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Tras meses preguntándonos cuántas personas han de morir para que el mundo reaccione ante el genocidio en Gaza, parece que ha llegado la respuesta: 14.000. Es el número (solo de niños) que morirán en menos de 48 horas, según la ONU, si no entra en la franja la ayuda humanitaria que Israel tiene retenida. Es la cifra que ha hecho que algo se mueva en la comunidad internacional.
Reino Unido ha suspendido sus relaciones comerciales con Israel por el bloqueo humanitario y la ofensiva militar en Gaza y, junto a Canadá y Francia, amenaza con sanciones al Gobierno de Netanyahu. La UE va a revisar su acuerdo político y comercial con Israel, que en su artículo 2 establece como condición que los estados que se adhieren respeten los derechos humanos. Con 53.000 muertos en Gaza, la inmensa mayoría civiles, niños en gran parte, infraestructuras arrasadas y una operación en marcha para “limpiar definitivamente” la franja, la decisión de la UE debería ser fulminante, pero la paz nunca lo es.
También España da un paso más en su rechazo al genocidio y ha aprobado en el Congreso el embargo de armas a Israel, o al menos el inicio de su tramitación, porque la maquinaria del rechazo a la barbarie va excesivamente lenta para los vivos y tarde para los muertos. Dice el ministro Albares que el tiempo de las palabras -en las que el Gobierno socialista ha sido contundente- ha acabado, que llega el tiempo de las acciones. Para eso habría que dar por zanjados de una vez los vínculos con la industria armamentística israelí y no andarse con ambigüedades. Avanzamos, demasiado lento, pero lo hacemos a pesar de algunos. PP y VOX han votado en contra de ese embargo a Israel.
En la misma semana en la que escuchamos al director de Unicef contar que ven a los niños morir de hambre a unos kilómetros de los camiones con ayuda que Israel no les deja meter, oímos al alcalde de Madrid decir que es “lamentabilísimo tachar de genocida al Estado de Israel”; a la presidenta de esa comunidad responsabilizar a Palestina de no proteger a sus ciudadanos; o al líder de su partido reaccionar a la petición de Sánchez de que Israel sea expulsado de Eurovisión con que el festival es el “nuevo Franco” del Gobierno. Dice el jefe de la oficina de asuntos humanitarios de la ONU que Gaza es un ejemplo “de la era de la impunidad” y a la vista está que lo es cuando hay partidos que se permiten banalizar con semejante exterminio.
Algo está cambiando a pesar del poder de Israel, de su capacidad económica para comprar conciencias. Más de cien grupos o artistas se han negado a participar en festivales financiados por el fondo israelí KKR. Gestos particulares que remueven la silla de quienes deben tomar decisiones empresariales. A pesar de los 12 puntos de España a Israel en Eurovisión a través del televoto, la audiencia cayó durante la actuación de su representante. Muchos apagaron la tele.
Tal vez no sea el contador de víctimas el que ha hecho clic en las conciencias, sino comprender por fin que podemos ser cómplices de la mayor vergüenza del siglo XXI simplemente divirtiéndonos con nuestros amigos en el sitio equivocado. Sea como fuere, tras un clic mental no hay vuelta atrás. Tic. Y a algunos partidos les va a pillar a contrapié. Tac. Tarde o temprano. Tic. La historia nos juzgará, como dijo Allende.Tac. ¿Y a ti, de qué lado te pillará?. ¡Clic!