Haría: la vida regresa al volcán
Mucho antes de que Timanfaya explotara en truenos y piroclastos y de que La Geria se convirtiera en un referente de la viticultura desértica, el agricultor lanzaroteño tuvo que ingeniar otro sistema de cultivo: hacer hoyos en las coladas de lava, hasta encontrar tierra fértil (o rellenarlos con materia vegetal traída de otra zona). Este sistema tradicional de cultivo consigue un enraizamiento más vigoroso y que las especies vegetales resistan mejor la falta de agua.
Así han crecido las higueras, tuneras y parras de una finca de 83.000 metros cuadrados en Los Lajares, que siempre ha sido gestionada y trabajada de forma comunal, hasta que quedó parcialmente abandonada por la administración pública moderna. En 2015, el Ayuntamiento de Haría empezó a recuperar esta tierra. Quitó aulagas y reconstruyó unos muros de piedra cuyo diseño y ejecución constituyen una de las muestras más increíbles y esforzadas del patrimonio agrícola y etnográfico de la isla.
En este sitio agrícola de interés paisajístico (el cuarto catalogado como tal en Lanzarote, junto al jable, los campos de cochinilla y La Geria), impera un clima estepario cálido, con 18 grados de temperatura media, veranos secos, pero bastante más lluvia que la media insular (202 litros anuales). Estamos a kilómetro y medio de las faldas del volcán de la Corona, que con sus 609 metros de altitud, domina el paisaje norteño. Hileras de tuneras alternan con parras de la variedad diego (la más resistente al conejo que habita la zona), en un simbiótico sistema de asociación. Juntos son más fuertes que por separado.
De las 40 fragantes higueras blancas (Ficus carica) que hubo en 1950, se han salvado 25. Un enarenado de 11.000 metros cuadrados se va a acondicionar para plantar hortalizas. “Utilizaremos la materia orgánica de la finca para elaborar el compost”, explica José Pérez Dorta, responsable del área de Agricultura del Ayuntamiento de Haría.
En una tercera finca crece la uva europea, que en 2014 fue reconocida como una variedad nueva para la ciencia por el departamento de Bioquímica y Biotecnología de la Universidad Rovira y Virgili (Cataluña). Su adaptación a la zona ha ido modificando su información genética hasta convertirse en una variedad vitícola única y singular, con su propia identidad. El año pasado se cosechó por primera vez y ahora deben comprobar si conviene ‘curarla’ más o menos y experimentar su combinación con otros cultivos.
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