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Pasiones y dinámica política real

Comité Ejecutivo Nacional del PP, presidido por Mariano Rajoy. / Efe

Carlos Elordi

Es muy llamativo que la polémica en torno a los tweets y a la dimisión del concejal madrileño Guillermo Zapata haya generado muchísimo más espacio y atención en la prensa y en la red que el nombramiento de dos magistrados innegablemente vinculados al PP para juzgar el caso Gürtel. Y eso ha ocurrido no sólo en los medios vinculados a la derecha y al establishment, sino también en los demás. Justo cuando esta última decisión tendrá seguramente como consecuencia que los implicados en el mayor caso de corrupción de la historia democrática terminen absueltos de sus delitos, y con ellos el PP y sus dirigentes.

Está claro que el gobierno y sus terminales mediáticas han hecho todo lo que está en sus manos para que se hable lo mínimo posible de esta última iniciativa en el marco de la Gürtel. Lo mismo hicieron cuando, con idéntico objetivo, echaron a Baltasar Garzón de la carrera judicial y luego apartaron al juez Ruz de ese proceso. Y les fue bien, porque ambos desmanes, y otros cuantos más, no tuvieron mayores consecuencias y de hecho están ya prácticamente olvidados.

Algo parecido está empezando a pasar con los nombramientos de la pasada semana. Ya casi no se habla de ello. No digamos en El País, El Mundo, el ABC o La Razón. Tampoco en los medios que han hecho de la lucha contra la corrupción una de sus banderas. Y eso que lo que está en juego es Gürtel termine sin consecuencias penales para los que formaron parte de la trama: si las cosas ocurren tal y como parece que van a ocurrir, sólo unos pocos de ellos habrán sufrido unos meses de prisión preventiva, pero –eso sí, después de las elecciones generales– van a salir de rositas y con las fortunas que amasaron a su disposición. Ese sería un mensaje terrible para quienes creen que se debe luchar contra la corrupción.

Sin embargo, parece que a un amplio sector del público politizado, y a los medios que a ellos se dirigen, les indigna mucho más lo que ha ocurrido con Guillermo Zapata. No es fácil dar con los motivos de una paradoja tan grande. Pero no hay más remedio que especular sobre ellos.

La dimisión del concejal madrileño se produce en un contexto político de tensión e inestabilidad. Más allá de las manifestaciones de alegría de los días siguientes a los éxitos electorales, los pactos entre el PSOE, Podemos y las candidaturas de unidad popular a éste vinculadas, están marcadas por ambas. Porque, más allá de ser aliados temporales, unos y otros siguen siendo rivales. Los tweet de Zapata han sido utilizados para influir en esa dinámica. Desde dentro y desde fuera. La política es así, aquí y en todas partes. Lo deberían saber, y seguramente lo saben, todos los que se han metido en ella. Presentar ese flanco débil, sin haber decidido previamente que se iba a resistir cualquier presión que pudiera llegar por haber nombrado a Zapata concejal de Cultura y cómo se iba a hacerlo, es un error político por parte de Ahora Madrid.

La hipocresía de la derecha, el que decenas de cuadros del PP hayan escrito y dicho barbaridades mucho mayores que la suya, el que los comentarios del dimitido concejal no fueran para tanto, en opinión de muchos, no modifica ese error político. El que la alcaldesa Manuela Carmena aceptara la dimisión de Zapata indica que ella, y las fuerzas que están detrás de su candidatura, terminaron por entender, seguramente tras tensiones de todo tipo, que había que asumirlo como tal y que emprender un camino distinto habría sido peor.

Pero ese reconocimiento es un trago muy duro para un movimiento que hasta ahora ha crecido sin fallos, excepción hecha de la polémica en torno a Juan Carlos Monedero, y, sobre todo, que ha sido el gran vencedor de las elecciones del 24M. De ahí la pasión que el asunto ha suscitado y sigue suscitando. De ahí también que haya surgido la especie de que el PSOE podría aprovechar el rifirrafe para echarse atrás en los pactos. Tal vez esa inquietud haya sido provocada por una cierta sensación de debilidad. Que no debería existir.

Porque nada indica que eso pueda ocurrir. Aunque no pocos en el Partido Socialista estén muy incómodos con esos acuerdos, aunque Felipe González y gentes de su mismo perfil sigan diciendo de todo sobre los “bolivarianos”, el PSOE obtiene demasiadas rentas de los pactos con Podemos y las candidaturas unitarias, sobre todo tras haber perdido 700.000 votos en 24M, como para romperlos.

El machaqueo del PP sobre la radicalización del PSOE por sus pactos es simplemente patético. Puede que tal consigna caliente a sus más fieles, pero ya debería haber comprobado que esa línea conduce a la derrota. El PP orientó su campaña de las municipales y autonómicas sobre ese eje. Y ya se ha visto adonde le ha llevado. Hasta Esperanza Aguirre ha reconocido que eso fue un error.

En definitiva, que el episodio Zapata no ha cambiado sustancialmente nada el cuadro político general. Que sigue marcado por las generales de fin de año. En las que el PP se enfrenta al serio riesgo de perder el poder a manos de dos fuerzas, el PSOE y Podemos, que luchan abiertamente por llevarse la mayor parte del pastel de la oposición. Al tiempo que controlan juntos buena parte del poder territorial. No hay más, ni menos.

Cataluña parece no contar para nada en ese cuadro. Pero no cabe descartar que de allí procedan algunas grandes sorpresas en los próximos meses. El drama griego, el interior y el que se está viviendo en sus negociaciones con la UE, tampoco es tenido en cuenta a la hora de hablar de política española. Pero si Atenas y Bruselas rompen del todo y Grecia sale del euro, algo que puede ocurrir perfectamente, el desastre financiero general que se derivaría de ello podría hacer que un súbito empeoramiento de las condiciones económicas entrara de lleno en la campaña electoral de nuestro país.

Mientras tanto, un Rajoy incapaz de hacer nada nuevo y de renovar nada de lo que tiene en sus manos juega a que manda. Retrasando sus anuncios de cambios en el Gobierno y en el partido y logrando que una buena parte de los medios entren al trapo de tomarse esa engañifa como algo importante (es de destacar la distancia que al respecto ha mantenido eldiario.es). Y, eso sí, haciendo lo que le han pedido los de Gürtel a cambio de mantener la boca cerrada. Y comprobando que el país no arde por su nuevo desmán. 

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