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La rutina del campo de acogida en Katmandú no merma la esperanza de los damnificados

Nepal sufrió 274 réplicas de más de 4 grados tras el terremoto del 25 de abril

EFE

Katmandú —

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Los damnificados por el terremoto en Katmandú que llevan más de un mes en campos de acogida han convertido esta fatalidad en rutina de colas para la comida, escuelas improvisadas y la esperanza de volver al día a día que quebró el seísmo en Nepal.

Cada día, el australiano Karpeet Singh y londinense Jagtar Singh, junto a compañeros nepalíes de la organización caritativa Khalsa Aid, se afanan en ayudar a cocinar miles de raciones, “hasta 10.000”, manifiestan a Efe, para repartirlas por la mañana y por la tarde en el campo de acogida de Tudikhel en pleno centro de Katmandú.

“Arroz y lentejas, nada más, pero por lo menos esta gente tiene asegurada la comida”, cuenta el joven procedente de Australia bajo la carpa que sirve de cocina, uno de los puntos de referencia en medio de cientos de tiendas de campaña o lonas que hacen las veces de ellas.

“Son todavía unas 400 tiendas y eso que algunos que vinieron al principio ya han podido volver a sus casas. La vuelta a sus vidas normales va todavía muy lenta”, dice el londinense, voluntario de esta organización británica fundada por fieles de religión sij.

El regreso a la vida cotidiana anterior al seísmo es todavía una utopía para una de las familias que sobrevive bajo una de las lonas no lejos del comedor, porque desde aquel fatídico 25 de abril “nada es seguro”, lamenta el padre, Rajendra Shrestha, de 36 años.

Él, su mujer Rima, de 34 años, y sus hijas Suhani, de 14, y Shiwani, de 8, han convertido ahora en su rutina el acudir a las colas para conseguir comida o agua, el volver de vez en cuando a ver su casa, a la que no pueden entrar, y las oficinas donde trabajaban los padres.

“No se han derrumbado, ni la casa ni la oficina, pero no se puede volver, porque son inseguras, están agrietadas y es peligroso”, declara el padre que se define como “un hombre de negocios que ahora busca trabajo”.

La madre trabajaba en una oficina dedicada a las transferencias de dinero, en un país en el que organismos internacionales como Naciones Unidas o el Banco Mundial calculan que cerca de dos de sus 28 millones de habitantes trabaja fueran.

“Puede que reabra la oficina”, comenta a media voz mientras al otro lado de la valla que delimita el campo de acogida el bullicio del tráfico y del trasiego de gente del día a día de la capital nepalí contrasta con la tranquilidad entre las tiendas de campaña, con poco que hacer salvo ver la vida pasar.

Para evitarlo, la hija mayor se ha convertido en voluntaria y ayuda en el reparto de comida o en una improvisada escuela, una de cuyas profesoras, Anjima Lama Thoker, explica que aunque también se enseña diariamente inglés, nepalí, matemáticas o ciencias, lo que tratan “es entretenerles con canciones, bailes o juegos”.

“Muchos tienen sus libros y apuntes en casas dañadas a las que por ahora no pueden volver”, declara.

Entre 200 y 250 niños acuden a diario a la improvisada aula, relata Thoker mientras intenta que formen una fila en la que destaca el colorido de las camisetas de equipos europeos de fútbol.

Según datos difundidos por Naciones Unidas, aunque el Gobierno nepalí prevé que los colegios reabran el próximo domingo por primera vez tras el terremoto, alrededor de un millón de niños no podrán volver, ya que cerca de 30.000 están destruidos.

Al menos en Tudikhel los menores están dentro de un recinto vigilado por Policía y Ejército, que paran en la entrada a cualquiera que les resulte extraño.

Unicef ha advertido del riesgo tráfico de niños que quedaron desamparados tras el desastre natural y el Gobierno de Nepal prohibía ayer que los menores de 16 años viajen solos sin sus padres o personas autorizadas.

Cerca de la escuela, Amir Mahajram, de 39 años, vive con otros 18 miembros de su familia en una de las tiendas azules enviadas desde China, un país vecino cuya ayuda es patente en toda la ciudad, en la que los caracteres chinos se han convertido en parte del paisaje.

“China nos ayuda, pero no el Gobierno de Nepal. Somos pintores esperamos que comience la reconstrucción y tener algo de trabajo y poder salir de aquí”, desea Mahajram como muchos de sus miles de convecinos en Tudikhel.

Según datos del Gobierno nepalí, los muertos en el temblor de 7,8 grados de hace un mes y la réplica de 7,3 del 12 de mayo son más de 8.600 y casi 22.000 los heridos.

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