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Opinión - El extraño regreso de unas manos muy sucias. Por Pere Rusiñol
Sobre este blog

Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

‘Financiera’ para el Tercer Mundo

Una mujer en una oficina de Oikocredit en Bolivia. FOTO: Opmeer Reports

Pere Rusiñol

Mayo del 68 fue como un terremoto con réplicas que fueron extendiéndose mucho más allá de ese año, con enormes energías destinadas a intentar cambiar el mundo o al menos a hacerlo mejor. Una de estas réplicas, impulsada por el Consejo Mundial de Iglesias —organización ecuménica de base—, fundó en 1975 Oikocredit con un fin tan revolucionario como entonces utópico: movilizar el ahorro en los países ricos y derivarlo hacia los países del Tercer Mundo.

Transcurridos 40 años, esta utopía surgida en Holanda es una realidad muy consolidada, con cifras importantes: 53.000 personas de 70 países han depositado ahorros en esta cooperativa de servicios financieros, que a su vez las ha transferido —el 80%, vía microcréditos— hacia 28 millones de personas en los países pobres.

La palabra microcrédito ha sido últimamente muy manoseada por las grandes entidades bancarias, pero en Oikocredit mantiene el sentido original: “Los proyectos deben tener viabilidad económica, pero el impacto social tiene que ser igual de importante”, explica David Díaz, coordinador en España de la entidad, que cuenta con sedes en Barcelona, Bilbao y Sevilla.

El mecanismo es el siguiente: Oikocredit recoge el ahorro en el Norte y lo transfiere a sus socios locales del Sur, entidades cuidadosamente seleccionadas para asegurar que comparten la misma sensibilidad. Estas entidades trocean la transferencia, la convierten en miles de microcréditos y se implican en los proyectos para garantizar su viabilidad y su impacto social. Finalmente, cuando los receptores devuelven el microcrédito (con sus intereses), el dinero vuelve a Oikocredit, que anualmente reparte dividendos entre los ahorradores, con un límite: nunca puede superarse el 2%.

No se trata, por tanto, de un donativo para un proyecto de cooperación, sino de una inversión con vocación social: en lugar de tener los ahorros en una libreta a plazos, por ejemplo, se entregan a Oikocredit con un interés del 2% (no garantizado, pero este es el retorno anual desde 1989) para que respalde iniciativas económicas en los países pobres con garantías de impacto social beneficioso para las comunidades y para los receptores de los microcréditos. La mayor parte de la financiación se dirige a países de América Latina (43%), Asia (29%) y África (15%).

GRAN CRECIMIENTO

La entidad, que durante 2015 celebra su 40.º aniversario y el 15.º en España, tiene las cuentas muy saneadas y paradójicamente ha crecido mucho con la crisis: en 2008, contaba con algo más de 30.000 socios-ahorradores (la aportación mínima es de 200 euros), sumaba activos por valor de 475 millones de euros y había 17 millones de receptores de microcréditos. En 2013, los socios-ahorradores eran ya 52.000 (+73%), los activos movilizados alcanzaban los 779 millones (+64%) y había 28 millones de receptores de microcréditos (+64%).

“Con la crisis, mucha gente se ha enfadado con los bancos y ha empezado a buscar alternativas para que sus ahorros no beneficien a los de siempre, sino que tengan un impacto social beneficioso para los más necesitados”, sostiene Díaz.

En España, el crecimiento es modesto, pero también sostenido: actualmente, la entidad cuenta con un millar de socios, que suman aportaciones por valor de nueve millones de euros.

Técnicamente, los socios compran certificados de depósito de acciones (CDA) de Oikocredit, que cuestan 200 euros cada uno, lo que les convierte en socios de la entidad, con todos los derechos de participación en las asambleas y acceso a la información de todos los proyectos financiados por la cooperativa.

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