Puñetazo o peón
Por fin se ha resuelto el dilema entre el hombre de acción y el hombre de pensamiento que trajo de cabeza al escritor Jorge Luis Borges (y no fue el único). Borges sentía admiración por los gauchos con cuchillo bajo el poncho para defenderse en medio de la llanura, y fantaseaba en sus poemas con los malevos capaces de apuñalar a un compadrito en los arrabales porteños y luego sonreír mientras se alejaban canturreando un tango. Es curioso ese culto al coraje, a la acción, esa cadencia por la épica en una persona que -como se dice en un poema apócrifo (aunque este verso perfectamente podría haberlo firmado él)- no iba a ninguna parte “sin un termómetro, una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas”.
La espada o la pluma. Lo físico o el intelecto. El boxeo o el ajedrez. Stop. Ahí se acabó la disyuntiva. Este es mi descubrimiento de la semana en la red, un descubrimiento que termina con el dilema entre cuerpo y mente, entre fuerza bruta e inteligencia. Es el nuevo deporte que nació con el nuevo siglo: es el chess boxing.
La mecánica es la siguiente: los dos oponentes van alternando el boxeo y el ajedrez: empiezan con cuatro minutos de partida de ajedrez y siguen con tres minutos de boxeo, luego vuelven al ajedrez. Entre cada round se quita o se pone la mesa con el tablero en medio del ring. Mientras los contrincantes están sentados a la mesa, dilucidando si aceptar o no el gambito de dama, llevan unos cascos para no oír los gritos del público y el seguimiento emocionado del comentarista. Se los quitan, claro, cuando se ponen de pie y se lían a puñetazos. En este deporte se puede ganar por nocaut o por jaque mate. ¿No es alucinante? Yo no salgo de mi asombro. Y Georgie, qué pensaría si pudiera ver esto...
Viendo las imágenes da la impresión de que pensar una estrategia, frente al tablero, agota más a los jugadores que cualquier ejercicio físico y les pone los nervios de punta. De ahí que acto seguido, para desahogarse, se den unos cuantos golpes. Así es la vida. Pensar cansa también, Pavese. En el futuro quizás las bibliotecas públicas, las universidades, los laboratorios, aquellos lugares donde se desarrolle una intensa actividad mental reserven un rincón a los sacos de boxeo. Pero qué digo, si en el futuro quizás no haya ni bibliotecas.
Yo creo que si Borges levantara la cabeza volvería a bajarla tranquilo: ya no hay que elegir entre puñetazo o peón. Ya no se lamentaría de “No haber caído,/ como otros de mi sangre,/ en la batalla./ Ser en la vana noche/ el que cuenta las sílabas”. Yo, que asumo sin ningún trauma mi condición no sé si de mujer de letras o de cero en gimnasia, no puedo terminar sin embargo sin recomendar una página de ajedrez realmente buena: www.chess.com. Allí puedes jugar online con gente de todo el mundo. Debido a los husos horarios, por la mañana mis contrincantes suelen ser indios y por la noche americanos. Hay pocos españoles, así que a ver si os animáis y nos encontramos a mediodía. Lo malo -y de eso solo me doy cuenta ahora que conozco el chess boxing- es que si nos ponemos muy nerviosos ante un peón a punto de coronar no podemos apartar el tablero y pegarnos un rato.