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Sí, de nuevo la burla del Valle de Cuelgamuros

17 de noviembre de 2025 21:38 h

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Semana cargada. Como todas, por lo demás. Ese juicio infame al Fiscal general del Estado, esa tela de araña en la que se han visto fatalmente enredados los jueces del Supremo, una historia que nació de un bulo confesado y que ha acabado en la ignominia de contemplar cómo los defraudadores y mentirosos se pasean con donosura y chulería por las salas del Supremo, mientras los inocentes son vejados por un tribunal al que vamos a decirle alguna cosilla. Esta, por ejemplo: ustedes han insultado a los periodistas. Sí, ustedes, que han dejado que se impregnara el aire de la Sala de una nube negra que llamaba mentirosos y vendidos a los periodistas. Sesenta años lleva el Ojo ejerciendo esta profesión. Casi nada. Y si ustedes ponen en duda la regla de oro de los periodistas, los auténticos, no esos mercachifles y mendaces ejemplares de la prensa canallesca que tanto abundan en los deleznables digitales, que no es otra cosa que el respeto a la verdad, permitan a este Ojo, señores con puñetas, que siguiendo su caminito, siembre las dudas sobre aquello que sus señorías consideran, o eso dicen, su bien más preciado, la imparcialidad. ¿Se encocoran? Más nos hemos sentido injuriados y maltratados los plumillas modestos, pero honrados. Donde las dan, las toman, que deberían haber dicho en El Quijote. 

Y puestos a patochadas, hemos de aguantar, un día más, las salidas de pata de banco de la polímata Isabel Díaz Ayuso, que viene a decirnos que a ella la legalidad no le afecta, menuda es, y que se pasa por la puerta de Alcalá lo que diga el Ministerio de Sanidad o el sursuncorda. ¿Aborto?, a otras praderas, que en esta de San Isidro no queremos a pecadoras. En cambio, fíjense ustedes, estamos encantados de que vengan filipinas, marroquíes, ecuatorianas o incluso procedentes de Samoa, a limpiarnos cualquier cosa que se nos antoje, desde los sofás de cuero a los portales de mármol o, incluso las partes nobles de nuestros papás y mamás, tan viejecitos, que nuestros hijos, todos ellos letrados o arquitectos educados en universidades privadas, no están para tan sucios menesteres. Y si además los latinos cantan como Gloria Stefan les soltamos medio millón de euros. Es que nos gustan mucho los extranjeros.     

Alguna de esas togas que citábamos al principio, por cierto, ya han recibido el chaparrón de Europa, visto bueno preliminar a la amnistía, y permitirán que por una vez utilicemos las palabras del mismísimo Puigdemont: “No olvidemos que la última palabra la tienen unos jueces que se sintieron llamados a salvar la patria”. Eso. Así es como se ven cuando se miran en el espejo ataviados con sus negros ropajes: salvadores de la patria. Ni lo duden: racanearán cuando haya sentencia definitiva, soberbios como son. Y ya puestos en estas cosas de juzgados, déjenme citar, por último, last but not least, a nuestro admirado juez Peinado, inasequible al desaliento, busca que te busca, hoy imputo y mañana archivo, unas risas, que aun arañando la dura tierra con sus trabajadas manos, no dudará en encontrar la verdad culposa que sin duda ninguna mora, cual fétido ectoplasma, en ese nido de maldad y delincuencia que es el Palacio de la Moncloa, vade retro, ni me lo mencionen. 

Cambio de aguja. Dirán mis amigos gaditanos que el Ojo es un tío jartible, o sea, cansino y cargante. Seguro que tienen razón porque hoy vamos a volver a esa desgracia que nos ha caído en suertes con la llamada resignificación, qué habilidad para ocultar el desagradable blanqueamiento de ese adefesio detestable que es el valle de Cuelgamuros. Ya hemos atacado el tema en alguna ocasión, pero ahora, felices y contentos, los responsables de la cosa han cantado hosanna, ya tenemos un proyecto precioso, guapo y moderno. Pasen y vean, qué cucada nos ha salido, que incluso hemos logrado que nadie toque la monstruosa cruz de hormigón y cemento de más de 200.000 toneladas de peso, con 150 metros de altura, más otros tantos metros del risco de la Nava que se utiliza como pedestal y 46 metros de longitud en sus brazos, y que siga ahí, enhiesta, como fáctica representación. ¿Representación de qué, les preguntamos a sus patrocinadores del Gobierno?

¿Cómo pretenden que semejante símbolo, brutal prueba de cargo de la colaboración indigna de una Iglesia Apostólica y Romana postrada de hinojos ante el dictador feroz, pueda significar un elemento de reconciliación con los miles de comunistas o anarquistas asesinados por el horror de esa conjunción criminal? Que la santa Iglesia haga lo que le dé la realísima gana con aquella mole, basílica, coro, estatuas y demás habitáculos para practicar su religión, pero como ya decíamos entonces, que la paguen ellos, cardenales, obispos y arzobispos, con el dinero que les quede después de resarcir a los miles de jóvenes que han vejado sus representantes pederastas. Dice Abc que se dejarán intactos los grandes conjuntos de esculturas religiosas de Juan de Ávalos. ¡Qué mezcla delirante ha decidido nuestro gobierno! No esperen aquí una crítica arquitectónica al proyecto. El Ojo ni tiene los conocimientos suficientes ni le interesa, en primera instancia, la belleza o fealdad de la intervención. España, un Estado aconfesional. ¿Les suena?

