Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar
Apagar los lunes
Mi pareja tenía el lunes turno de tarde, así que se acercó al trabajo solo para confirmar lo evidente, que ese día cerraban. Unos minutos después aparecía por la puerta de casa casi sin resuello:
-Hace un día increíble. Cogemos la crema solar, los libros, y al parque.
Eso es exactamente lo que hicimos, con una escala para llamar a mi hermana a gritos por su ventana, que de inmediato se sumó al plan. El parque, como supongo que también las playas, estaba inusitadamente concurrido, y no se respiraba, ni mucho menos, ambiente de preocupación. Desde luego, ni rastro de ese caos salvaje que de manera tan cansina vaticinan las series apocalípticas: animados grupos de adolescentes, pandillas habituales con sus perros en la zona reservada, parejas en actitud cariñosa, padres y madres con sus hijos alborotados. Nosotros mismos acabamos jugando a juegos de mesa mientras nos daba el sol en la cara.
Un lunes de primavera, la misma semana del puente del primero de mayo. De reojo, mirábamos con el móvil las noticias si de casualidad llegaba señal, o prendíamos el pequeño transistor a pilas que mi pareja acaba de heredar de su abuela, recientemente fallecida y que nunca sabrá ya lo útil que nos resultó. Esa misma noche, decían en todos los informativos, se restablecería el suministro. Y de pronto, esa buena noticia nos ensombreció el ánimo. Estaba bien que restablecieran el suministro eléctrico, vale, pero tal vez podrían tardar un poco más con las telecomunicaciones. De ese modo, quizás tampoco trabajáramos al día siguiente y, de paso, levantaríamos la vista de las pantallas para desintoxicarnos de la adición a la inmediatez tan propia de nuestros tiempos digitales.
Igual en la patronal no se han enterado, y por eso todavía andan a la gresca por que el año que viene vayamos a tener media horita diaria menos de jornada laboral. No quieren entender que si celebramos estos apagones se debe a que, sobre todo, precisamos desconectar de gente como ellos
No pretendo frivolizar. Sé que un suceso como el de este lunes habría resultado trágico en otras partes del mundo. Soy perfectamente consciente de que a muchas personas el apagón les pilló en situaciones jodidas o les ocasionó graves trastornos: trenes varados en medio de ninguna parte, cirugías pospuestas después de largas esperas, respiradores de oxígeno con autonomía limitada y tantos otros casos. Eso por no hablar de los sectores relacionados, de una u otra forma, con la gestión de esta emergencia, entre ellos el informativo. Sin embargo, a tantas otras personas el apagón les obligó a ralentizar el ritmo frenético de cualquier lunes, y además en fechas de anocheceres tardíos y temperaturas agradables. A más de uno nos vino a la memoria el confinamiento pandémico y esa sensación, hasta cierto punto inconfesable, de que en medio de aquella tragedia lo mejor fue, precisamente, parar, apagar nuestra propia productividad.
Lo necesitamos, nunca nos cansaremos de repetirlo. La sensación de agotamiento general, de que esta máquina cada vez nos exige más, no ha dejado de aumentar desde esos tiempos de pandemia. Igual en la patronal no se han enterado, y por eso todavía andan a la gresca por que el año que viene vayamos a tener media horita diaria menos de jornada laboral. No quieren entender que si celebramos estos apagones se debe a que, sobre todo, precisamos desconectar de gente como ellos. Que hemos llegado al extremo de que una catástrofe como un apagón general nos llegue a resultar un respiro en medio de la extenuación.
Mientras escribo esto aún desconozco las verdaderas causas del apagón del lunes. Ignoro todavía las implicaciones económicas, administrativas, industriales, de gestión energética o geopolíticas, pero hay algo de lo que sí estoy seguro.
Todos querríamos apagar los lunes.