Por qué se toman las uvas en la Puerta del Sol: la tradición de Nochevieja que nació de la rebeldía del pueblo madrileño
Cada 31 de diciembre, millones de españoles se preparan para recibir el Año Nuevo con un ritual: comer 12 uvas. Ya sea frente al reloj de la Puerta del Sol en Madrid o frente al televisor, en cualquier rincón del país la gente espera con un racimo desgranado listo, una pieza por campanada, simbolizando los doce meses venideros. Sin embargo, pocos conocen que esta tradición no surgió de manera espontánea, ni tiene sus raíces en antiguos rituales de buena suerte, sino que nació como un acto de rebeldía popular frente a las imposiciones de la autoridad y las costumbres de la aristocracia madrileña.
El origen de esta peculiar costumbre se remonta a los últimos años del siglo XIX, cuando la capital vivía un momento de tensiones sociales y cambios culturales. En 1882, José Abascal y Carredano, alcalde de Madrid, promulgó un bando que buscaba poner orden en las fiestas populares: todo aquel que se excediera en la víspera de la festividad de los Reyes Magos —es decir, el 5 de enero— sería objeto de una multa de cinco pesetas. La intención oficial era frenar los disturbios y el jolgorio que caracterizaban esta velada, en la que los madrileños se entregaban al alcohol y al ruido hasta altas horas de la madrugada. La medida, que parecía un simple intento de control social, encendió la chispa de lo que con el tiempo se convertiría en una de las tradiciones más emblemáticas de España.
El bando municipal provocó la indignación de ciertos grupos de la clase trabajadora, que veían cómo la aristocracia disfrutaba de copiosas comidas y festejos durante las fiestas navideñas mientras ellos estaban restringidos por las normas del municipio. En respuesta, decidieron tomar la celebración por su cuenta, eligiendo no la noche de Reyes, sino el 31 de diciembre, como una forma de protesta simbólica. Su objetivo era crear su propia fiesta, burlarse de las costumbres de los ricos y, al mismo tiempo, disfrutar de una noche de jolgorio sin pagar ningún impuesto ni cumplir con el bando municipal.
Esa es la respuesta al origen de la celebración en la Puerta del Sol. Para la tradición de las uvas existen dos versiones. Una de ellas, la más probable, hace referencia a la influencia de la alta sociedad madrileña, que había adoptado tradiciones de Francia y Alemania, donde las familias acomodadas celebraban el fin de año con cenas elegantes acompañadas de champán y uvas.
El primer registro escrito que menciona la costumbre de las doce uvas data de 1895. Se describe cómo el presidente del Consejo de Ministros de entonces despidió el año con uvas y champán, y la prensa de 1897 ya hablaba de “las uvas bienhechoras”, señalando que era “costumbre madrileña comer doce uvas al dar las doce horas en el reloj que separa el año saliente del entrante”. Con el tiempo, la tradición fue ganando notoriedad. Ya en 1903, la prensa registraba que las uvas no solo se comían en Madrid, sino también en lugares como Santa Cruz de Tenerife.
La imagen más antigua que se conserva de una multitud celebrando una Nochevieja en la Puerta del Sol, la recoge el archivo del diario ABC. Data de 1912 y muestra varios jóvenes celebrando y haciendo ruido con cazos, sartenes y panderetas. Este es el primer registro fotográfico, pero ya en 1906 había publicaciones que aseguraban un creciente culto a esta costumbre de “comer doce uvas al dar las doce del último día y nacer el nuevo año” como ritual para atraer el dinero y la buena suerte.
Las clases más bajas tomaron esta tradición que venía de la aristocracia y la hicieron suya para burlarse de la burguesía madrileña, aunque el impulso definitivo llegó en 1909. Esta es la versión más extendida sobre la tradición, aunque desde varios años atrás ya venía tomando forma. En 1909 los viticultores de la comarca alicantina del Bajo Vinalopó enfrentaron un excedente de producción. Para no perder la cosecha, se pusieron en contacto con el gobierno y los comerciantes para promocionar la venta de uvas. Desde entonces, cientos de personas dan la bienvenida al año nuevo comiendo uvas de la suerte.
La fama de la Puerta del Sol como lugar para despedir el año se consolidó con la llegada de las retransmisiones televisadas. En 1962, Radio Televisión Española decidió emitir en directo las campanadas de Nochevieja desde la plaza, llevando el ritual a millones de hogares españoles. Desde entonces, no hay familia que no espere frente a la pantalla con las doce uvas listas, siguiendo el descenso del carillón y las campanadas que marcan la entrada del nuevo año. Como curiosidad, la Nochevieja 2020 fue el único año que la plaza dio la bienvenida al año nuevo vacía debido a la pandemia.
El reloj de la Puerta del Sol también tiene sus particularidades. La bola de latón que marca el inicio de las campanadas, conocida popularmente como carillón, se monta cada Nochevieja y se desmonta al finalizar la celebración. Y para los que todavía no lo sabían, las doce campanadas no marcan los últimos 12 segundos del año, sino los 12 primeros. Cuando suene la primera y comas la primera uva, ya habrás entrado en 2026.
La historia de las uvas en la Puerta del Sol es un ejemplo perfecto de cómo muchas tradiciones populares han nacido de la disconformidad y la rebeldía del pueblo. Lo que empezó como una forma de burlarse de la aristocracia y evadir las normas municipales, se convirtió en uno de los momentos de celebración más importantes del año y que más gente reúne, a tal punto, que en la actualidad los madrileños llegan a consumir una media de 250.000 kilos de uvas cada 31 de diciembre.
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