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Lo volveremos a hacer, señor Sánchez

Cuixart, en una de las sesiones del juicio en el Tribunal Supremo

Jordi Cuixart

La razón de existir de Òmnium Cultural es la voluntad de propiciar grandes consensos en Catalunya. En este país donde el hecho migratorio es estructural, trabajar permanentemente en la búsqueda de acuerdos entre los distintos actores de la sociedad nos ha permitido generar una consciencia muy sólida de la importancia de fortalecer un sentimiento de pertenencia colectiva basado en la diversidad y el respeto mutuo.

Desde el primer día que entré en la cárcel tuve muy presente que sería un error dedicar nuestra energía a empezar una espiral de reproches, que sería ineficaz y contrario a la misión fundacional de Òmnium. Por eso, también desde la cárcel he seguido intentando facilitar al máximo la creación de las condiciones oportunas para generar espacios de diálogo y empatía.

El pasado lunes mandé una carta al presidente del Gobierno español en funciones, Pedro Sánchez, solicitando una reunión en el marco de su ronda de encuentros con representantes de la sociedad civil. Lo hice consciente de las pocas posibilidades de éxito, pero convencido que era y sigue siendo una propuesta razonable, lógica y normal. Como presidente de una entidad con más de 175.000 socios, una oferta que responde a la obligación de no desaprovechar ninguna oportunidad para propiciar el diálogo. Sin pedir renuncias previas a nadie. O lo que es lo mismo, para intentar conocernos más y mejor.

Indudablemente, esto incluye conocer las razones de aquellos que piensan que el conflicto entre Catalunya y el Estado se resolverá con más represión, o los que muestran de manera preocupante una fuerte animadversión a afrontar la realidad de los hechos. Pero al mismo tiempo, es oportuno escuchar explicaciones sobre por qué hoy en Catalunya sigue habiendo una extrema preocupación por el retroceso en el ejercicio de derechos y libertades y un sentimiento muy mayoritario en defensa del ejercicio del derecho a la autodeterminación.

En la reunión, me gustaría haber podido abundar en el mensaje de “Lo volveremos a hacer” que, por coherencia, entoné en la Sala del Tribunal Supremo: una clara reafirmación de los derechos y libertades más básicos de ciudadanía; así como en el artículo 1 del Pacto internacional de Derechos Civiles y Políticos ratificado por el Rey Juan Carlos I y publicado en el BOE: “Todos los pueblos tienen el derecho a la libre determinación”. O compartir con Pedro Sánchez la enorme preocupación por la vida de los 160 refugiados a bordo del Open Arms; por los casi 13.000 desahucios que, solo en Catalunya, se producen cada año; o las razones por las que es imperativo derogar la Ley mordaza, con la que se sigue persiguiendo a artistas, tuiteros o periodistas de todo el Estado, en un intento indisimulado de acallar la voz de aquellos que han decidido dejar de resignarse a obedecer de manera ciega.

Seguimos y seguiremos siempre dispuestos a hablar. Porque en realidad, estoy en prisión acusado de esto, de utilizar la palabra, desde la sociedad civil, como instrumento para mejorar la sociedad. Y renunciar a la palabra sería renunciar a la propia vida.

Porque al margen de la sentencia, los catalanes y las catalanas que, de manera muy mayoritaria, siguen pidiendo ser escuchados, no desaparecerán, al contrario. La represión siempre ha sido un aprendizaje histórico, no hace más que fortalecer el convencimiento que la lucha no-violenta y la desobediencia civil pacífica son instrumentos imprescindibles para poder avanzar como sociedad.

Nos lo enseñó Gandhi, las sufragistas, los activistas contra la segregación racial o los pacifistas que lograron la supresión del servicio militar, pero también el pasado más inmediato. Ni miles de policías al grito de “a por ellos” pudieron parar el 1 de octubre del 2017, ni tampoco ha servido de nada utilizar la misma receta que el Sr. Mariano Rajoy, ceder a los jueces la responsabilidad de hacer política.

Sí, Sr. presidente, aún estamos a tiempo, porque siempre es un buen momento para el diálogo. Y nunca vamos a desaprovechar ninguna oportunidad. Insisto en que pueda conocer de primera mano qué es lo que, en pleno siglo XXI, lleva a un padre de familia y empresario, presidente de la principal entidad cultural del Estado, a afirmar que su prioridad no es salir de la cárcel sino la resolución del conflicto político. No tenga ninguna duda de que, humildemente pero por dignidad y por responsabilidad, mantenemos tanto nuestra petición de reunión como la certeza de que “lo volveremos hacer”, que seguiremos ejerciendo derechos y libertades fundamentales tantas veces como haga falta.

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