máquinas. Era muy guay y lo veía muy poca gente. Fue una lástima.

De OT también estoy orgulloso. Me parecía muy guay que en un entorno como Operación Triunfo se hablara tanto de la historia de la música popular contemporánea, sin prejuicios, con esa visión mía muy libre. Comparando el trap con el punk y con el jazz de principios del siglo XX. O explicando que las mujeres en la música electrónica han tenido mucha importancia. Lo veía mucha gente, fue muy gratificante. Luego otras me han conllevado más presión que yo no soy capaz de sobrellevar. Por ejemplo, si hubiera tenido que participar en Eurovisión, no sé si hubiera salido vivo de ahí.

¿No lo pasó bien en su participación en Salvemos Eurovisión?

No. A mí me encanta Eurovisión pero ese talento no lo tengo, el de sobrellevar esa presión, esa carga, esa primera línea tan marcada. Estar representando algo. En el fondo yo solo me he querido representar a mí. Pero bueno, pude conocer a Raffaella Carrà y me siento muy afortunado por eso, era una mujer increíble y enorme.

Su último disco largo hasta ahora es de 2019, La gran esfera…

Ha pasado un tiempo, ¿no?

Bastante. Es un disco del que se habló bastante porque había mucho que contar ahí. Un disco complicado, personal, muy autobiográfico y para el que encima había desechado muchas canciones. ¿Cómo lo ve ahora?

Es mi disco favorito de La Casa Azul. Después de no saber si lo estaba haciendo bien o no, sin saber si estaba quitando muchas cosas simplemente por hastío o porque me había cansado ya de escuchar aquello. Pero ahora lo veo muy representativo de lo que quería hablar. Y te tengo que decir que me está pasando lo mismo con el nuevo. Es una cosa que no hago bien. Me gustaría sacar las canciones más rápido y no darle tantas vueltas. Bueno, tampoco está mal. No hacemos recoleterías, como decía Juan de Pablos. Tampoco tiene tanta importancia. Aunque al final, para mí, sí. Le doy muchas vueltas. Pero aquel disco sí que yo creo que quedó bien y expresa de manera concisa y emocionalmente profunda mi sentir de aquel momento.

Dice que tiene el mismo problema con las nuevas canciones, ¿se está hartando de ellas?

Cuando lo dilatas mucho en el tiempo, enseguida estás en otra vivencia. La solución a esto es publicar, porque lo publicado, publicado está. Y probablemente también te quita de presión. Y luego, al cabo de un tiempo dices ostras, pues no, o lo que sea. Es inseguridad, yo creo. A veces pienso qué más da, a quién le importa, en el fondo es una canción, sacar un disco no tiene mucha importancia para nadie. Es como darme una importancia que no tengo. Supongo que es algo que tardaré un tiempo en arreglar y trabajar.

Pero ha sacado ya tres canciones de ese disco.

Sí, las quise sacar porque esas sí que las veía claras. Antes del verano del año que viene saldrá el disco, seguro.

Parece que todos sus discos suelen sobrevolar alrededor de una idea y no sé si guiándonos por estas tres canciones, este nuevo disco va sobre empezar algo nuevo o una nueva etapa. Reencontrarse.

Sí, lo del reencuentro está ahí presente en todo el disco. Tampoco hago discos conceptuales, sino más bien discos que a lo mejor se explican bien. En el disco La revolución sexual hablé mucho de mis agobios mentales, de mi salud mental. La gran Esfera lo veo como un disco que lidia con el bache vital de una época de mi vida. Y en este sí hay algo ahí del reencuentro y de encontrar el equilibrio en mi rutina y ver amanecer. El amanecer puede ser sanador simplemente por el hecho de vivirlo.

Me acuerdo hace muchos años que vi una entrevista con Brian Wilson en un retorno de esos suyos después de estar muy encerrado durante años y le preguntan qué quería decir con una canción de Beach Boys. Él está mucho rato parado y dice: “Pues la playa, el sol”. O sea, da una respuesta plana, pero es que realmente era eso. Él no lo sabe expresar. Yo quiero esta paz que siento y quiero transmitir esto que siento. Estoy intentando encontrar ese punto de poder expresar de manera muy simple esas sensaciones que me hacen sentir en paz conmigo mismo.

Vídeo de la entrevista completa

Vídeo: Nando Ochando y Javier Cáceres.

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