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“La novela negra señala las fallas por las que elementos como el racismo o la corrupción se cuelan en la sociedad”

Pepe Gálvez, guionista de cómic, en Zaragoza.

Óscar Senar Canalís

Zaragoza —

Pepe Gálvez (Fuentes Claras, Teruel, 1950) tiene ya el suficiente recorrido vital como para, cuando le llaman “veterano”, sonreírse. Militante de izquierdas durante la dictadura (fue encarcelado en 1971 en Valencia y forma parte de los demandantes en una denuncia colectiva por torturas policiales), economista de profesión, dirigente de CCOO... y crítico de cómics, faceta a la que hace más de 20 años sumó la de guionista de novela gráfica.

En 2010 publicó 'Mil vidas más', libro con el que ganó junto a Alfonso López y Joan Mundet el Premi Nacional del Còmic de la Generalitat de Catalunya. En este 2019 ha regresado al personaje que creó junto al dibujante López en su primera gran aventura en el medio, 'Asesinato en la mezquita' (1996). Este pasado miércoles presentó en la librería La Pantera Rossa de Zaragoza esa obra: 'Llegará el invierno' (Navona Editorial).

¿De dónde nace la historia de 'Llegará el invierno'?

Surge como una continuación de 'Asesinato en la mezquita', que había aparecido por entregas en el suplemento de El Punt. Por aquel entonces íbamos a veranear en agosto a El Port de la Selva, y a mí siempre me han gustado dos cosas de los sitios a los que voy: leer la prensa local y probar el aguardiente o el vino (Risas). Así fue como leí la noticia del director de una oficina bancaria de un pueblo de la costa que se fugó con una prostituta para salvarla de una situación de trata. A esta historia le metimos un crimen y la ligué con los cambios que estaba observando en parte de la generación que participó en la Transición, que acepta la derrota del socialismo real y en algunos casos da un viraje brusco. Aquí, representada por un hombre que decide esquivar la decadencia física teniendo una aventura con una mujer mucho más joven.

Una novela gráfica negra con personajes que están rondando los 60 años y que se alejan mucho de la imagen del tipo duro...

Cuando surge la oportunidad de retomar la historia y publicarla en Italia, el esquema que ya teníamos hecho, hace ya más de 20 años, cambia al entrar un componente nuevo: personajes que luchan contra la decadencia física. El cómic sigue el ritmo de la novela negra clásica, con muchos golpes de efecto, pero los personajes van contra el arquetipo del género. Mientras estaba trabajando en ella vi el viraje que ha dado la gente con la que, en teoría, estábamos en las mismas trincheras. Frente a esto, quise plasmar en los protagonistas a la gente que no se ha rendido, que puede tener sus dudas, pero que cuando llega el momento decisivo, actúa con coherencia. Ocurre con Segis, el periodista que protagoniza la trama, cuya imagen está inspirada en Vázquez Montalbán, pero también con su amigo Lucas, que tiene el rostro del desaparecido Paco Camarasa, el librero de Negra y Criminal. Además, Paco estuvo detenido conmigo, fuimos vecinos de celda... Podría decirse que es género negro con abueletes.

¿Qué quedan de aquellos años de lucha?

En los momentos previos al 15M yo estaba en Madrid, porque formaba parte de la dirección de CCOO. En las manifestaciones constaté algo: había jóvenes de 30 años para abajo, y gente de mi edad para arriba. Hemos de ser sinceros y reconocer que formamos parte de una derrota, pero aún así una parte de esa generación ha seguido muy activa y, aunque hayan tenido dudas, abandera el rechazo a la ultraderecha. También hay que precisar que, de aquella generación, no todos militábamos, solo unos cuantos... Pero en general, hay una mayoría que es consciente de que no se puede volver a esa época.

Formas parte de una plataforma de antiguos estudiantes de la Universidad de Valencia que ha presentado una denuncia por torturas policiales, tras ser detenidos en 1971. ¿Qué sientes cuando escuchas aquello de que hay que pasar página? denuncia por torturas policiales

Siempre he sido crítico con la Transición, con quienes la hicieron y con quienes la criticamos en su momento, porque no pudimos reconvertirla. Una de las grandes derrotas de la izquierda fue abrir un paréntesis y no realizar una acción pedagógica sobre lo que fue la dictadura. Los que la vivimos creo que quedamos vacunados, pero las generaciones siguientes han ido olvidando lo que fue aquello, incluso los hay que no tienen ni idea de quién fue Franco y de que se aplicó el terror masivo como arma política. Recordar esto no es una política de revancha, es hacer higiene democrática para prevenir que vuelva a ocurrir, ni que se asuma que aquello era natural. La democracia no bajó del cielo: Franco murió en la cama, pero en las calles se estaba peleando. Ejercer la libertad, cuando estaba prohibido y cuando era motivo de represión, es un valor que no se ha reivindicado. Cuando no lo valoras, no lo defiendes.

¿Qué aporta el género negro sobre esta óptica social?

'Cosecha roja', la novela fundacional de Dashiell Hammett, muestra el modelo de corrupción de una ciudad. Desde entonces, se asocia el género negro a mostrar cómo una parte de la sociedad está vinculada a la vulneración de la ley; cómo el poder legal está entrelazado con el poder ilegal. Cuando más tarde esta tradición se recupera en Europa, lo hacen autores que viene de la izquierda, que, como decía Vázquez Montalbán, encuentran en la novela negra el canal para hablar de cómo esa fina línea que separa lo legal de lo ilegal es vulnerada por el capitalismo. La novela negra te permite contar crímenes, y cómo estos están relacionados con una situación de déficit democrático, de fallo en las instituciones... La novela negra actual señala las fallas sistémicas por las que se cuelan elementos como el racismo o la corrupción en la sociedad.

Tienes una larga trayectoria en el mundo del cómic, primero como divulgador, luego como autor. ¿Ha alcanzado la historieta por fin la consideración social que merece el medio?

En los últimos años el concepto de novela gráfica le ha dado respetabilidad y que se hable del cómic más en algunos medios. Pero si nos planteamos cómo lo valora el conjunto de la sociedad y las instituciones, la respuesta es no. El conjunto de la sociedad sigue desconociendo el cómic, e institucionalmente, aunque se haya avanzado en salones o premios, sigue sin haber un solo museo dedicado a la historieta. Si lo consideraran como el patrimonio cultural que es, el cómic se rescataría, se trabajaría por salvarlo, en lugar de lo que ocurre ahora, que depende del esfuerzo coordinado de aficionados. No existe esa política en las instituciones, ni la de trabajarlo educativamente.

Haces gala de ser de Fuentes Claras, aunque has vivido en muchos lugares. ¿Cómo ves el fenómeno de la despoblación?

Una parte de mí es Fuentes Claras. Cada vez que vuelvo choco con la pesadumbre de ver cómo cada vez hay menos gente. Igual que ha ocurrido con el cómic, han faltado políticas contra la despoblación. No podemos aceptarlo como algo normal, como una consecuencia inevitable del desarrollo, porque otro tipo de desarrollo es posible. No es una cuestión egoísta de querer salvar mi pueblo, sino de que, en un momento en el que hablamos de emergencia climática y de desigualdad, son necesarias políticas que trabajen sobre el mundo rural, sobre su agricultura, sus servicios... Es uno de mis caballos de batalla. Ya tengo publicada una historieta corta que ocurre en mi pueblo, pero me encantaría escribir una historia de género negro en el Jiloca.

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