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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

“Las mujeres del PP”

Las mujeres del PP no son distintas al resto de mujeres, por más que insistiera en la precampaña andaluza su Secretaria General, Mª Dolores de Cospedal (“El PP no tiene cuotas de mujeres ni falta que nos hace”, dijo en Sevilla el pasado 7 de marzo). Ellas, como las mujeres de otros partidos y como las que no militan en ninguna organización, se encuentran sometidas a la desigualdad de una cultura construida sobre las referencias masculinas, interpretada sobre los valores androcéntricos que permiten reconocer o criticar aquello que se ajusta o se desvía de las referencias establecidas, y guiada por hombres en el día a día para que no se aparte de su camino.

Es cierto que muchas de las mujeres del PP habrán ido a colegios de pago y a universidades privadas, que sus másteres los habrán realizado en centros internacionales… (aunque luego alguna de ellas no responda a su educación y diga en el Congreso aquello del “¡que se jodan!”), pero ellas, dentro y fuera de su partido, serán consideradas por muchos hombres con una capacidad intelectual inferior, como dijo su compañero de filas, Arias Cañete, o cargadas de tal maldad y perversidad que da miedo ascender o descender a su lado en un ascensor, como manifestó su también compañero de partido y alcalde de Valladolid, León de la Riva. Y si eso lo dicen hombres preparados que están junto a mujeres tan valiosas como las de ese partido, donde no necesitan cuotas gracias a su capacidad, ya se puede imaginar la Sra. Cospedal lo que pensarán otros muchos que “no tienen un nivel ni una formación tan alta” como los hombres del PP.

Debería saber que la desigualdad está en la propia cultura, no en determinados ambientes o contextos, y que tal y como reflejan los diferentes estudios e informes, esa desigualdad es la que da lugar a que las mujeres cobren un 17% menos por el mismo trabajo (OIT, 2015), que dediquen cada día un 97% más de tiempo que los hombres a tareas domésticas, y un 26% más al cuidado de los hijos e hijas, y que a cambio ellos tengan un 34% más de tiempo para el ocio (CIS, 2014); permite que el 80% de los contratos a tiempo parcial los firmen mujeres, y que el 94% de las excedencias también las soliciten ellas para atender a familiares y enfermos (Encuesta de Población Activa, 2011); o hace  que sean  600.000 las mujeres que sufren violencia de género cada año (Macroencuesta, 2011) y 50-60 las asesinadas por los hombres con quienes comparten una relación… Todo esto lo sufren las mujeres en nuestro país, las del PP también, aunque algunas no lo quieran reconocer.

No se puede hablar de “igualdad de oportunidades” si no existen las circunstancias para que surjan las mimas oportunidades para hombres y mujeres, y si luego el reconocimiento y la crítica condicionan de manera diferente el desarrollo y el progreso profesional de unos y otras en nombre de la maternidad, la familia, la disponibilidad… o lo que sea.

La desconsideración que muestran en el PP a las medidas para conseguir la Igualdad real es muy difícil de entender. En 2002, cuando estaba en el Gobierno, también con mayoría absoluta, rechazó la Ley Integral contra la violencia de género, en abril de 2008 Esperanza Aguirre ironizó sobre la creación del Ministerio de Igualdad afirmando que era como si ella creara una “Consejería del Amor”, en las elecciones municipales de 2007 se burlaba de la Ley de Igualdad al presentar en Garachico (Tenerife), una candidatura formada sólo por mujeres, la cual fue impugnada por no respetar la proporción 60/40 exigida por la ley… Por eso sorprende su actitud para criticar los instrumentos dirigidos a conseguir la Igualdad, y que callen ante el incumplimiento de los mínimos de la ley que los establece; como sucede en el Gobierno central y en muchos Gobiernos autonómicos del PP que no cuentan con un mínimo del 40% de mujeres. ¿Qué es lo que le ocurre, que no hay mujeres preparadas, o que los hombres del PP, con esa “inteligencia superior” de la que presumen, lo están más?. Según el argumento de Cospedal esa debe ser la razón.

Las mujeres del PP son muchas más que las que ocupan puestos de responsabilidad política e institucional, por eso deberían de dejar de mirarse a sí mismas y pensar en tantas otras mujeres que votan al PP que están sufriendo violencia de género, cobrando menos por el mismo trabajo, realizando tareas fuera y dentro de casa mientras sus parejas tienen más tiempo libre… y todas las demás discriminaciones del machismo. Estas otras mujeres del PP son como el resto de las mujeres del país, por eso quienes tienen la posibilidad de llevar a cabo iniciativas para acabar con la desigualdad deberían poner su atención en desarrollar acciones para lograrlo.

Comportarse como hombres y despreciar los medios dirigidos a la consecución de la Igualdad, no implica ser como hombres en términos de ejercicio de derechos y oportunidades; y creer que ellas están por encima o al margen de los hombres que las nombran, es desconocer la realidad más básica y elemental de nuestra sociedad, lo cual siempre es preocupante, pero mucho más en personas con responsabilidad política que deben trabajar para acabar con la injusticia de la desigualdad.

Las mujeres del PP no son distintas al resto de mujeres, por más que insistiera en la precampaña andaluza su Secretaria General, Mª Dolores de Cospedal (“El PP no tiene cuotas de mujeres ni falta que nos hace”, dijo en Sevilla el pasado 7 de marzo). Ellas, como las mujeres de otros partidos y como las que no militan en ninguna organización, se encuentran sometidas a la desigualdad de una cultura construida sobre las referencias masculinas, interpretada sobre los valores androcéntricos que permiten reconocer o criticar aquello que se ajusta o se desvía de las referencias establecidas, y guiada por hombres en el día a día para que no se aparte de su camino.

Es cierto que muchas de las mujeres del PP habrán ido a colegios de pago y a universidades privadas, que sus másteres los habrán realizado en centros internacionales… (aunque luego alguna de ellas no responda a su educación y diga en el Congreso aquello del “¡que se jodan!”), pero ellas, dentro y fuera de su partido, serán consideradas por muchos hombres con una capacidad intelectual inferior, como dijo su compañero de filas, Arias Cañete, o cargadas de tal maldad y perversidad que da miedo ascender o descender a su lado en un ascensor, como manifestó su también compañero de partido y alcalde de Valladolid, León de la Riva. Y si eso lo dicen hombres preparados que están junto a mujeres tan valiosas como las de ese partido, donde no necesitan cuotas gracias a su capacidad, ya se puede imaginar la Sra. Cospedal lo que pensarán otros muchos que “no tienen un nivel ni una formación tan alta” como los hombres del PP.