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Adiós Flor de Pasión, hola Juan de Pablos

Juan de Pablos - Radio 3

Henrique Mariño

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Juan de Pablos siempre será primavera, aunque en ocasiones él se vea obligado a hundir las botas en la nieve cuando su invierno se antoja inclemente. Las tormentas son caprichosas, tanto como las ventiscas, que soplan arbitrariamente en una u otra dirección, llevándonos en volandas o dificultándonos el camino. El entrañable locutor de Flor de Pasión cumple hoy 71 años y, para celebrarlo, nos dice adiosparasiempreforever: ¡hay que joderse!

Juan tuvo que hibernar hace unos meses. Salió de su cueva valenciana para retomar el micrófono de Radio 3 el primero de enero y apenas aguantó tres semanas. Santi Bustamante lo había sustituido antes y Álex Gara, después, pero el presentador romanticón sabía que había llegado la hora. El programa había cumplido ¡cuarenta años! en antena, durante los cuales él pinchó y festivaleó aquí y allá, amén de sus sonadas fiestas en la sala Siroco.

Este lunes lo llamé para hacerle una entrevista, sin saber que hoy llegaba su adiós, pero Juan es tan suyo —tan nuestro— que fueron necesarios quince minutos para enterarme de que estaba físicamente en Valencia. “Si te viene bien, quedamos esta tarde y mañana [por hoy martes] te hacen las fotos”, le digo. “Mañana, imposible. Me imagino que me citarán en la radio y cuál será mi respuesta si me preguntan qué me ha parecido la canción que me dedicaron. Tendré que estar todo el día pendiente de la emisora y, en algún momento, tendré que ir al baño, supongo”.

No me dijo que no a la charla espontánea —supongo que se imaginaba que la haría por teléfono: no era el caso—, mas cuando le expliqué que las fotos podían esperar un par de días, me comentó que estaba en Valencia, abrigado por los suyos. Como la fecha de caducidad de su correo electrónico de Radio 3 había infelizmente llegado —Flor de Pasión parecía inmortal, y lo seguirá siendo—, le pedí el personal, pero me comentó que no tenía. “No me gustan esas moderneces”. Entonces, añadí, tampoco tendrás esa modernez de Whatsapp, y por supuesto que no la tiene. “A lo mejor pongo internet en Valencia”.

Pues llámame sin falta cuando vengas a Madrid. “Claro. De hecho, pronto iré al concierto de Axolotes Mexicanos. Si hace falta, con tal de verlos, soy capaz de ir a la Luna”. Axolotes Mexicanos, Fanta, Juniper Moon, Los Vegetales, Cola Jet Set, Shock Treatment, Airbag, Los Caramelos… Cuánto le deben a Juan —qué raro suena De Pablos—, cuánto le debemos nosotros. No hay suficientes abrazos de oso que lo arropen, porque él es como ese árbol de tallo grueso que necesita una cadena humana para rodearlo. O, al menos, así lo muestran las fotos subidas por el personal de tierra a Facebook, algo que a él le sonará cacofónico.

Su voz era —es— temblorosa, alegre, frágil, vital, tímida, melancólica, ferruginosa, acatarrada, intermitente. Como un motor gripado que, tras los petardazos de rigor, logra arrancar sonriente. Su voz era —es— compañía, como la propia radio, si bien él ha trascendido el formato. ¿Era la antirradio? No, bien al contrario, irradiaba radio, aunque obviamente no hubiera superado el casting del Operación Triunfo de las ondas en tiempos del podcast. Pasión y erudición, que no virtuosismo, a flor de micro.

(Cáceres, 1948) recibirá hoy los parabienes de los compañeros y amigos que le quedan en Radio 3. Él estará pendiente del transistor, que irá del salón a la cocina, de la cocina al salón, del salón al baño, cabe suponer. Le digo que mi suegro lo escucha —no sé por qué le digo que mi suegro lo escucha—, lo que estira el frenesí de su arcoiris florido desde su generación hasta la quienes podrían ser sus nietos. En medio, nosotros: Los Flechazos, La Buena Vida, Los Fresones Rebeldes, Pauline en la Playa y las nuevas generaciones, pues él nos ha enseñado la canzone y la chanson, pero también lo último del pop exquisito y —disculpen la estúpida etiqueta— del tontipop.

Eterno peterpán, durante estos cuarenta años de programa, nosotros hemos envejecido y el muy cabrón ha seguido igual de joven, jovial y joyón. Aunque, a veces, necesitase sus tiempos para lustrarse, pues hasta la plata pierde brillo, nada que no resuelva un buen puñado de bicarbonato, que tanto vale para desempolvar una nevada como para aligerar una pesada digestión. “El programa es un agarradero, mi último refugio”, confesaba en una entrevista que le hice hace tres años. “Flor de Pasión siempre fue una terapia, si bien en los últimos años la depresión me ha desbordado. Debo modular la frecuencia, porque las subidas son estratosféricas, pero las bajadas son abisales”.

Esperemos que los subidones vengan acompañados de su impar voz a través de esas moderneces que él detesta, pero que tan buenos frutos han dado en los podcasts de artefactos como El Estado Mental o Radio Gladys Palmera. Un tío que pincha a Fabrizio De André —valga un cantautor abisal— puede dejar Radio 3, aunque siempre seguirá siendo el número uno de las ondas. Hoy, pues, habrá que estar pendiente del tercer piso de la casa de la radio para escuchar, por boca interpuesta, los últimos “saluti a tutti, bacioni, auguri, in bocca al lupo, arrivederci e a presto pino!”. Una frase tan asociada al futbolista frustrado y al cantante en ciernes —de Cisnes Negros: arqueología musical pamplonica— como la sintonía de despedida del programa, Azurro, de su querido Adriano Celentano.

“Por cierto, sabrás que los italianos, además de in bocca al lupo —ese deseo de buena suerte cuya respuesta es crepi!, o sea, que se muera el lobo—, también dicen in culo alla balena”. El imperecedero locutor se queda pensativo al otro lado del teléfono, cuando interrumpo su silencio con la correspondiente respuesta al anhelo de encontrarse bajo el ano del cetáceo: Speriamo che non caghi! Él se ríe y me remite de nuevo a los Axolotes Mexicanos. “Pero cuando vengas a Madrid, llama, Juan. Si hace falta, sacamos el billete y nos vamos juntos a la Luna”.

El autor de este artículo, Henrique Mariño, (@solucionalina) es periodista del diario Público y publica este texto como firma invitada en Somos Malasaña.
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