El lío que Pepe Mel nunca quiso
Cuando Pepe Mel imaginó el comienzo de su segunda temporada como entrenador de la UD Las Palmas puede que intuyera, sin desearlo, el escenario que finalmente se ha dado: exceso de jugadores, límite salarial sobrepasado, lesiones de última hora y un solo fichaje (dos cuando vuelva Jonathan Viera)… Mientras el presidente Ramírez quita hierro al asunto, José Mel Pérez (Madrid, 28/2/81963) vive sin vivir en sí.
A tres días del entreno del equipo amarillo ante el Huesca en la redenominada Liga SmartBank (Domingo, 19.00, estadio de Gran Canaria), Mel solo dispone de trece profesionales —por las lesiones de Raúl Fernández, Maikel Mesa, Araujo y Cristian Cedrés— y el auxilio de seis jugadores del filial, además del portero Josep Martínez, seguro titular cuando menos en el primer tramo del campeonato.
La cosa no daría para más si no fuera porque la escasez de efectivos del primer escalón se acentúa en la delantera. No estará El Chino, sigue entre algodones Rubén Castro y aguarda el pase internacional del checo Pekhart. La consecuencia es que Mel podría verse obligado a reconvertir en ariete al extremo costamarfileño Jean-Armel Drolé —único fichaje amarillo del verano—, siempre y cuando La Liga permita su inscripción a la vista del desfase en el coste de plantilla.
Mel ya ha demostrado que es una pasta diferente a la del prototipo de entrenador español de élite. Sin pelos en la lengua, escritor con cuatro títulos publicados, de los pocos que no teme tirar de cantera para algo más que tapar ausencias puntuales… ya advirtió esta semana lo que se le venía encima. “Hay jugadores que no están inscritos, que no tienen ficha […] tengo que esperar a ver con quién puedo contar o con quién no”.
Y tiró también el madrileño de sorna cuando le preguntaron sobre la vuelta de Jonathan Viera —el que sería gran fichaje para el nuevo ejercicio— al club de su vida. “¿Fichaje de Viera? Si no hemos inscrito a Drolé, imagínense cómo vamos a inscribir a Jonathan Viera, ni a Lionel Messi si viniera” dijo antes de aplicar árnica —“Vamos a solucionar nuestros problemas y luego hablemos de los fichajes”— y aclarar su estado de ánimo: “No estoy molesto, es que no dependen de mí, tengo otras cosas en las que pensar”.
Días después, en la preceptiva visita a la virgen del Pino de la Unión Deportiva, el presidente Ramírez trató de apagar el fuego con agua, quitó hierro a las palabras de Mel, garantizó otra vez la venida del Mesías Viera y volvió a colocar la primera meta de la temporada en la permanencia, lejos del propósito del ascenso con el que se manejó un año antes.
Puede que Ramírez sea consciente del valor que para Las Palmas supondría, en el ambiente desapacible en el que vive desde su último descenso, la presencia de Pepe Mel al frente de su primera plantilla. Curtido en más de 300 partidos como técnico profesional, salvador en la Premier del West Bronwich Albion, ascensor dos veces del Real Betis y una vez del Rayo Vallecano, Mel tendría el punto justo de paciencia y rodaje para salir de cualquier lío. Incluso de los que montan contra su voluntad.
Coda. Tiene Pepe Mel, es verdad, a una perla de 16 años en la que sus entrenadores en el frío de San Cristóbal de La Laguna vieron siempre algo distinto. Una suerte de nuevo Andrés Iniesta, tímido y fácil de llevar como el de Fuentealbilla, correcto y educado, de padres trabajadores y formales. Se llama Pedri González e igual abre nuevos límites salariales —y otorga al entrenador un rol de visionario— a la UD Las Palmas.
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