Sobre la ignominia, la vergüenza del disimulo y la penosa falta de asunción de culpas. Pío, pío, que yo no he sido, a mí no me miren que eso del pacto con Vox ha sido culpa de otros y nunca responsabilidad mía. Así llevan una semana los Núñez Feijóo, Mañueco y el espectro del pimpollo Casado, protagonistas de un infame vodevil, echándose en cara la aberrante decisión de meter a Vox en el Gobierno de Castilla y León, pasen ustedes, señores, pisen la alfombra roja que les ponemos hasta la moqueta de sus amplios despachos. ¿Qué menos podíamos esperar que el gran líder que se avecina, tipo serio y centrado, según presumen sus muchos jaleadores, asumiera paladinamente la decisión y dijera, mentón arriba, en efecto, he pactado con la ultraderecha por tal o por cual? Pregunten ustedes, que aquí estoy para explicarme, responsable que soy del partido y las decisiones que se toman. Una respuesta creíble: el poder nunca se regala y queríamos gobernar Castilla y León al precio que fuera. Pero no. ¿Cómo es posible que pretendan quitarse el infamante muerto, echándose la culpa el presidente regional al presidente saliente y el presidente saliente al presidente entrante? ¿Cabe mayor desvergüenza, mayor muestra de cobardía o cinismo? Faltó arrojo. Faltó gallardía.
Pero la mentira, ya se sabe, tiene las patas muy cortas. Bastará con que apliquemos un poco de sentido común a los hechos para apreciar, sin lugar a duda, cuál de los tres es el pinocho de la comedia bufa. Veamos. Dado que Pablo Casado, el señor lo tenga en su gloria, dejó su cargo a todos los efectos el día 22, mero figurante, soldadito de plomo, ridículo tentempié, ¿alguien de ustedes, que son muy listos, cree de verdad que Mañueco le consultó si incluía a Vox en el Gobierno? ¿Qué le importaba en ese momento al presidente castellanoleonés lo que pensara, dijera o gritara quien ya no era ni polvo en el camino? Nos lo puede jurar Mañueco, pero a otro perro con ese hueso, que en este tapete estamos muy acostumbrados a los faroles.
Segundo paso. Este mismo presidente regional, que tanto éxito ha tenido con el adelantamiento de elecciones, su incapacidad no tiene nombre, ¿iba a tomar una decisión como esa, meter al lobo en el gallinero, salto de enorme calado, sin consultar al nuevo dios llegado de las tierras galaicas? Yo, Alfonso Fernández Mañueco, en base a los omnímodos poderes que me han sido asignados, y sin necesidad de consultar a nadie, he decidido meter a Vox en el Gobierno de Castilla y León, adjudicarle la vicepresidencia y tres consejerías, además de sacudirle la presidencia de las Cortes autonómicas. ¿Verdad que da la risa de solo imaginarlo?
Así que llegamos al tercer, último y único paso posible. Núñez Feijóo, disfrazado de novia, le dijo sí, quiero, a Santiago Abascal, a su vez disfrazado de novio, ambos se intercambiaron los anillos y el gorro militar y además partieron la tarta juntos. Lo demás, filfa. Y por si acaso faltaba alguna prueba, ahí han tenido las posteriores intervenciones de los protagonistas de la indecencia, cantinfleando por radios y televisiones, bochorno tras bochorno, frases inconexas y burdas explicaciones. Cómo será la cosa, que hasta a Esteban González Pons, que se perfila como hombre fuerte de Feijóo, personaje curtido en dar la cara ante cámaras y micrófonos en los aberrantes días de la corrupción del PP valenciano, con varios de sus dirigentes en la cárcel, cara de primoroso acero ante cualquier barbaridad que se les descubría, ahora le ha temblado la voz para explicar lo inexplicable. Y Pons, ya lo comprobarán, es un auténtico profesional de la desvergüenza.
Y aún hay lugar para una nueva vuelta de tuerca que afiance lo obvio. ¿En algún momento de estos últimos días, desde que Mañueco anunciara la indecencia del pacto, ha pronunciado palabras el tan mentado Feijóo, y discursos ha dado varios, que se acerquen a una condena de aquella decisión, que nos deje claro que reniega del pacto, y que a pesar de ser la máxima autoridad en el partido, nada va a echar atrás, que va a gobernar, amarraditos los dos, con Abascal y su alegre muchachada? Mañueco, tú lo has hecho bien, le dirá a su compañero de partido, y da hilo a la cometa que es lo que nos conviene para acabar con el infame Sánchez. ¿Cordones democráticos? Para otros, que nosotros nunca hemos respetado esas sutilezas. Mejor el garrote.
Malos tiempos nos esperan. Ya es una desgracia inconmensurable tener esa guerra encima, mal rayo le parta a Putin, con la terrible crisis económica que se avecina, como para tener que trajinar, además, con una oposición echada al monte. Parece que la conferencia de presidentes del domingo no fue mal: aguardemos los próximos acontecimientos. Pero si Feijóo cambia de verdad el rumbo del PP -bastaría con que hiciera una oposición decente- tendría que explicarnos más pronto que tarde, a nosotros y a sus correligionarios europeos por qué ha subido ese terrible escalón de lavar la imagen y dar poder -del de verdad- a la ultraderecha más montaraz, antidemócratas convencidos, liberticidas, xenófobos, antifeministas y homófobos confesos.
¿Andalucía, Madrid, elecciones generales? ¿Qué futuro se abre para esa colaboración de gobierno PP-Vox sellada con sangre en Castilla y León? Tranquilos, que tenemos tiempo.
Adenda. Gabriel Boric, nuevo presidente chileno, desde un balcón del Palacio de La Moneda, 11 de marzo de 2022 en Santiago de Chile: “Como pronosticara hace casi 50 años Salvador Allende, estamos de nuevo, compatriotas, abriendo las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, el hombre y la mujer libre, para construir una sociedad mejor”. El Ojo, duro como el pedernal, no dejó escapar ni una lagrimita.