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Un valle de Huesca clama contra los parques fotovoltaicos que quieren ahogarlo “bajo un pantano de cristal y chapa”

Los vecinos de La Fueva protestan contra un macroproyecto que ocuparía unas 420 hectáreas de suelo agrícola, un tercio de la superficie cultivable en el entorno

Miguel Barluenga

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“Un nuevo pantano de cristal y chapa” amenaza al valle oscense de La Fueva. Un macroproyecto que contempla la ubicación de tres parques fotovoltaicos en el mismo lugar donde hace unas décadas la construcción del embalse de Mediano provocó un éxodo de población del que todavía no se ha recuperado. La oposición de los vecinos, que no se quieren enfrentar a otro golpe demográfico, pone en cuestión la viabilidad de una iniciativa que ocuparía unas 420 hectáreas de suelo agrícola, un tercio de la superficie cultivable en el entorno. La población se ha reunido en torno a una plataforma y unas 200 personas respondieron hace unos días a una primera convocatoria de protesta.

Provistos de maletas y llegados en autobús desde Tierrantona, capital del valle de La Fueva y enmarcada en la comarca de Sobrarbe, y en coches particulares desde los distinto pueblos del municipio, los convocados representaron para un corto audiovisual el papel de emigrantes cuyo éxodo tiene que ver con la expulsión de población que supondría ejecutar el macroproyecto. El video se rodó en Samitier cerca de una instalación de placas solares pero de una extensión de una hectárea, lo que encaja dentro de los que es una explotación sostenible. En el video, realizado junto al pantano de Mediano, se confrontaba el éxodo del embalse en los años 60 con el que se produciría si el macroproyecto se llevara a cabo por parte de la compañía eléctrica Syder.

“Hoy estamos aquí, junto al pueblo de Mediano, como un testigo vivo del castigo que sufrió nuestra comarca en pos del progreso: Las gentes de los territorios de montaña debían entender que sus casas y campos, sus recuerdos y sueños, acabaran bajo las aguas de un pantano para poder producir energía y desarrollar regadíos o cultivos más abajo”. Así empezaba el manifiesto leído por Carlos Espluga, miembro de la plataforma contra las placas. “Hoy, 52 años después, el quizá mal llamado progreso -se siguió oyendo en  la montaña de Samitier- vuelve a tocar la puerta del mundo rural, volviéndonos a pedir nuestro esfuerzo, tierra y futuro para instalar un nuevo pantano, en esta ocasión, de cristal y chapa”.

“Debemos hacer entender –se señaló por último- a administraciones y empresas eléctricas que el progreso es desarrollar proyectos que llenen nuestras escuelas, que incentiven la puesta en valor de los productos locales o que ayuden a quienes quieren montar una empresa para vivir aquí y crear puestos de trabajo. El progreso es que hoy podamos generar electricidad allí donde se consume y no la ocupación de terrenos para la generación eléctrica para su posterior distribución y consumos a cientos de kilómetros de aquí”.

El progreso, “no es volver a caducos modelos de generación y distribución energética. No estamos en contra de las energías renovables o de las placas solares, sino del modelo que se nos quiere imponer. Rechazamos así los proyectos especulativos que no desarrollan ni generan valor o puestos de trabajo reales”. La plataforma reivindica que “el progreso es que hoy podamos generar electricidad allí donde se consume, y no la ocupación de terrenos para la generación eléctrica para su posterior distribución y consumos a cientos de kilómetros de aquí”.

Ecologistas en Acción de Ribagorza, junto a SOS Ribagorza y la Plataforma Contra la Autopista Eléctrica también se oponen a este macroproyecto. Creen que “el cambio energético no puede justificar la masiva ocupación de espacio ni la práctica monopolista que las empresas del sector están ejerciendo, imposibilitando el verdadero cambio de paradigma que los colectivos ecologistas vienen reclamando desde que el concepto ‘renovable’ empezara a ser considerado”. Denuncian la “especulación” que impide “un verdadero cambio en el modelo energético” y el “aprovechamiento de un nuevo nicho de negocio que, en nuestra opinión debe ser regulado”.

En gran parte de Aragón y ahora también en el valle de La Fueva, “verdaderos macroproyectos de centrales eléctricas ocupan grandes parcelas de propiedad municipal o privada”. La “nueva burbuja especulativa” se yergue, según estos colectivos, sobre un nivel de solicitudes muy por encima de lo razonable: existen para más de 150.000 megavatios (MW), con 110.000 MW instalados, pese a que las puntas de demanda rondan los 40.000 MW en invierno y los 39.000 MW en verano. Es decir, la potencia instalada es del 250% de la máxima demanda que se registra a lo largo del año. Los 150.000 MW es casi una vez y media la potencia instalada actual y casi cuatro veces las puntas de demanda.

La previsión de grandes espacios ocupados por centrales fotovoltaicas tanto en la vecina comarca catalana del Pallars como en la Sobrarbe aragonesa, “están directamente relacionadas con la línea de interconexión con Francia que desde hace 30 años hipoteca el desarrollo de Sobrarbe de acuerdo con un modelo de gestión energética que rechazamos rotundamente”. Los ecologistas reivindican que “Ninguna central fotovoltaica debería instalarse en nuestra comarca sin que exista una planificación autonómica adecuada que justifique plenamente la necesidad de su instalación en relación con el consumo previsto”.

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