Uno de los tres receptores del Nobel de medicina de este año ha sido Jeffrey Hall, un profesor retirado de la universidad de Brandeis en los EE UU que realizó trabajos básicos para el descubrimiento de los mecanismos moleculares de los ritmos circadianos; el reloj interno que nos pone en hora sincronizando nuestros ciclos internos con los de la naturaleza.
En este caso quizá lo más interesante sea un detalle: Jeffrey Hall dejó la ciencia hace más de 10 años porque, según explicó entonces en una entrevista, estaba harto de papeleos, de recortes sustanciales e injustificados en los proyectos de investigación, de tener que dedicar su tiempo a pedir dinero que le racaneaban y de no poder practicar ciencia real en el laboratorio por estar demasiado ocupado con los temas administrativos.
Una plaga que en realidad afecta a muchos científicos de todo el mundo y que en algunos países (como España) es crónica y feroz.
En un determinado momento a Hall le negaron un proyecto, lo que suponía no tener dinero para realizar su investigación; es decir, para hacer su trabajo; fue la gota que colmó el vaso.
Harto de los procedimientos para asignar proyectos y dinero oscuros y a veces demasiado dependientes de amistades y manías el autor de un trabajo lo bastante importante como para merecer un Nobel ahora vive en la zona rural del estado de Maine apartado de la investigación. Lo cual parece un triste desperdicio de talento.
Sobre este blog
@Retiario estudió biología pero siempre quiso aprender y contar historias reales. En tiempos remotos fue paleontólogo, pero desde hace décadas es periodista y profesor de periodismo. Cree en la ciencia, la tecnología y el poder de la humanidad para cambiar las cosas para bien, si se aplica. Pasa la mayor parte de su tiempo en Internet y es un firme defensor de la pluma (y la red) frente a la espada.
