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Los israelíes que viven en la frontera con Gaza buscan una solución contra los cohetes

Los israelíes que viven en la frontera con Gaza buscan una solución contra los cohetes

EFE

Nativ Ha Asará (Israel) —

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Para Hila Fenlon, una israelí que vive a menos de cien metros de la frontera norte de Gaza, su vida diaria se ha convertido en un problema que lucha por resolver, pues sobre su pueblo, Nativ Ha Asará, cae una media de cinco cohetes diarios disparados por los combatientes de Hamás.

“Este no era un lugar peligroso. De niñas íbamos a Gaza de compras, a reparar el coche... Ibamos a comer humus a un sitio que se llamaba en árabe ”restaurante de la paz“. Si hoy fuera a comer humus con mis hijos a Gaza, estaría loca”, señala Fenlon, una agricultora de 39 años y madre divorciada de dos hijos adolescentes.

Nativ Ha Asará es un pueblo situado a menos de cien metros de la primera valla de la frontera norte que separa a Gaza e Israel, y al que se accede atravesando una valla metálica que solo se abre unas cuantas horas al día y está rodeada de múltiples cámaras de seguridad.

De no ser porque el final del pueblo está custodiado por una torreta militar y porque hay una zona de nadie de unos 200 metros a cuyo término se sitúa el muro de la frontera de Gaza, su arquitectura asemeja a la de cualquier área suburbana de casas individuales y cuidados jardines, de los que se desprende una aparente vida apacible.

“La tranquilidad que tenemos ahora aquí puede cambiar muy rápidamente y se pasa del cielo al infierno en pocos segundos”, aseguró a Efe Lázaro Herrera Jiménez, un español de 34 años casado con Yael Shamir, de 41, padres de dos niños pequeños.

Fenlon explica que en la vida diaria de los 850 habitantes de este pueblo, de los que unos 250 son niños, está presente el sonido de las alertas que anuncian la inminente caída de un cohete desde Gaza, y asegura que desde que se escucha por los altavoces, “hay apenas 3 ó 4 segundos para esconderse” en uno de las decenas de refugios que el Gobierno israelí ha construido en los últimos años.

Nativ Ha Asará tiene en su haber ser una de las zonas israelíes en la que han caído más cohetes de fabricación casera lanzados por Hamás y que desde 2003 ascienden a más de mil.

“En los pueblos israelíes caen misiles a diario. Solo aquí han caído más de mil en los últimos trece años y a nadie le importa”, dijo Fenlon a la prensa, al tiempo que indicó: “Aquí corremos una media de veinte veces al día a los refugios. Aquí no hay ningún sitio seguro, solo lo son los refugios”.

En las paradas de autobús, el Gobierno israelí ha construido a cada lado un refugio en el que muchas veces se esconden niños y adultos.

Yael Shamir cuenta que hace poco una de las alertas sonó cuando se dirigía con su bebé de meses a buscar al hijo mayor al colegio, y “cuando eso ocurre, no sabes que hacer. Me agaché en el refugio con el niño, te estás ahí un poco, te levantas y te vas”.

“Lo cuentas así y parece una locura, pero como ocurre cada día, esto se convierte en normalidad”, indicó a Efe Shamir, que hasta 2012 vivió en Cáceres (Extremadura, suroeste español) junto a su esposo, Lázaro, antes de decidirse a volver a su pueblo natal empujados por el desempleo y la falta de perspectivas que supuso la crisis económica en España.

Lázaro Herrera señala que intenta “vivir con normalidad. Es muy malo que los niños te vean nervioso cuando cae un cohete”.

Ambos aseguran que, aunque en Israel han encontrado casa y trabajo y tienen el apoyo familiar, se han planteado volver a España cuando la situación del país mejore.

Los continuos disparos de cohetes y de proyectiles de mortero por parte palestina han causado hasta ahora tres muertos y varios heridos, pero sobre todo es causa de que la población infantil necesite de apoyo psicológico, al igual que buena parte de los adultos.

Fenlon señala que “cuando conoces el sonido de un misil o de un proyectil de mortero, uno lo está escuchando siempre”.

“Los cohetes son armas psicológicas disparadas por una organización terrorista como es Hamás, y que no necesariamente busca matar, pero sí aterrorizar a la gente”, afirma Hila Fenlon, que también subraya su decisión de no abandonar su pueblo que “está en una zona de no conflicto y dentro de las fronteras israelíes internacionalmente reconocidas”.

Su lucha es por que el Gobierno de Israel y la comunidad internacional se den cuenta de que “aquí también hay un problema”, que se añade al del sufrimiento de la población de Gaza.

Señala también que en el pueblo alguna familia ha contactado con sus vecinos palestinos del otro lado, “pero ellos tienen miedo de Hamás. No se atreven a denunciar a Hamás porque los matan”.

“La diferencia es que yo puedo decir lo que quiero y estar en contra de lo que hace el Gobierno de Israel, pero no me pasa nada. A ellos los matan”, explica.

En uno de los muros de la frontera israelí se ha diseñado el llamado “camino de la paz”, un collage con pequeñas piezas de cerámica de colores con la palabra “paz” escrita en varios idiomas y al que también han contribuido palestinos de la vecina Gaza.

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