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El ocaso de La Maladeta: el glaciar del Pirineo que ha retrocedido 20 metros desde los años 90 está en peligro

Los expertos determinan que el glaciar de La Maladeta se habrá fundido en un plazo de entre 20 y 30 años

Miguel Barluenga

Huesca —

Las masas de hielo del Pirineo corren el riesgo de desaparecer. Una de las más vigiladas, la del glaciar de La Maladeta, parece tener fecha para su final: los expertos determinan que en un plazo de entre 20 y 30 años se habrá fundido. El cambio climático y, de manera indirecta, la acción del hombre, suman para que se agudice una tendencia de consecuencias catastróficas a largo plazo. No solo se trata de reservas de agua dulce al acumular la nieve de todo el año, sino que los glaciares también regulan el ecosistema.

La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) realiza un seguimiento de La Maladeta, que se encuentra muy cerca del pico Aneto, a través de la empresa SPESA Ingeniería y presentó recientemente unas conclusiones descorazonadoras. Los últimos datos disponibles que indican un retroceso de unos 20 metros de profundidad desde los años 90, cuando comenzó el seguimiento sistemático de los glaciares como uno de los indicadores clave de la evolución del cambio climático.

Refleja la clara regresión del glaciar la medición de la superficie de su cuerpo principal, que en la última campaña es de 23,31 hectáreas frente a las 50 al inicio de la serie. Los cálculos de los expertos a partir de la acumulación y fusión de hielo y nieve, la cota, orientación y pendiente del glaciar y su transformación en agua de escorrentía reflejan que, pese a ser un fenómeno muy complejo y muy sensible a las variaciones climáticas, las mediciones hechas hasta la fecha han hecho posible que el modelo pueda estimar la evolución futura del glaciar. Calculan una permanencia del glaciar de entre 20 y 30 años para los escenarios más pesimistas.

Fiables testigos naturales

Los glaciares son valiosos testigos de la actividad de la nieve y el agua. Proporcionan información sobre acumulación anual y acusan las variaciones interanuales del clima con la fluctuación de sus frentes. Su estudio se convierte así en un instrumento útil para medir el sentido y magnitud de los cambios climáticos y en el caso concreto de los glaciares pirenaicos como el de La Maladeta, su posición meridional los convierte en un valor excepcional y casi único a nivel internacional.

El balance anual de masa expresa la variación sufrida por el volumen de hielo de un glaciar a lo largo de un periodo de 12 meses. Para ello, se mide la superficie inicial al comienzo del periodo invernal, el perfil de máxima acumulación nival y el perfil final tras la fusión entre la nieve y el hielo. Si no se funde toda la nieve acumulada en invierno y, por tanto, el perfil final se sitúa intermedio entre el inicial y el máximo, el balance es positivo y se da ganancia de masa. Por el contrario, si desaparece toda la nieve invernal e incluso funde parte del hielo glaciar, hay pérdida de masa.

En los estudios del glaciar de La Maladeta se utiliza un método que se apoya en los datos obtenidos a partir de una red de balizas instaladas en el hielo a distintas altitudes, así como de medidas topográficas sobre la superficie. Las medidas de acumulación (junio) se apoyan en sondeos en la capa de nieve con extracción continua de testigo y pesada directa, usándose altímetros o GPS para posicionarlas lo más cerca posible de las balizas que en esa época no suelen ser visibles. Las medidas de ablación (septiembre) se realizan directamente sobre las balizas y con topografía de la superficie glaciar.

Balizas para calcular su masa

En el cuerpo de este glaciar se instalaron en 1991 siete balizas para calibrar la masa y movimiento superficial del hielo y se han realizado reinstalaciones a medida que iban quedando inoperativos a causa del hielo. Se ha contabilizado un total de 26 balizas y ahora solo quedan cinco: una ubicada en 2007, tres en 2013 y la de 1991 en la parte alta del glaciar.

Hay más ejemplos en estudio. El glaciar de Monte Perdido perdió en solo un año, 2017, 2,3 metros de espesor. Los glaciares del Pirineo aragonés sumaban unas 2.000 hectáreas durante la mitad del siglo XIX y hace una década eran solo 310. Quedan 242 y varios de ellos han sufrido daños irreparables. Balaitús o Moros, Infierno, Vignemale o Comachibosa, Monte Perdido o Tres Serols, La Munia, Posets o Llardana, Perdiguero-Cabrioules y Maladeta-Aneto representan la última reserva. En 2012 sobrevivían ocho heleros y diez glaciares, que están protegidos como Monumento Natural por el Gobierno de Aragón.

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