El agua como cultura: un museo para mirar al futuro de Madrid
El 18 de junio de 1851, la reina Isabel II firmó el Real Decreto que dio origen a la empresa encargada de traer el agua del río Lozoya a Madrid. Nacía así el Canal de Isabel II, una de las mayores obras de ingeniería civil del siglo XIX y símbolo de progreso, salud pública y desarrollo social. Dentro de poco celebraremos su 175 aniversario: una oportunidad inmejorable para recordar aquel logro colectivo y, sobre todo, para mirar hacia adelante.
Esa es la razón de la iniciativa que el Grupo Parlamentario Socialista ha propuesto en la Asamblea de Madrid: impulsar la creación de un Museo del Agua y del Patrimonio Hidráulico, un centro de divulgación científica y ambiental que una historia, innovación y conciencia social. Un proyecto que busca no solo conservar el pasado, sino conectar con los retos del presente y del futuro.
El agua ha sido siempre el gran hilo conductor del progreso. La historia del Canal, desde el Pontón de la Oliva hasta el Atazar, desde las galerías subterráneas hasta los depósitos de Chamberí, es también la historia de cómo Madrid creció, se modernizó y mejoró su calidad de vida. Hoy ese legado necesita una nueva narrativa: la que une la memoria técnica e industrial con la educación ambiental y la sostenibilidad.
El museo no sería un recinto estático, sino un espacio vivo de aprendizaje e interacción, donde el visitante pueda tocar, experimentar y comprender. Inspirado en el espíritu del histórico Palacio del Descubrimiento de París, su propósito sería divulgar ciencia y cultura del agua desde la curiosidad y la participación, “prohibido no tocar”.
El proyecto propuesto se alinea con los objetivos estratégicos del propio Canal de Isabel II, que en su Plan 2018-2030 prevé crear centros de excelencia en investigación e innovación para posicionarse como referente internacional. Un Museo del Agua sería una aplicación coherente de esa visión: un espacio que una divulgación, investigación y participación ciudadana.
La ubicación propuesta, en Chamberí, combina el valor histórico de las instalaciones del Canal con la cercanía de universidades y museos científicos. Desde allí podría irradiar una red de espacios complementarios en la Sierra Norte, en torno al Pontón de la Oliva en Patones o el Palacio de Arteaga en Torrelaguna, reforzando el equilibrio territorial y el vínculo entre el agua y la identidad madrileña.
Y obviamente relacionando esta iniciativa con el Museo actualmente existente en El Berrueco y todas aquellas iniciativas que puedan surgir en otros municipios y que alberguen piezas e historias más relacionadas con sus comarcas.
La Comunidad de Madrid, además, cuenta con un reconocimiento internacional en este ámbito. Canal de Isabel II fue designada por Naciones Unidas como operador de referencia mundial en la gestión del agua y la energía, colaborando con la UNDESA y organizando el II Simposio Mundial Agua y Energía en 2022. Aprovechar esa alianza y dotarla de un espacio permanente de divulgación sería un paso natural para consolidar a Madrid como “Región del agua”.
Un Museo del Agua no es solo una inversión cultural: es una apuesta por la educación, la sostenibilidad y la cooperación. Sería foro internacional de encuentro y también escuela ciudadana sobre el uso responsable del agua en tiempos de cambio climático. Porque el agua no es un negocio: es un derecho y una cultura. Y protegerla empieza por conocerla, valorarla y compartirla.
El 175 aniversario del Canal de Isabel II ofrece una ocasión histórica para hacerlo posible. Madrid, la ciudad que nació del agua, puede celebrar su historia mirando al futuro: con un museo que nos recuerde que el progreso, cuando fluye con inteligencia y justicia, siempre deja huella.
Así lo han entendido en la Asamblea Más Madrid y Vox, que han apoyado con sus votos la iniciativa del Grupo Socialista, decaída por la oposición del Partido Popular.
El rechazo del Partido Popular a esta propuesta lo sitúa una vez más en la soledad parlamentaria, aferrado a una visión opaca y anacrónica del Canal de Isabel II. Mientras el resto de los grupos, incluidos quienes rara vez coinciden, entienden la necesidad de mirar al futuro con transparencia y ambición cultural, el PP se refugia en la bruma de un pasado de oscurantismo y gestión nefasta, y demasiadas veces corrupta, que Madrid no puede volver a repetir.
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