El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.
Incluso los más realistas dedicamos algún tiempo a transitar esos futuros que no vendrán y los pasados que nunca fueron. Es la naturaleza humana. ¿Cómo habría de progresar nuestra especie si no fuéramos capaces de imaginar otras realidades y empujar para que puedan ser? Pero esas fabulaciones son también la base del miedo. Los más pesimistas son capaces de imaginar escenarios fatales a los que temen como si fueran reales. Los prácticos, quitándonos de líos, preferimos manejarnos con lo que sucede de veras, pero a veces la realidad no es tan sencilla, especialmente cuando la vida propia o la de alguien querido pende de un hilo.
Esta semana la persona más fuerte y optimista que conozco –mi padre– ha sufrido una embolia pulmonar. Está bien, quizá porque verdaderamente es Hulk, como nos gusta decir o porque la suerte estuvo de su parte ese día. Aunque conscientes de que el asunto era serio y con la incertidumbre de ver cómo evolucionaba, no asumimos del todo la gravedad hasta que el médico nos dijo que lo siguiente a ese desvanecimiento que tuvo era la muerte. A mí se me erizó la piel, él nos miró con cara de sorpresa y entonces comprendimos cómo a veces la alegría puede verse opacada con el horror de lo que ni siquiera ha llegado a suceder.
Pero así pasa la vida en un hospital, ese lugar en el que nuestro yo más fuerte y el más vulnerable se funden sobrellevando como pueden el día a día. Enfermos y pacientes hacen equilibrismos emocionales para procesar las certezas y las incertidumbres que les va dispensando la medicina, intentando prepararse para lo peor, sin perder a la vez la esperanza de que todo salga bien. Cada ingreso por algo grave es una prueba de autoconocimiento, un test de resistencia física y mental. Y en ese trance se hace patente una de las palancas de la evolución desde los neandertales: los cuidados.
El propio autor de la teoría de la evolución de las especies dijo: “El amor por todas las criaturas vivientes es el más noble atributo del hombre”. Sobreviven los más fuertes, sí, pero también los que son cuidados, es así desde hace 400.000 años y es fruto del amor, la compasión y el altruismo, tres elementos que abundan en un centro hospitalario. Se ve entre los cuidadores y se ve entre los profesionales que, más allá de desarrollar su labor estrictamente profesional, son cada día un soporte fundamental para pacientes y familias.
Han sido meses de duras estancias hospitalarias para los míos. Episodios amargos en los que han sido fundamentales la comprensión, la empatía, la humanidad, la simpatía, la amabilidad y la paciencia del personal del Hospital Clínico Lozano Blesa. Sirvan estas líneas para mostrar nuestro eterno agradecimiento a los médicos, enfermeras, auxiliares y personal de limpieza con el que hemos tratado en Urgencias, en la Unidad del Ictus o en los servicios de Hematología y Neumología. También en el centro de Alta Resolución de Ejea de los Caballeros. El trato que dispensan la inmensa mayoría de los trabajadores va más allá de sus deberes éticos y profesionales. Ellos aportan la humanidad, la sanidad pública la equidad. Gracias, de corazón, por sostenernos.