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Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

La revolución en Egipto ha mostrado lo fuertes que son las mujeres

Protesta contra los ataques sexuales a mujeres en El Cairo, 12 de febrero de 2013 © Bora S. Kamel

Jordi Baltà

coordinador del trabajo sobre Norte de África en Amnistía Internacional —

No me siento más débil que los demás. La fuerza no tiene que ver con el género, nace en el interior de la persona.” Así se expresa Azza Hilal Ahmad Suleiman, que en diciembre de 2011 sufrió una fractura craneal tras ser golpeada por soldados del ejército egipcio cuando participaba en una protesta en El Cairo. Pasó una semana en coma y los médicos advirtieron a su familia que se preparara para lo peor. Tras recuperarse, Azza Hilal Ahmad Suleiman, que había crecido en una familia de militares y había llevado una vida bastante convencional, se ha convertido en una valiente activista decidida a obtener justicia.

La “Revolución del 25 de enero” que en 2011 derrocó al presidente Hosni Mubarak generó grandes expectativas de mejora en la vida de la población egipcia, especialmente de las mujeres, que habían desempeñado un papel muy relevante en el levantamiento. Sin embargo, las expectativas se han incumplido en su mayor parte y no se han vinculado a las reivindicaciones de las mujeres, que piden igualdad de derechos y no sufrir violencia ni acoso sexual.

La igualdad es un principio básico para el disfrute de los derechos humanos, pero las autoridades egipcias han ignorado su obligación de luchar contra la discriminación: las mujeres han sido excluidas de la vida pública, por ejemplo en los cargos en el gobierno, el parlamento y el poder judicial.

En las calles, las manifestantes han sufrido violencia sexual a manos del ejército y las fuerzas de seguridad, así como agresiones de grupos de hombres no identificados. Durante el gobierno militar vigente desde febrero de 2011 hasta junio de 2012, las activistas fueron víctimas de un nivel de violencia sin precedentes. La crueldad del ejército se hizo visible en marzo de 2011, al obligar a mujeres manifestantes a someterse a “pruebas de virginidad”. Cuando las mujeres denunciaron lo ocurrido, la respuesta inicial del ejército fue negarlo, para después culpar a las mujeres por “acampar en tiendas con manifestantes varones”.

Estos hechos, que parecían querer disuadir a las mujeres de participar en las protestas, tuvieron el efecto contrario: impulsaron a miles de ellas a salir a las calles. Miles de mujeres se han movilizado, participando en manifestaciones y creando nuevas organizaciones de defensa de los derechos humanos. Un informe reciente de Amnistía Internacional muestra cómo las mujeres hacen frente a quienes cometen abusos contra los derechos humanos, demuestran su solidaridad, alzan su voz o crean organizaciones para ayudar a las sobrevivientes de abusos.

Uno de los principales motivos de preocupación y denuncia es la impunidad. Hasta hoy, ningún miembro del ejército o de las fuerzas de seguridad ha sido procesado por violencia contra mujeres.

La violencia contra las mujeres está presente en otros ámbitos de la vida en Egipto. Como en otros países, la violencia en el ámbito familiar es habitual. La legislación no la tipifica como delito, sino como simple “agresión”. El Código Penal tampoco considera delito la violación conyugal. Según el derecho internacional, las autoridades egipcias deberían luchar contra la violencia intrafamiliar, investigarla, procesar a los presuntos responsables en juicios justos y ofrecer una reparación y servicios de apoyo.

Ante la pasividad de las autoridades, son las organizaciones de la sociedad civil quienes desempeñan algunas de estas funciones. El Centro de Asistencia Jurídica para Mujeres Egipcias, que dirige la abogada Azza Suleiman, administra un refugio para mujeres víctimas de violencia en Giza y promueve debates sobre interpretaciones progresistas de la sharia (ley islámica). Según Azza, “se ha roto el miedo. Todo el mundo habla de política. En el pasado, las mujeres y las niñas no hablaban del acoso sexual, pero ahora sí lo hacen y se defienden.”

Así, en los últimos años han surgido otras iniciativas de movilización para denunciar los casos de violencia, proteger a las víctimas y permitirles ejercer todos los derechos humanos: la página web HarassMap documenta casos de acoso sexual en las calles de Egipto, la Operación contra la Agresión y el Acoso Sexual (OpAntiSH/A) se centra en los casos de violencia sexual especialmente en la plaza Tahrir y sus alrededores, mientras que otros grupos ofrecen apoyo psicológico y refugio ante la violencia que sufren las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT).

Pese a las manifestaciones y a peticiones formuladas por numerosos grupos, la nueva Constitución aprobada en diciembre no prohíbe la discriminación de las mujeres, a las que se refiere únicamente como amas de casa o personas dependientes de otras. De este modo, la Constitución ha marginado a las mujeres y ha allanado el camino para nuevas medidas discriminatorias.

Además, las manifestaciones que respondieron en las calles a la Declaración Constitucional formulada por el presidente Morsi en noviembre de 2012 estuvieron rodeadas de espantosas agresiones a mujeres activistas en la plaza Tahrir. Ello fue acompañado del menosprecio de algunos responsables públicos, según los cuales las mujeres habían provocado los ataques al mezclarse con manifestantes varones.

Si es cierto que va a comenzar una nueva era para las mujeres en Egipto, las autoridades deben empezar combatiendo sus propias actitudes discriminatorias, condenando sin reservas la violencia sexual contra las mujeres, en todas sus formas. Amnistía Internacional ha propuesto un amplio programa de medidas para combatir la violencia, que debería incluir la plena participación de las mujeres en los espacios de debate y movilización política, medidas de reparación a las víctimas de violencia, la prohibición absoluta de las “pruebas de virginidad”, la investigación de las denuncias y reformas legislativas para terminar con la discriminación, entre otras.

Queda, por lo tanto, mucho por hacer, y la evolución reciente no invita al optimismo. Sin embargo, los últimos dos años han demostrado la creciente fortaleza de la sociedad civil: como afirma la activista Mary Daniel, “La opinión general es que la revolución ha fracasado y que no se han cumplido sus objetivos. Pero no ha acabado, y la revolución nos ha mostrado lo fuertes que son las mujeres.”

Amnistía Internacional ha lanzado una ciberacciónciberacción

para pedir a las autoridades egipcias

que actúen contra la violencia sexual que afecta a las mujeres

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