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Cuñadismos

La ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, pasa revista a militares en un acto.

Jesús Cintora

Son días para andar con tiento. Según lo que digas del caso de Alsasua, podrán decirte que estás con ETA. Si no te unes a las tesis del Gobierno sobre Cataluña, puede que estés con los independentistas. Si señalas la precariedad laboral, será porque no te alegras de que baje el paro. Como si no hubiera término medio. Como si matizar la verdad oficial se debiera a que estás con los terroristas, quieres que los catalanes se independicen y que la crisis económica no termine nunca. Me moveré entre la amenaza de estar poseído por todos estos males o de soportar mil y un “cuñadismos”.

Condeno la agresión de Alsasua. Me parece cobarde y brutal. Debe tener su correspondiente condena. Ahora bien, soy de los que considera desproporcionado que la Fiscalía pida penas de 50 o de 62 años de prisión. Fue una paliza miserable, pero semejantes solicitudes me parecen una exageración. Y estoy con los guardias civiles. En esto y, por cierto, también cuando investigan la corrupción. No me sumaré a los que parece que les apoyan más ahora por pedir más años de cárcel en este caso. Mejor sin que nos consideren filoetarras a los demás.

En Cataluña creo que sigue el circo. Continúan dando vueltas a la pista y jugando con los sentimientos del personal. Alimentando enfrentamientos, cuando no son odios. Sin llegar a la alta política en la que se pongan a resolverlo, que es para lo que les pagamos. Unos poniendo fechas de consultas unilaterales, otros mentando al Ejército español, “por tierra, mar y aire”. Retroalimentándose. Pajaritos por aquí, pajaritos por allá. La falta de credibilidad es tanta como la corrupción y la guerra sucia que cargan dos viejos trenes de mercancías que amenazan con chocar.

Dicho esto, no olvidaré que los problemas económicos y las corrupciones varias siguen siendo los dos problemas principales para la ciudadanía. Por más que, a menudo, parezca que conviene que se nos olvide. Habiendo quedado claro que el Gobierno pregona la salida de la crisis, pero que la precariedad va en aumento, me pregunto por el modelo de país que estamos construyendo, cuando el sueldo más habitual no llega a mileurista y poco más del 7% de los nuevos contratos son estables. La clase media es cada vez más baja, mientras que los que declaran por encima de 600.000 euros aumentaron casi un 60% en un par de años. Ahora nos dicen que deben subir los sueldos. Si para bajarlos hicieron varias reformas laborales, ¿cuántas van a hacer para subirlos?

Quizás sean preguntas de “cuanto peor, mejor para mí el suyo”, de filoetarras, independentistas y de seres humanos que aún nos sorprendemos de que llamen a declarar por corrupción a un presidente del Senado, como si fuera un día cualquiera en la nación amenazada. Y ahí sigue en su puesto. En unos días, por cierto, declarará el jefe del Gobierno. Diría que es un escándalo, pero aún habrá algún “cuñao” que responderá aquello de que “bueno, robar, roban todos”.

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