La PCR que ha detectado una epidemia que asola a la rana más amenazada de España
Mucho se ha escrito sobre el hongo quitridio, el asesino invisible de los anfibios que en el último medio siglo ha acabado con 90 especies de todo el planeta. Pero los científicos que estudian a este grupo animal en España se encuentran alarmados por el impacto creciente de otra epidemia, esta vez causada por un virus, que está provocando “mortalidades masivas” entre una especie en peligro exclusiva de los Pirineos, la rana pirenaica.
La epidemia la detectó el verano pasado, en el Parque Nacional de Ordesa, un equipo del Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC liderado por Jaime Bosch, experto mundial en las enfermedades emergentes de los anfibios. “Hasta ahora solo habíamos trabajado en los Parques Nacionales de Guadarrama y Picos de Europa. Queríamos evaluar la situación en los otros parques de montaña donde teníamos pocos datos, y nada más llegar a Ordesa nos encontramos con el desastre de las [ranas] pirenaicas”, explica el biólogo.
Protegido desde hace más de un siglo, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido es uno de los grandes santuarios naturales de la península ibérica. Las imponentes murallas de roca caliza del parque están surcadas por barrancos donde se refugian algunas de las últimas ranas pirenaicas del planeta. Esta especie, descrita por la ciencia en 1993, es una reliquia de los Pirineos que solo vive en unos pocos lugares de la vertiente sur de la cordillera, desde Ordesa hasta Navarra. De hecho, es el anfibio con la distribución más pequeña de la península ibérica, después del tritón del Montseny, que vive en torrentes de montaña de Cataluña.
Los investigadores comenzaron a rastrear algunos de los bastiones de la especie en el Parque Nacional, y encontraron una rana muerta en un arroyo. Como no tenía síntomas, inmediatamente pensaron en el temible quitridio, el Batrachochytrium dendrobatidis, que ataca la piel de los anfibios, pero solo es visible al microscopio. En el laboratorio le hicieron una prueba PCR que dio negativo de quitridio. “Es la misma técnica que con el coronavirus, le pasamos el algodón al animal por el cuerpo para tomar la muestra”, explica Bosch.
Pero al volver a las pocas semanas se toparon con multitud de ejemplares muertos, con los síntomas causados por un género de virus denominado ranavirus: una enfermedad conocida como el “ébola de los anfibios” por las hemorragias y úlceras que provoca en su piel. Los resultados de las PCR asustaron al investigador del CSIC, con más de 150 publicaciones científicas a sus espaldas. Bosch cuenta que “lo que encontramos es brutal, unas cargas de millones de virus. Tiene toda la pinta de que, por desgracia, es una especie bastante sensible”. El equipo analizó después una rana que encontró muerta un voluntario de la Asociación Herpetológica Española (AHE) en Ordesa en 2017, y que estaba conservada en formol: positivo en ranavirus. La plaga, por tanto, lleva al menos cuatro años matando a las ranas pirenaicas.
La enfermedad ya ha causado estragos entre los anfibios de otro Parque Nacional del norte de España, el de Picos de Europa. El primer brote se produjo allí en 2005 y 15 años después algunas poblaciones aún no se han recuperado, cuenta Bosch. A diferencia del hongo quitridio –que solo se contagia entre anfibios infectados– los ranavirus saltan entre reptiles, peces y anfibios, una capacidad dispersiva que hace aún más difícil su control.
Otra diferencia es que los científicos no saben aún cómo se propagan los brotes de esta nueva plaga. El equipo de Bosch está analizando el ADN del virus encontrado en Ordesa para saber si es similar al de otras zonas. Una hipótesis es que el patógeno estuviese de forma latente en el medio, sin afectar a los hospedadores hasta que cambian las condiciones ambientales.
En el caso de la rana pirenaica, las sospechas apuntan a la subida de las temperaturas, que es especialmente intensa en los Pirineos (un 30% más que la media mundial) por el cambio climático. En Reino Unido se ha establecido una relación clara entre el calor y el surgimiento de brotes de ranavirus en una especie muy similar, la rana bermeja.
Otra opción sería que el ser humano hubiese llevado el virus hasta Ordesa, por ejemplo, al mover animales infectados como truchas. Así es cómo se propagó en su día la quitridiomicosis desde Asia, diezmando a los anfibios de todo el planeta. Para el experto del CSIC, las enfermedades de estos animales nos enseñan que estamos ante un problema en aumento, como ha mostrado la pandemia del coronavirus.
“Los patógenos siempre se han movido, pero ese movimiento es ahora exponencial y el riesgo es brutal. Legalmente puedes comprar un tritón que ha venido de Asia hace unas semanas y ha pasado muy pocos controles, muchas veces ninguno. Y como mucho se ha analizado si tiene el hongo quitridio o el ranavirus, pero no sabes si tiene otro patógeno que no conocemos”, explica Bosch, que reclama mayor control en el comercio de mascotas.
Esta primavera su equipo volverá a Ordesa para seguir estudiando la expansión del brote, como parte de un proyecto de investigación en los cinco parques nacionales de montaña de la península. Además de tomar muestras, han colocado microchips en algunas ranas pirenaicas y en ejemplares de otras especies para poder estudiar con precisión la evolución de las poblaciones y el impacto de estas mortíferas enfermedades.
“El problema es serio porque aparte de que puede producir mortalidades del 100% en algunas poblaciones, no tiene tratamiento”, cuenta Bosch sobre el ranavirus. El biólogo ha liderado el único esfuerzo exitoso a nivel mundial para erradicar de la naturaleza el hongo asesino de los anfibios. Lo hizo en los barrancos de Mallorca donde habita el sapo partero balear, otro anfibio único en el mundo. Pero en cuanto al virus, “no sabemos ni cómo tratar la enfermedad ni cómo luchar con ella en la naturaleza.”
La rana pirenaica lleva años sufriendo un drástico declive. Una medida de emergencia para salvar la especie sería establecer una colonia en cautividad, como la que se creó en Guadarrama a través del proyecto SOS Anfibios tras la aparición del hongo quitridio en el Macizo de Peñalara.
Para el experto, además, “debería implicar la reducción de las visitas a los sitios infectados, tanto de fauna como de personas, lo cual es increíblemente complejo”. Más allá del brote, Bosch recuerda que, por ley, debería existir un plan de recuperación para una especie tan amenazada como la rana pirenaica. “Deberían haberse tomado medidas hace años”.
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