Se trata de evitar, una vez más, el blanqueo de la dictadura, el buenismo de la reconciliación, la blandenguería, el dejémoslo estar que ha conducido, ni lo duden, a que a los 50 años de muerto el perro, se cumplen este jueves, la rabia esté otra vez en la calle, amenazando la libertad que tanto nos ha costado construir. Veremos cuántas camisas azules y cuántos energúmenos salen a la calle a vitorear al fascismo y corear el Cara al Sol. Dicen las encuestas que un 20% de los españoles consideran que el régimen de Franco fue bueno para los españoles y que hay una juventud que prefiere a Vox antes que a los partidos de izquierda. Será, seguramente, porque durante décadas hemos perdonado a aquellos salvajes que fusilaban en las tapias de los cementerios a los maestros o alcaldes republicanos, ave maría purísima, reza dos padrenuestros, les decían los curas, y no hemos enseñado en las escuelas cómo aquel régimen liderado por un dictador sangriento acabó con las libertades -y la vida- de centenares de miles de personas honestas, de hombres ilustrados y trabajadores con callos en las manos, con modestas costureras y mujeres científicas. 

De ninguna manera tenemos por qué volver a perdonarles la vida. Es imposible que manteniendo aquella ostentosa muestra del poderío franquista en mitad de la sierra, podamos rendir el homenaje debido a los vilmente asesinados por sus verdugos. En lugar de haber elegido un sitio para olvidar, se han empeñado en hacer un monumento a visitar. Gravísimo error que vuelve a dejar en segundo lugar a las víctimas, sepultadas bajo aquella parafernalia fascista. Aquel monstruo no tiene solución ninguna, pero la adoptada, un ten con ten cuánto nos queremos vuelve a mandar un mensaje repugnante de cobardía y sometimiento. 

A estas alturas, una intervención sobre el valle debería haber sido radical y definitiva. Llévese a los enterrados en el Valle a cualquier lugar de España, unos 33.000, imposible saber el número porque los franquistas, para llenar su peculiar monumento a finales de los cincuenta -¡casi 20 años tardó aquello en construirse!-, sacaron con excavadoras los restos enterrados en las fosas comunes, huesos con hueso, cráneos con cráneo, un batiburrillo que rompía cualquier sentimiento de humanidad. Proponíamos entonces Teruel, muy activa en la búsqueda de sus familiares fusilados, y déjese el Valle y su cruz para recogimiento de sus fieles, o bien, el Ojo no se opondría a esa opción, volar por los aires ese tenebroso recuerdo del horror.   

Decreto del 1 de abril de 1940, conmemoración del día de la victoria franquista: “La dimensión de nuestra Cruzada, los heroicos sacrificios que la victoria y la trascendencia que ha tenido para el futuro de España esta epopeya no pueden quedar perpetuados por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse (…) los hechos salientes de nuestra Historia (…) Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido (…) A estos fines responde la lección de un lugar retirado donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos, que por los siglos, se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria”. Vinieron luego los presos construyendo el proyecto faraónico y los millones invertidos en aquella vergüenza, suscripción popular decían aquellos cantamañanas del régimen, mientras España se moría de hambre, La hambruna española, Miguel Ángel del Arco Blanco, ¿Hay que contar todo eso? Claro, pero en otro lugar y con fotos explicativas. 

Mencionábamos en aquel artículo a Santos Juliá y hoy volvemos a traerlo al Ojo: “El Valle de los Caídos solo podrá ser hermoso cuando sea un lugar en ruinas”.

Adenda. Nuestro cerebro pesa entre 1300 y 1500 gramos. Parece que no es suficiente para sostener varias ideas al tiempo. Si hablamos del aguerrido novio de la polímata Díaz Ayuso, la reina del vermú, de los jueces felones, alguno hay, seguro, que incluso están en la cárcel por corruptos, o bien lo hacemos del tragón, mentiroso y mochilero Mazón, qué bochornosa comparecencia la de ese individuo de tan baja catadura moral y política, pareciera que ya no nos queda sitio para hablar de las ejecuciones sin juicio que lleva a cabo en alta mar, en aguas internacionales, un presidente criminal que amenaza como un matón de barrio a otro país. Tampoco guardamos, ni tan siquiera, 200 gramos para hablar de Gaza. Porque allí, ante la brutal indiferencia del mundo, siguen muriendo niños, mujeres y hombres asesinados por el ejército israelí. Gira el mundo en sus miserias y aquí nos seguimos ocupando de mentes privilegiadas como Miguel Tellado o, ya puestos, Vito Quiles. 

No tenemos remedio.