Unionistas retrata al peor Tenerife del curso
El Tenerife aguantó la condición de invicto hasta que llegó Unionistas —un rival ordenado, más ambicioso y superior en el medio juego— y retrató lo peor de los blanquiazules, indolentes para atender el primer tramo del partido, bloqueados para reaccionar hasta el descanso tras el 0-1 y superados por la ansiedad según se consumía una segunda parte en la que, de más a menos, encajaron el 0-2 final y la primera derrota de la temporada.
El tropiezo en el Heliodoro, antes de las tres salidas (una en el debut en la Copa del Rey) a las que tendrá que hacer frente sabiéndose mortal, tendría que obrar como recordatorio general para un equipo que este sábado se ganó un suspenso general —incluido el entrenador por no atisbar la necesidad de algún relevo en el once de salida y luego en ciertos cambios— y debe reflexionar sobre lo que le espera si gestiona los partidos con la displicencia con la que hoy se manejó hasta que Unionistas le dio la primera bofetada.
El Tenerife de la primera mitad fue un trasunto del alumno desaplicado que llega a un examen sin repasar conceptos, mientras pone un ojo en las preguntas y el otro en la ventana por la que asoman una tarde bochornosa y una lluvia perezosa. El de la segunda es el mismo alumno, tratando de ordenar conceptos y recordar respuestas. Aunque ahora, apresurado porque se le va consumiendo el tiempo y yerra respuesta tras respuesta, termina cayendo en la cuenta de que doblando esfuerzos y carreras sin sentido va a suspender igualmente. Como fue.
Esta primera derrota tiene más que ver en la desatención del Tenerife que en los méritos del Unionistas, un rival notable que se tomó la cita como un reto supremo: ganar en el campo del líder y hacer historia. Pequeña vista desde aquí, pero enorme para un club humildísimo que entendió la visita al Heliodoro como el Tenerife entendió —en su día y en su escala— ganar por primera vez en el Bernabéu.
Y así lo del arranque del grupo de Cervera, cinco minutos arrumbado hacia su área por la presión alta de los salmantinos y luego incapaz de igualarse en los duelos, de sacar partido con algún pase potable desde la banda de este Zoilo desconcertante, de filtrar por dentro con Nacho Gil, de crear superioridades permitiendo que Landázuri dividiera con una subida o de recordar a Juanjo que jugar por delante de Aitor Sanz implica —o debería implicar— tener más querencia por el balón conducido.
La lista de tareas no atendidas antes de la pausa se extiende al resto del equipo. David en una tarde negra, Álvaro superado por arriba por Pere Marco, Cris Montes desentendido del desborde o el portero timorato en el tanto anulado a Abde y en la salida —que igual pudo hacer— para abortar el primer gol.
Sobrevolando toda esta incapacidad, la más gravosa, ese punto de tensión que le ha ido menguando, de un mes para acá, hasta llorar hoy por la leche derramada: que si el Castilla, que si el Zamora o que si el Cacereño, en cada caso no salió con la satisfacción de una tarea sobresaliente. Hoy tuvo para arreglarlo medio partido y el viento del Heliodoro, pero ni así.
La dimensión del roto se explica con los tres cambios de Cervera en la caseta, un intento de devolver al Tenerife a su estado natural que duró lo que una ristra de palmeritas y media traca. Renunció al segundo delantero colocando a Fabricio tras De Miguel, sentó a Cris Montes para generar con Alassan llegada por la derecha y metió a Javi Pérez —un ocho fuera de sitio que lució mejor expansivo que posicional, cuando Aitor ya se había ido— para olvidar a Juanjo, en sentido descendente en el último mes.
La realidad de los cambios fue un ratito más dominante del Tenerife —una asistencia brillante de Alassan que De Miguel no cazó con el portero vendido, un tirito de Fabricio y un cabezazo de Álvaro que no cogió puerta—, veinte minutos de más deseo que acierto hasta que llegó la permuta de los extremos —Alassan a pierna cambiada y Noel López por la banda de San Sebastián— que llevó a los de Cervera al punto justo para saberse condenados a perder de mala manera.
El gol de Entrena, tras quebrar a Alassan en el quicio del área y armarse un tiro acomodado mientras nadie respondía al reto de ensuciarlo, fue la bofetada final al alumno inaplicado. Mayor o menor, según se vea, el castigo venía del origen. Salir del lío de la Primera Federación con un ascenso directo implica competir cada partido como si fuera el último. Lo contrario son estos bochornos evitables.
CD Tenerife: Dani; David, Álvaro González, Landázuri, Zoilo; Cris Montes (Alassan, min. 46), Aitor Sanz (Noel López, min. 74), Juanjo (Javi Pérez, min. 46), Nacho Gil (Fran Sabina, min. 79); De Miguel y Enric Gallego (Fabricio, min. 46).
Unionistas CF: Unai Marino; Olmedo, Aleix Gorjón, Farru, Raúl Prada; Álvaro Gómez (Jan Encuentra, min. 70), Juanje, De la Nava (Juanma, min. 61), Jota López (Gastón, min. 69), Abde Damar (De Bustos, min. 51); y Pere Marco (Aarón, min. 60).
Goles: 0-1, min. 38: Pere Marco. 0-2, min. 81: Jan Encuentra.
Árbitro: Marcelo Ibáñez Juárez (Comité Murciano). Amonestó a Landázuri (81) y a los visitantes Olmedo (54), Aarón (83); y al técnico auxiliar Ángel Fernández (86’).
Incidencias: Partido de la octava jornada del Grupo I de la Primera Federación 25-26. Estadio Heliodoro Rodríguez López, ante 13.541 espectadores. Se guardó un minuto de silencio en memoria del exjugador blanquiazul Evaristo Ramos y del exconsjero Indalecio Pérez.
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