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Los mil días de Granados en prisión

Los mil días de Granados en prisión

EFE

Madrid —

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Casi mil días en prisión dan para mucho. En el caso de Francisco Granados, han servido para encontrar un millón de euros en casa de sus suegros, uno y medio en una cuenta en Suiza, para escuchar las 13 horas de confesión de su socio -el que ganó ocho veces la Lotería- y para ver caer a su mentora, Esperanza Aguirre.

Dos años y medio (concretamente 936 días) han transcurrido desde que el antiguo número dos de Aguirre fuera detenido el 27 de octubre de 2014 junto con casi 40 personas más en la operación Púnica, una trama corrupta de comisiones a cambio de adjudicaciones en varios municipios madrileños y financiación ilegal del PP de la región.

Rebobinando al principio de la operación, tan solo un mes antes de ese 27 de octubre Granados llamó “pesado” a un expolítico del PP “obsesionado” con que le estaban pinchando los teléfonos.

Quizás no era consciente de que a él mismo se los estaban interviniendo, a pesar de que fue él quien alertó a su socio David Marjaliza -el que luego colaboró con la justicia- de que le investigaba la Guardia Civil.

Granados hablaba entonces en clave de “bombones” y “libros” para referirse al dinero que entraba y salía para financiar al PP de Madrid y, tan solo cinco días antes, incluso mostró por teléfono su enfado con un constructor: “Me tiene calentito”, “¿es que tengo yo que pedir el favor de disponer de lo mío?”.

El inicio de su “carrera judicial” con su detención (que intentó anular recurriendo a un “habeas corpus” en la madrugada del 31 de octubre) fue el principio del fin de la carrera política de Aguirre que, salpicada por el nuevo caso Lezo, se ha visto forzada a retirarse definitivamente de escena.

De la cárcel de Soto del Real fue trasladado enseguida, en noviembre, a la de Estremera, la misma prisión que él había inaugurado años antes y en la que aún permanece a la espera de recopilar 400.000 euros para pagar su fianza.

Esta circunstancia era objeto de chascarrillos entre los presos, según ha relatado a Efe un interno que coincidió con él un año en Estremera, que le define como una persona de carácter reservado.

Al menos durante ese tiempo, explica la fuente, no se ganó el respeto ni la popularidad de otros presos como Gao Ping, internado en esa cárcel, o Luis Bárcenas en la de Soto del Real, aunque, según su abogado, ese carácter tranquilo le hace llevar bien su situación.

Dos años y medio han pasado desde ese 27 de octubre, en los que han levantado tomos y tomos de sumario con conversaciones, cuentas bancarias y declaraciones judiciales que han ido sumando indicios en contra de los investigados en Púnica.

Por ejemplo, el millón de euros que en diciembre de 2015 encontró la Guardia Civil en una maleta dentro de un altillo de casa de sus suegros, que él atribuyó a un dinero ahorrado de su época en la banca.

También fue “con un poco de dinero” que le dio su padre con lo que abrió su cuenta en Suiza en 1994, según dijo al juez en 2014. En ese país llegó a acumular 1,5 millones de euros. Y, en total, llegó a estar autorizado en 53 cuentas de terceros.

Ocho meses después de entrar en la cárcel, su socio en la trama, el empresario David Marjaliza, decidió confesar y estuvo tres días declarando ante el juez Eloy Velasco, que poco después le dejó en libertad.

Marjaliza puso contra las cuerdas a Granados al afirmar que ambos liberaban la red corrupta e incluso le acusó de ser el ideólogo de operaciones inmobiliarias que su empresa hizo en Valdemoro cuando Granados era alcalde.

También ratificó el soplo que le dieron a “Paco” antes de su detención de que investigaban a Marjaliza: “Me dice Paco: 'He coincidido en una discoteca de Valdemoro a las 4 de la mañana, con muchas copas, con un guardia civil y me ha dicho que están investigando a un empresario de Valdemoro que tiene su oficina en Pinto'. Y blanco y con asas”, confesó el empresario.

Tras la “traición” de Marjaliza, Granados pidió declarar y lo hizo el pasado diciembre, cuando afirmó que su socio mentía “de la a a la zeta”.

“No me he enriquecido con la política y que desde luego sería incapaz de amenazar a un funcionario o a extorsionar”, se defendió ante un Eloy Velasco que esperaba una confesión y se fue con las manos vacías.

Las revelaciones de Marjaliza supusieron un punto de giro en una investigación ya bastante apuntalada en documentos y, sobre todo, conversaciones pinchadas que adquirieron mucha relevancia por su contenido, pero también por las formas.

“Bueno tío, pues nada, que me voy de vacaciones. Prepárame pasta”. Esta frase pinchada fue una de las que destapó más vergüenzas. Se la dijo a Marjaliza el exdiputado del PP en Madrid y exalcalde de Valdemoro José Miguel Moreno, y añadió que estaba “tocándose los huevos” porque para eso se había hecho parlamentario.

Otras palabras de Granados a Marjaliza también permitieron visualizar el “nivel” de Púnica: “No lo he contado, tú tienes máquina”, le dijo instándole a contar 360.000 euros de supuestas comisiones ilegales.

Pero la relación entre los cabecillas comenzó a deteriorarse mucho antes de su confesión, en 2010, por la venta de un chalet en Marbella, hasta el punto de que Marjaliza dijo a Granados: “Ya veremos quién estará a tu lado cuando caigas en el cargo”.

Y cayó, pero, eso sí, tras haber acumulado dinero y también regalos. Del sumario salieron las ofrendas que le hizo un empresario agraciado con adjudicaciones: caballos, estancias en hoteles, entradas para corridas de toros, cabezas de toros, relojes o prostitutas.

De poco le han servido estas dádivas en Estremera, de donde puede que salga en los próximos días -si paga su fianza- para pasar el testigo a otro preso número dos de la “lideresa” Aguirre, Ignacio González.

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